¿Cuándo un clásico es realmente un clásico en la cultura pop? Cuando te pega el mismo bofetón que le pegó a tu padre la primera vez que lo vivió. Ejemplo vívido. La noche se adentraba en autopistas de bostezo para unos y de química –para evitar el bostezo– para otros. Veníamos de un soporífero concierto de Interpol. Nada prometía demasiado aquel día. Pero un tipo ya cercano a los sesenta años, con un proyecto que había hecho furor en la década de los noventa, iba a despertar a los sobados; a los mecidos por las drogas de diseño los mandaría directamente a volar.
El tipo era Karl Hyde, rarísimo frontman de los electrónicos Underworld. Hyde tenía un punto de actor de método, de esos a los que en los talleres les dicen “ahora triste, ahora contento, ahora rabioso”. El galés era todo eso y más, seguramente por su pasado en los new wave-synthpop, Freur. Al frente de la apisonadora techno, house y, por momentos trance que era Underworld, la verdad sorprendía su show fluctuante, cargado de energía.
Los más viejos del lugar –un Primavera Sound de antes del “new normal”– aseguraban que Underworld no habían perdido ni un poquito de flow y trueno respecto a sus conciertos de antaño. A mí me dejaron atorado. En ese concierto había señores fieles de la electrónica, personas en la treintena despistadas y todavía más jóvenes, púberes, con muchísimas ganas de fiesta. Todos ellos bailaron sin fin, cerrando los ojos en un mantra profundo. Cuando sonó Born slippy, canción que duró lo que un cuarto de basket, pura magia hardcore techno, el mundo se paró. Fueron los diez minutos más felices de ese año.
Cuando sonó Born slippy, canción que duró lo que un cuarto de basket, pura magia hardcore techno, el mundo se paró. Fueron los diez minutos más felices de ese año.
El inframundo en el Montseny
Algo muy parecido debieron sentir Remei de Ca la Fresca la primera vez que escucharon este –creo que ha quedado claro porque merece el apelativo– clásico de Underworld. La banda del Montseny decidió hacer una versión, una –en sus propias palabras– “tergi(versión)” del tema. El grupo, también según ellos mismos, “rock visceral que festeja con el folclore y electrónica de pueblo de baja fidelidad” lleva desde 2020 curando males con un rollo muy lo-fi, psicodélico, tranquilote o agresivo, pero sobre todo libre.
Remei de Ca la Fresca llevan desde 2020 curando males con un rollo muy lo-fi, psicodélico, tranquilote o agresivo, pero sobre todo libre
Ya dieron buena muestra en su álbum debut de 2021 que lo suyo podía virar hacia el rave (fantástica Santa Karma). Pero ha sido su single colaboración en el genial videoclip con Cases de la Música, Nascut descarat, lo que lo ha acabado de demostrar. El tema es lo que querrías escuchar en el despertar de resaca de la propia Born Slippy: guitarras distorsionadas, voces aletargadas, unos lyrics nuevos y apropiados, y colapso. De los temazos siempre se pueden sacar otros temazos. Bondades de los clásicos, noi.