Cuántas veces habréis sentido decir que “The Wire es la mejor serie de la historia”? Desde cenas con amigos hablando de series hasta listas elaboradas por críticos y expertos que la colocan en el número 1 (como la que publicaba recientemente la BBC), parece que hay un gran consenso detrás esta frase.
El problema es que ha llegado a un punto que decirlo se ha convertido en un tópico. Lo mismo ocurre con Los Soprano, Mad Men o, incluso, Breaking Bad. Son tan buenas, tan aclamadas, que al final a mucha gente nunca se pone a verlas, como cuando a la persona más atractiva de la fiesta nadie le acaba entrando.
En el caso de The Wire, la temática tampoco ayuda, porque el espectador tiene muchos referentes de series policíacas, y piensa que esta será una más. “Drogas y policías? Ya veo por donde van los tiros”. Pero os han explicado nunca de qué va realmente la serie? Os han argumentado por qué tantos la consideran la mejor de todos los tiempos?
Como la vida misma
The Wire es un retrato de la ciudad de Baltimore, la más pobre de los Estados Unidos y con los mayores índices de marginación y delincuencia de todo el país. Este retrato se centra en su cuerpo policial y en el mundo del tráfico de drogas, pero a lo largo de las cinco temporadas también explora el ámbito político, el de la educación y el de los medios de comunicación.
Y este retrato de Baltimore es fiel. Exageradamente fiel. No se añade más drama de la cuenta para generar impacto, ni se endulza nada para hacerlo más ameno. La serie es como la vida misma: cruda, dura, intensa, real. ¿Pero cómo se consigue tanto realismo?
La respuesta se encuentra en sus guionistas. David Simon, creador de la serie, era un antiguo reportero del Baltimore Sun especializado en crónica policial, de manera que cubrió muchos casos de asesinatos en la ciudad y conocía la parte más oscura.
Para escribir la serie, Simon se unió a Ed Burns, expolicía de Baltimore y profesor de escuela, que también conocía las calles y habitantes de la ciudad como la palma de su mano. Pero la clave del brillante realismo de la serie no se acaba aquí.
Un gran reparto de actores y personajes
Sumado a un excelente reparto, The Wire también tenía actores no profesionales. Eran gente de la calle, incluso traficantes en la vida real, como el caso de la temible Snoop, introducida a la tercera temporada, que había estado seis años en la prisión acusada de homicidio.
Otro ejemplo lo encontramos en el personaje del consejero religioso que aparece hacia el final, interpretado por Melvin Williams, un traficante que llevaba cerrado treinta y cuatro años. Curiosamente, Ed Burns era el policía que lo había detenido y David Simon, el periodista que había cubierto la noticia.
No es tan curioso, pues, que Melvin Williams sirviera de inspiración para el personaje de Avon Barksdale, uno de los mejores y más interesantes de la serie. Bien, uno de tantos. Porque si hay otro aspecto donde The Wire se vuelve insuperable está en la cantidad de personajes emblemáticos que crea.
Más allá de Avon, tenemos imponentes señores de la droga como Stringer Bell, Proposition Joe o Marlo y sus inocentes peones: Bodie, Wallace, D'Angelo... Y la misma iconicidad la encontramos en el bando policial, con Rawls, Bunny o Cedric y sus respectivos peones: la resolutiva Kima, el divertido dúo Herc-Carver, el inteligente Lester, el legal Bunk y el enfant terrible Jimmy McNulty.
Y con eso sólo tendríamos una parte del muestrario, faltarían personajes de la calle que van por libre, como Omar o Bubbles; las piezas políticas, como Tommy Carceti o Clay Davies y su "shiiiiiiiit"; o la familia Sobotka y sus problemas portuarios.
Maravillosa complejidad
Toda esta lista de personajes viene a demostrar una cosa: la maravillosa complejidad de la serie. Hay tantos bandos, tantos puntos de vista, tantos tonos diferentes de grises, que hacerlo encaber todo dentro del género clásico policial sería como poner a un graduado de Harvard en una clase de cuarto de primaria.
The Wire va mucho más allá, tanto con respecto al género como con respecto a la temática. Ya hemos visto que la serie quiere tocar muchos más palos aparte del policial, que es el central a la primera temporada, pero que deja que el foco ilumine otros ámbitos en las siguientes: el puerto, la política, las escuelas y el periodismo.
Y está aquí donde encontramos la guinda del pastel que justifica la etiqueta de "la mejor serie de la historia", en la capacidad de mantener la calidad casi intacta a pesar de hacer un cambio temático radical a cada nueva temporada. Igual que los mejores grupos de música, que evolucionan a cada disco pero mantienen la esencia, o igual que a la introducción de la serie con el 'Way Down in the Hole' de Tom Waits, que presenta una versión diferente a cada temporada, pero que siempre es una obra maestra.