Madrid, 24 de enero de 1941. Hace 84 años. Hacía casi dos años que había concluido la Guerra Civil española (1936-1939); y el Consejo de Ministros del segundo gobierno de Franco aprobaba la creación del organismo público RENFE —acrónimo de Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles— y la nacionalización de la red ferroviaria del Estado español, hasta entonces propiedad de cuatro compañías privadas y formada por un millar de trenes, por otro millar de estaciones y talleres y por más de 12.000 kilómetros de vías. A partir de la publicación de la Ley de Bases de Ordenación Ferroviaria, toda la infraestructura del ferrocarril pasaba a ser gestionada por el estado.

Al mismo tiempo, aquel mismo Consejo de Ministros que había creado RENFE, ordenaba la intensificación de un proceso de depuración ideológica de las plantillas laborales de las compañías nacionalizadas que generaría miles de vacantes forzadas. Y ponía sobre la mesa un ambicioso programa de expansión de aquella red ferroviaria. ¿Cómo se proveería aquella fuerte demanda laboral? ¿Cómo se reclutaría la mano de obra que tenía que allanar los taludes a pico y pala, y cómo se seleccionaría la que tenía que suministrar una plantilla ideológicamente homogénea? ¿Quién fue obligado a extender las vías y quién fue destinado a despachar los billetes?
Los "Batallones Disciplinarios"
El 20 de diciembre de 1939 —nueve meses después de la conclusión de la Guerra Civil y doce antes de la creación de RENFE—; el segundo gobierno de Franco y a propuesta del ministro del Ejército, el teniente general José Enrique Varela Iglesias; ampliaba el Sistema de Redención de Penas por el Trabajo —creado por el bando franquista en plena Guerra Civil y destinado a presos políticos condenados por los tribunales militares. Aquella ampliación afectaría a todos los soldados reclutados por el Ejército de la República entre 1936 y 1939 que, con independencia de su ideología personal, serían masivamente declarados "desafectos al régimen" y encuadrados en los "Batallones Disciplinarios".

Los "Batallones Disciplinarios", la mano de obra esclava de RENFE
Entre enero de 1941 y diciembre de 1942, todos los antiguos soldados del Ejército de la República —tanto los que habían caído prisioneros a los campos de batalla, como los que habían vuelto a casa— fueron encuadrados en los "Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores" y, entre otros, destinados a las obras de ampliación de la red ferroviaria (aplanamiento de terrenos, construcción de taludes, viaductos y túneles, y tendido de travesías y de raíles). Según un trabajo de investigación del profesor Josep Màrius Climent i Prats, publicado por la Universidad Carlos III, la tasa de mortalidad de este colectivo (inanición, rigor climático, enfermedades) estaría en torno al 5%.
Los "Penados", la otra mano de obra esclava de RENFE
A finales de 1942, el Consejo de Ministros del cuarto gobierno de Franco reformaría de nuevo el Sistema de Redención de Penas; y a propuesta del nuevo ministro del Ejército, el teniente general Carlos Asensio Cabanillas; crearía un subgrupo formado por soldados del batallón que, a título particular, habían tenido algún tipo de relación con las instituciones políticas republicanas. Considerados especialmente desafectos al régimen, sería encuadrado en los nuevos "Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores Penados"; y entre 1942 y 1948 serían destinados a la construcción de fortificaciones militares en la zona del Estrecho de Gibraltar; y a la expansión de la red ferroviaria de RENFE.

Los "nuevos" trabajadores de RENFE
La depuración ideológica en el sector ferroviario español se había iniciado en plena Guerra Civil en la zona controlada por los golpistas (1937). Pero con la nacionalización de la red y la creación de RENFE (1941), el régimen franquista completó esta operación. En pocas semanas se crearon miles de vacantes forzadas. Y el Consejo de Ministros que había creado el organismo público ferroviario, estimuló la contratación de perfiles probadamente "afectos al régimen", que pasaban a ocupar, inmediatamente y sin formación de ningún tipo, los puestos de trabajo de los depurados. En aquella y en las sucesivas contrataciones el criterio de selección "afecto al régimen" sería determinante.
Probadamente "afectos en el régimen"
Durante la larga posguerra española (décadas de 1940 y 1950), RENFE se convirtió en un coto ideológico-laboral. La nueva plantilla de RENFE, desde los directivos de la compañía a los fogoneros de las calderas; pasando por los jefes de tren, los interventores, los inspectores, los jefes de estación, los factores, los mozos de equipaje, los visitadores, los capataces, los mecánicos, los calzadores, los guardagujas, o los guarda-noches; tenían que ser todos sin excepción —los "veteranos" procedentes de las plantillas de las compañías privadas o los de "nueva planta" incorporados por el aparato gubernativo; probadamente "afectos al régimen"

La cultura de grupo de las plantillas de RENFE
La naturaleza de coto laboral que adquirió RENFE no sería diferente de la de otras instituciones públicas a las que el régimen franquista había otorgado una consideración estratégica. Como, por ejemplo, el ejército o la Guardia Civil. De hecho, RENFE sería un organismo militarizado hasta la década de 1970. Y a partir de una plantilla ideológicamente homogénea, aquel microcosmos social crearía y alimentaría una cultura de grupo que, como otros "organismos estratégicos" sería radicalmente refractaria a la realidad de la sociedad que los acogía. Y que se perpetuaría a través de los mecanismos de grupo que estimulan un relevo generacional de padres a hijos.
