Una pareja francesa se instala en una aldea gallega, buscando una vida tranquila con su pequeño negocio de agricultura ecológica. Pero su convivencia con los vecinos no es tan idílica como querrían. Un conflicto con sus vecinos, dos hermanos nacidos en el pueblo, hará que la tensión crezca hasta alcanzar un punto de no retorno. Esta es la premisa de As Bestas, la nueva película de Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) que se estrenará el próximo 11 de noviembre, una obra madura y contundente, con una atmósfera a ratos irrespirable, que bebe del true crime y del western, e incluso del cine de terror. Y que reflexiona sobre temas como la amenaza de las energías renovables para la vida rural tradicional (como pasaba en Alcarràs, aquí las eólicas también suponen una conmoción para la comunidad), el odio al extranjero o un aspecto trascendental que el cineasta ha ido explicando desde la presentación del filme en el Festival de Cannes: "Esta es una historia sobre hombres violentos y mujeres conciliadoras".

Sorogoyen, que con As Bestas sigue subiendo peldaños en una carrera que no ha dejado de crecer (Stockholm, Que Dios nos perdone, El Reino, Madre, la serie Antidisturbios), vive un magnífico momento profesional: "Estrenaré una película que está teniendo muy buena aceptación, nos seleccionaron para ir al Festival de Cannes, me lo he pasado de puta madre en el de San Sebastián, los proyectos que tengo entre manos van adelante y tienen muy buen pinta... Ah, y fui jurado en el Festival de Venecia: eso sí que me flipó, porque no me lo esperaba nada, de hecho pensaba que se habían equivocado, que se les había traspapelado alguna cosa y me habían llamado a mí. Antes de que se den cuenta del error, acepto", dice entre risas.

Su paso por muestras cinematográficas de todo el mundo encuentra un nuevo paro en el Festival de Sitges: "Uno de los mejores del mundo", afirma. "He estado varias veces, como cineasta y como público, y todo son buenas palabras. He pasado algunos de los mejores momentos de mi vida en Sitges. Hace falta un escaparate como este para el cine fantástico y de terror, y creo que está construido de una manera maravillosa, porque propicia un contacto directo entre directores y espectadores. Yo lo he vivido de las dos formas y es genial".

Te has convertido en uno de aquellos cuatro o cinco cineastas de este país que generáis expectativas enormes cuando presentáis una nueva película. ¿Lo sientes así?
Sí que se nota, pero también hago un trabajo para sentirlo lo mínimo posible, porque eso te puede atenazar. Tengo cierta facilidad para apartar estas expectativas y no verlas. No sé si es una virtud, pero una cosa que me gusta es tener una osadía como director que puedes perder si haces mucho caso al ruido. Hay gente presionada desde la escuela de cine, sin ser nadie, y se lo pasan fatal porque creen que concentran expectativas cuando este es el momento de tirarse a la piscina, desatrancar y probar cosas. Y es cierto que cuanta más presión sientes, más difícil es arriesgarse, por eso intento apartar todo eso de mi radar. Por otra parte, yo no tengo redes sociales, no me quiero ni imaginar a lo que están expuestos los compañeros que sí que tienen. Es cierto que cuando estreno una película sí echo una ojeada, pero yo no vivo el día a día de las redes. El estatus es una cosa que a veces me imagino por determinadas situaciones que vivo, pero hay muchos directores y directoras potentes, y no sé si estoy en este ranking que dices.

No tengo redes sociales, no me quiero ni imaginar a lo que están expuestos los compañeros que sí que tienen

Miraremos de no desvelar mucho de la trama de As Bestas, pero de entrada os inspirasteis en unos hechos reales, y, a partir de aquí... a volar.
Sí, a volar tanto como se pudo, y si no volamos más es porque la historia real era tan bestia y tan cinematográfica que nos dirigía hacia un lugar concreto. Después teníamos que hacer el trabajo de separarnos, también por pudor, por respeto, y para no molestar. Leímos la noticia en los diarios el año 2015, y nos atrapó, sobre todo por la decisión de una de las protagonistas de los hechos. Ya sabrás no hacer spoilers...

Eso intentaremos. Podemos decir que hay un cambio en el punto de vista a mitad del relato, que es un recurso que ya habíais utilizado en otras películas anteriores, y que es muy estimulante narrativamente. Pienso en el Psicosis de Hitchcock, por ejemplo...
Sí, de hecho Psicosis fue un referente en este sentido, porque hay pocas películas que hagan una cosa como esta, y eso siempre es un incentivo para ir hacia una determinada dirección: si hay pocos filmes de unas características determinadas, este es un buen motor para explorar estos caminos. Es verdad que estos cambios en el punto de vista los trabajamos en Que Dios nos perdone, aunque allí había una intención más efectista. Incluso lo llegamos a potenciar cuando escribíamos el guion de Madre: había un puñado de escenas en las que nos marchábamos con el chaval protagonista, aunque en el resultado final este cambio de perspectiva se rebajó. Pero es verdad que aquí es radical, como hicimos en Stockholm, y creo que tiene mucho sentido.

El hecho de inspiraros en un caso real me lleva a pensar en la moda del true crime, que se ha generalizado y que, como género, me parece que tiene elementos moralmente cuestionables...
Detesto la moda del true crime, lo entiendo por el mundo que vivimos, sin embargo... Hablar de cosas que han pasado siempre es delicado. No sé si lo hemos hecho todo perfecto, no somos ángeles de la virtud, pero nos preocupamos al hablar con quien teníamos que hablar, y enseñar la película a quién se la teníamos que enseñar. La proyectamos en la casa real de los personajes, y fue heavy, y muy emocionante. Era lo mínimo que podíamos hacer.

La pandemia potenció la romantización de la vida rural, y esta peli te quita rápidamente de la cabeza cualquier deseo de retirarse al campo...
(risas) Quizás mejor me quedo en mi apartamento de mierda respirando polución (risas). No era el objetivo, entiendo la broma, pero de alguna manera eso pasa, sí. Yo tengo la fantasía de irme al norte, a respirar verde, una cosa muy lógica entre urbanitas con cierta conciencia. Pero es un error romantizar por romantizar. Estas películas donde la vida en el campo es maravillosa... ¡y no! El campo tiene sus cosas, igual que la ciudad. Me he preocupado de rodar paisajes bonitos, donde después pasan cosas no tan bonitas, quisimos hacer un equilibrio, aunque los hechos y los vecinos pesan fuerza (ríe).

Hay quien ha dicho que la nuestra es la cara oscura de Alcarràs

Esta relación tóxica entre los vecinos hace que la atmósfera sea fundamental. Hay una violencia ambiental y también en muchas pequeñas cosas que por momentos se hace irrespirable.
Era un elemento clave, pero no éramos tan conscientes, y me gusta que me lo digas. Supongo que el espectador más cinéfilo, que tiene Perros de paja y muchas otras películas en la cabeza, puede pensar que en el minuto 20 ya le estarán cortando el cuello a alguien. Le tendrías que preguntar a otros guionistas, pero en nuestro caso, cuando escribimos, estamos tan metidos en el desarrollo de la trama que no pensamos mucho en qué esperará el espectador. También está la fidelidad a la historia real, esta escalada de tensión vecinal, pero tiene que ser a partir de cosas pequeñas... Esta cocción a fuego lento tenía que ser así desde el principio, pero no éramos muy conscientes.

No lo decía tanto porque tuvierais un plan en el guion como por el hecho de poner el foco en esta violencia cotidiana a la hora de construir una atmósfera determinada.
Sí, sabíamos que la violencia cotidiana era uno de los elementos para empezar a trabajar. Qué pasa si tienes unos vecinos que te odian a muerte y que se utilizan de este bullying, que sabemos que es un elemento que funciona y que pone el espectador en situación. Pero más que eso, lo que más nos tiraba era la sensación de pobre hombre, lo que le hacen pasar. Recuerdo discutir con Isa durante la escritura, planteándonos por qué este hombre va al bar. ¿Por qué va? Yo defendía que es su puto derecho. En montaje sacamos alguna otra escena al bar, porque el pobre sale escaldado cada dos por tres. ¡Deja de ir, hombre! Pero nos gustaba mucho esta violencia cotidiana, porque para el espectador es mucho más terrorífica que ver venir unos zombis a comerte.

Hablas de las escenas en el bar, que son magníficas. Y hay una específica, un plano fijo de 10 minutos donde los hermanos vecinos explican su punto de vista, sus razones, al extranjero...
Sí, era importante entenderlos, comprender su dolor y su tristeza, este era el objetivo. Cuando llega la escena que mencionas, seguramente el espectador empatiza con este sentimiento, y piensa que haría lo mismo si tuviera esta vida que tienen ellos, si viera llegar alguien con este tipo de superioridad intelectual y moral. Creo que esta escena eleva la peli. Cuando la encontramos, y la encontramos tarde mientras hacíamos el guion, vimos la fuerza que tenía. A veces eso pasa cuando escribes, te encuentras con una escena que te lleva a otro lugar, que lo eleva.

Hay un inesperado punto en común entre As Bestas y Alcarràs, esta amenaza de la energía eólica en la vida rural tradicional
Hay quien ha dicho que la nuestra es la cara oscura de Alcarràs (ríe). Supongo que es una casualidad sintomática, ni mala ni buena, pero muy curiosa. Suro, otra película que se presentó en San Sebastián, también tiene un punto de partida similar. Me encanta que haya sensibilidades parecidas en cineastas tan diferentes que hacemos películas tan diferentes.

Durante la entrevista hablas en plural, y es que no se puede entender tu cine sin tu coguionista y cómplice absoluta, Isabel Peña.
Todo lo que diga ya lo he dicho, y todo es poco. Empezamos a escribir nuestra película siguiente y es la hostia, una sensación tan bonita la de hacer cine y que todo empiece hablando con otra persona. Porque lo que hacemos es hablar y hablar y hablar, y crear un universo, y equivocarnos y volver atrás. Y después todo eso lo filmamos. Me divierto mucho trabajando con ella. Mira, el otro día discutíamos sobre una mirada de un personaje, estuvimos una hora así, sólo discutiendo sobre una mirada que después, quizás, ni siquiera la ruede. A los dos nos iba la vida en convencer el otro. No sé si eso lo hacen los otros guionistas, pero este tipo de detalles... una cosa como una mirada, yo me puedo ocupar después, en rodaje, y seguramente trabajando con otro guionista sería así, pero con ella nos preocupamos de esta mirada cuando todavía falta un año como mínimo para rodar. Y creo que eso dice mucho de nuestro trabajo.

La Guerra es el proyecto más importando de mi vida y la haremos, tanto me da si en un año, en dos o en cinco

Hace unos meses se hizo público que Movistar+ cancelaba tu proyecto de serie sobre la Guerra Civil, pero explicabas que no lo abandonarías y que seguirías buscando financiación para hacerla en otro sitio. Y un tiempo antes supimos que no habría segunda temporada d'Antidisturbios.
La Guerra es el proyecto más importando de mi vida y la haremos, tanto me da si en un año, en dos o en cinco. Está prácticamente escrita, la liquidaremos en algún momento, pero estamos enamorados, y casi la veo como una obligación, no nos rendiremos y seguiremos buscando financiación. Quizás no lo conseguimos, pero estamos trabajando y soy optimista. No te explicaré nada que no sepas, fue un golpe enorme para nosotros. Tengo que decir que hemos trabajado muy y muy bien con los responsables de ficción de Movistar, que son Domingo Corral primero y Fran Araujo después, y con todo el equipo que hay detrás: sin ellos, la serie no sería como está escrita, y creo que hacen la mejor ficción del país. Y eso es gracias a Domingo, a su equipo y, claro está, a los autores, de Alberto Rodríguez a Paco León o Anna Costa... Y son gente que da el poder y su espacio al autor. Pero después hay unos jefes, que son directivos de una compañía, que tienen unas presiones brutales, que tienen que gestionar la empresa y que dé unos números. Sé que fue un golpe para todos los que trabajamos tanto en la serie, y hemos cobrado por el trabajo, pero en un momento dado los que mandan decidieron que hasta aquí habíamos llegado. Y tenían todo el derecho a hacerlo, es una pena y no sé los motivos de decidir lo que decidieron. Pero es lamentable que hablar de la Guerra Civil moleste: lo puedo entender porque estamos tan polarizados... Yo no me rendiré.

Supongo que notáis en el ambiente esta involución, este no poder tocar según qué temas...
Sí, lo noto en el ambiente, en Movistar pero también en otras plataformas, y entre los productores. Cuando eres un productor independiente, tienes menos poder pero más libertad. Es así, a más poder, menos libertad. Con Antidistubios pasó una cosa parecida, teníamos la idea de hacerla pero se abandonó. Para mí, lo más grave no es que estos mandatarios de una compañía importante, que se juega mucho dinero, decidan invertir en un sitio y no en otro. Claro está que me gustaría que invirtieran en temas como la Guerra Civil, pero eso por sí mismo yo no lo tildaré como censura. Lo que sí que es lamentable es que estos directivos sientan presión por parte de la sociedad y por poderes económicos y políticos a la hora de tocar un tema tan importante, tan necesario, como es la Guerra Civil. Si esta gente no sintiera estas presiones y tomara decisiones puramente artísticas y financieras... Pero es que a ellos no los compensa por el malestar que se genera: tú hablas sobre la Guerra Civil en un bar, o haces un libro o una película sobre este tema, y hay un malestar alrededor. Un malestar motivado por millones de movidas que tienen que ver con la educación, con los 40 años de dictadura y con lo que se hizo, bien y mal, en la Transición. Y con el clima beligerante y de crispación que vivimos desde hace años en la política y en la sociedad española. Eso es lamentable, y no tanto que un empresario tome una determinada decisión. Y me parece muy grave que sintamos este malestar de gran parte de la sociedad a quien no le gusta que se hable, cuando tendría que ser necesario, incluso fascinante, hablar de nuestra historia.