Las redes sociales se han llenado de reproches por el retorno del artista catalanófobo Sean Scully a Barcelona con una nueva exposición, que en verano de 2021 anunció que él y su pareja, Lilian Tomasko, dejaban la capital catalana porque estaban cansados de oír hablar en catalán. Ahora, casi cinco años después, La Pedrera muestra una retrospectiva de la obra del artista irlandés, cosa que ha provocado el rechazo de entidades, personalidades y usuarios.
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Ante la noticia, Plataforma per la Llengua ha señalado que "el supremacismo no entiende de clases sociales ni de colores", en un mensaje en Twitter de este miércoles. Y el presidente de Junts, Carles Puigdemont, ha recordado que "Antoni Gaudí fue detenido por la policía española por el hecho de haber hablado en catalán". "Ahora, una de sus obras más reconocidas mundialmente (la Pedrera) acoge la exposición de un artista supremacista y xenófobo a quien el catalán le molesta tanto como aquella policía española", ha lamentado.
Antoni Gaudí fue detenido por la policía española por el hecho de haber hablado en catalán. Ahora, una de sus obras más reconocidas mundialmente acoge la exposición de un artista supremacista y xenófobo a quien el catalán le molesta tanto como a aquella policía española. https://t.co/bjtDh5UVev
— krls.eth / Carles Puigdemont (@KRLS) March 26, 2025
En un reportaje del diario británico Financial Times, Scully y Tomasko explicaron que la decisión de abandonar Barcelona "fue impulsada por el crecimiento del nacionalismo en la ciudad que habían amado". "Ibas a reuniones y hablaban completamente en catalán, como diciendo jódete", comentó el artista irlandés. Al respecto, su pareja añadió que "había demasiado de eso", en referencia al catalanismo, que "hizo imposible" su continuidad en la ciudad. De hecho, también se quejaron de que su hijo Oisin (que entonces tenía doce años) estaba obligado a hablar en catalán en el patio de la escuela. Finalmente, no pudieron "aguantar en Barcelona por esta mierda", después de más de quince años de relación con Catalunya.
Scully abandonó Catalunya, pero sus obras se quedaron. Concretamente, tanto en el Museo de Montserrat como la iglesia de Santa Cecília, donde en 2015 inauguró el Espacio de Arte Sean Scully. Quien fue director del museo del monasterio, Josep de Calassanç Laplana, mantenía una muy buena relación con el artista y llegó a bautizar a su hijo. Como muestra de afecto, el pintor donó una obra importante que tituló La montaña de Oisin —en referencia al niño.
Sean Scully en Catalunya
La historia de Scully (Dublín, 1945) con el país empezó en 2005, cuando concibió un proyecto artístico para la iglesia románica de Santa Cecília de Montserrat que se inauguró en 2015. El artista quedó cautivado cuando vio el templo por primera vez y decidió hacer una interpretación personal de las catorce estaciones del viacrucis, dedicada a su madre, una mujer en que cantaba —cosa que se puede relacionar con Santa Cecília, patrona de la música—. Como ya había hecho su admirado y amado a Mark Rothko en una capilla de Houston (Texas), Scully dejaba así su marca en Santa Cecília.
Ahora, desde el 14 de marzo hasta el 6 de julio, La Pedrera acoge la exposición "Sean Scully" con más de una sesentena de obras: pinturas, esculturas, acuarelas, pasteles y fotografías, procedentes tanto de la colección privada del artista como de las colecciones de otros museos e instituciones. Según la fundación, se trata de una retrospectiva de la obra del artista a lo largo de más de seis décadas de producción, desde las primeras piezas figurativas de los años sesenta, pasando por la etapa minimalista de los setenta, hasta llegar a hoy, con un estilo caracterizado por la voluntad de volver a la emoción de la pintura abstracta. La muestra está organizada de manera cronológica y "pone de manifiesto el afán de Scully para renovar la comprensión de la abstracción a través de su deseo de capturar algo que refleje la dimensionalidad del espíritu humano dentro de la cuadrícula de nuestro mundo". Una de las piezas más "impactantes" es una escultura monumental en el patio del paseo de Gràcia, creada específicamente para la exposición, "que sorprende desde el primer instante y marca el tono de un recorrido lleno de ritmo, intensidad y emoción".