El hemipene de la serpiente macho, los pterigopodios de un tiburón, el hectocótilo del señor pulpo o el exageradamente largo gonópodo de los percebes (en estado de erección, unas 10 veces el tamaño de su cuerpo; y quizás de ahí el nombre científico del preciado crustáceo: Pollicipes pollicipes) son estructuras anatómicas análogas a la polla de los mamíferos. Pero no todos los animales varones tienen polla. La inmensa mayoría de los pájaros, por ejemplo, tienen una suerte de cavidades asquerosas (llamadas cloacas) que se abren cuando follan. Sólo un 3% de las aves tiene polla, y en tan escueta lista encontramos los ánades, gansos, cisnes, avestruces y bichos similares. El caso más formidable es, quizás, el del pato, y no sólo por su tamaño descomunal —puede llegar a ser más largo que el mismo pajarraco—, sino por su curiosa forma de sacacorchos y la velocidad a la cual consigue empalmarse y eyacular, en sólo fracciones de segundo.

¿Que por qué sé todo esto? Porque me gustan los documentales de naturaleza bastante más que la naturaleza. ¿Que por qué empiezo la reseña de un tebeo hablando de pollas con forma rara? Pues porque, en primer lugar, se trata de un tebeo de Roger Pelàez, autor con un proverbial gusto por los chistes de pollas. Y también porque el mismo Pelàez me lo ha puesto a huevo con la dedicatoria del libro, un simpático Satanás de Els Pastorets con pene helicoidal que reza en el bocadillo: “Tengo la polla como la cola de un tocino. ¡A todo el mundo fascino!”. Me lo dibujó tras la presentación de su despollonante nuevo volumen editado por Males Herbes: Ejaculant diarrea. Dues-centes vint-i-dues brometes psicodislèptiques d’en Roger Pelàez. Y como afirma el personaje de una de las viñetas del cómic, “los estudios del hombre, ya lo veis… Siendo una ciencia aparentemente infinita, ¡siempre se acaba hablando de pollas!

Roger Pelàez es una aleación de Diógenes de Sinope con el Diablo de Tasmania de los ‘Looney Tunes’, y sin ningún tipo de filtro moral

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222 páginas de papel “para limpiarte las corridas”. Foto: Roger Pelàez / Males Herbes

No tener farlopa no me da miedo

Quien haya presenciado su espectáculo “demagógico, fantasmagórico e irresponsable” (por ejemplo, a lo largo de los 7 años lleva llenando el Antic Teatre), intitulado igual que el libro, puede hacerse una idea de cómo fue la presentación del pasado jueves en la sala La Deskomunal, en el barrio de Sants. Sobre un escenario (y también debajo), Roger Pelàez es una aleación de Diógenes de Sinope con el Diablo de Tasmania de los Looney Tunes, y sin ningún tipo de filtro moral (si bien no exento de consciencia política y una desarmante lucidez). O, como dice Joan Ferrús, este humorista “habla siempre como si faltaran 20 segundos para que lo fusilaran”. Y así, entre porrazos a la pared, patadas al pie de micro y cervezas bajadas a toda velocidad, el autor empezó proponiendo una campaña nacional de Verkami para comprar misiles a Putin para que nos los lance y así incluir nuestro patético país en la geopolítica mundial, amén de rogarle que lo haga sobre el cementerio de Montjuic para así magnificar el consabido victimismo catalán con el cómputo de cadáveres, porque, de todos modos, ¿quién puede diferenciar a un catalán vivo de un muerto? Luego dio rienda suelta a su desternillante verborrea y alternó ocurrencias sobre Jaume Asens, apologías del asesinato, fotopollas paternas y pajas post mortem (también paternas) con canciones (el circunspecto Vidal Soler daba el contrapunto acompañándolo a la guitarra), entre las cuales el ex-vocalista de la mítica banda punk Budellam incluyó alguno de los temas más conocidos de Zombi Pujol, su actual grupo, como No tenir farlopa no em fa por. Pero del libro, como era de esperar, no dijo ni pío (de hecho, aconsejó al respetable que no lo comprásemos, o que, si ya lo habíamos hecho, reclamáramos a la editorial la devolución del dinero). Así que hemos juzgado necesario hacerle una breve entrevista. Va por ustedes:

En los tiempos en los que la mentira gobierna policial y militarmente, la obviedad parece algo totalmente nuevo y deslumbrante

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Que no falten las pollas. Foto: Roger Pelàez / Malas Hierbas.

¿Qué diferencia Ejaculant diarrea de tus corridas gráficas anteriores?
En realidad, no demasiado, siguen siendo chistes pretendidamente frescos y espontáneos. Juegos de palabras deplorables, insultos más o menos elaborados y cosas tan obvias que parece que no hace falta que nadie las diga porque todas ya las sabemos. Pero como tampoco las dice mucha gente, porque parece que no haya que decirlas, pues yo soy uno de los que las repite. Porque en los tiempos en los que la mentira gobierna policial y militarmente, la obviedad parece algo totalmente nuevo y deslumbrante.

¿De dónde salen los chistes del libro?
Provienen de un fanzine que se llama Delenda Est Barcino y que viene a ser como el programa de mano de mi del show que hacemos mensualmente en el Antic Teatre. Cuenta con que vienen entre 40 y 70 personas a cada show, pues esta gente son los que los han visto. Evidentemente, en el show a veces cuento alguno de los chistes que dibujo, pero los chistes que explico en el show suelen ser de la serie “Cultura del No”, unas tiras más garrulo-pedantescas que aparecen semanalmente en el portal Nativa. El proceso de compilar los dibujos fue que Ramón de Males Herbes y yo nos juntamos en casa con las fotocopias del fanzine en A3, porque estamos medio cegatos y el fanzine es una cosa micro-rococó en cuanto al amontonamiento, y fuimos eligiendo ahora uno él, ahora uno yo. Diría que los que elegí yo son mejores que los que eligió él. Pero, sinceramente, tampoco te sabría decir cuáles son. Usar los parámetros “Chiste bueno/ chiste malo” para juzgar el libro es complicado, porque normalmente los más buenos son los más malos.

Un chico que vino al show me dijo ‘¡Si pusieras un chiste en cada página en vez de treinta y cinco, podrías llegar a ser la nueva Flavita Banana!

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Uno de los chistes, no necesariamente de los mes buenos o malos. Foto: Roger Pelàez / Males Herbes

Esta vez el formato es cuqui y limpio, como los tebeos de Charlie Brown o Mafalda…
Fue idea de los editores, pero es una idea que me va repitiendo bastante gente. De hecho, un chico que vino al show me dijo “¡Si pusieras un chiste en cada página en vez de treinta y cinco, podrías llegar a ser la nueva Flavita Banana!” Y bueno, no creo que pase, pero me hizo gracia que este paciente espectador lo pensara. Sinceramente, te diría que prefiero poner 35 chistes por página, primero porque creo que funcionan por acumulación, porque creo que ponerlos en una sola hoja (los míos y los de quién sea) lo encuentro un poco pretencioso, y, finalmente y no menos importante, porque creo que se tiene que ahorrar papel. ¿De qué sirve tener un hijo y plantar un árbol si el papel que has gastado en tu vida equivale a quince hayedos de Jordà? El papel se tendría que hacer con carne humana de hijo. Muchos quizás nos abstendríamos de escribir tantas tonterías.

Diría que tus referentes se encuentran en revistas pretéritas de humor cafre como El Víbora o Makoki. La autocensura de los dibujantes parece haberse impuesto en las últimas décadas… ¿Qué piensas del cómic y la ilustración actual?
Puede ser que ahora la gente haga más historieta auto introspectiva, ombliguista y de trabajar las emociones. Creo que es casualidad y un poco no lo es, porque este tipo de cómics son los que al mercado gusta de vender y mover. Puede ser que la gente piense “Quiero un cómic que llegue a la gente, necesito el mercado, voy a hacer lo que el mercado dicta”, o puede ser que, sencillamente, la gente que lee los tebeos que el mercado vende, acabe haciendo tebeos como los que el mercado vende porque son los que ha leído. En realidad me la sopla, ¿eh? Que cada cual haga lo que le sirva. Y también es cierto que hay fanzines y editorialitas que sacan cosas superpasadas de rosca y de humor extremadamente selvático. Solo hay que buscarlos, si tienes ganas.

¿Alguien te reivindicará cuando estés muerto?
¡Ja, ja, ja! Entiendo que lo dices por un chiste recurrente que suelo hacer que dice “Qué ganas de estar muerto y que algún gilipollas me reivindique”. La verdad es que no sé cual de las dos cosas de la frase me apetece más cada día. Hay días que tengo ganas de estar muerto, y hay días que tengo ganas de que algún gilipollas me reivindique. Las dos cosas a la vez es un chiste. Porque una vez muerto no te enteras de nada. Igual que vivo, pero en muerto.