Pocos artistas son tan prolíficos como Rojuu. Con nueve álbumes a sus espaldas y tan solo 22 años, presenta su nuevo disco 62 Starz. Quedamos con él para que nos explique todo su universo sonoro: un álbum sobre perros y su colaboración soñada con Camela.
Si alguna vez te digo que alguien ha necesitado publicar un recopilatorio de sus mejores canciones antes de cumplir los 18, seguramente te parecerá un acto atrevido, incluso pretencioso. Pero pocas carreras son tan prolíficas y significativas para la vanguardia musical de nuestro país como la de Rojuu. Nueve discos, más de seis EPs y una cantidad casi inabarcable de sencillos, entre colaboraciones y canciones que se publicaban por necesidad más que por éxito comercial. La discografía de Roc Jou (Barcelona, 2003) (hijo de Laura Jou e Ivan Morales), es casi tan extensa como diversa. Del pop a la electrónica, pasando por estructuras hyperpop, bases neo trap, drill, estilo mumble cloud, colaboraciones con Amaia, Julieta, Mushka o Alizzz, pero también con Sticky M.A, Saramalacara u Orslok, hasta homenajes a Camela. Todo tiene cabida en su universo. Comprenderlo puede llegar a ser complejo, por eso nos reunimos con motivo de su último lanzamiento, 62 Starz, para saber un poco más.
Pocas carreras son tan prolíficas y significativas para la vanguardia musical de nuestro país como la de Rojuu
Una mirada fantasma
Recién aterrizado de un viaje de tres meses a Japón —“es el máximo que me permitía el visado”—, nos encontramos en el Angel Sound Studio, meca de la música que está por venir en Barcelona, por donde han pasado artistas de renombre como Rosalía, Bad Gyal o Rigoberta Bandini. Sin quitarse el anorak y con ese peinado platino desgastado que hace difícil verle los ojos tras las gafas, explica: “Roc soy yo como individuo, vivo con los pies en el suelo, y Rojuu es el extracto más fantasioso, sentimental. Es como una liberación, en cierto modo. Al mismo tiempo, es un oficio y mi vertiente musical a la hora de expresarme”. Ese personaje que lo acompaña desde los quince años genera cada vez más expectativas, pero a él parece no afectarle. “No siento mucha presión externa, como mucho es una especie de mirada fantasma. Sé la recepción que pueden tener ciertas cosas cuando las estoy haciendo. Entre mis seguidores hay fans que prefieren una movida más pop y otros más experimentales. Intento tocar todos los palos si surge, pero creo que en el arte no hay que trabajar para nadie más que para uno mismo”.

Considera su discografía como un viaje, una travesía. “Es una evolución constante: mejoras, cambias, y entonces lo que sale es diferente. Con nostalgia, hay cosas que pueden parecer mejores, pero creo que lo más importante en un proyecto es poder evolucionar. Me parece muy interesante, tanto en mi carrera como en la de otros artistas, ver momentums significativos, puntos de inflexión y qué hay detrás de las personas en cada momento. Empecé muy joven, era un adolescente, un niño con inquietudes y descubriendo el mundo. Ahora soy un poco más maduro —tampoco mucho—, pero sí tengo otras maneras de enfocar las cosas, con una identidad renovada, y entiendo mis diferentes identidades”. De esos hitos, destaca su disco KOR KOR LAKE, cuya portada firmó Filip Ćustić. “Hicimos el disco con Sonido Muchacho, y fue el primer y único álbum con una discográfica detrás, con una ambición más pop. Es posiblemente el momento más sólido de mi trayectoria.” Pero si hay un disco para entenderle y empezar a descubrirlo, es sin duda Roku Roku. “Marcó una estética y una personalidad que la gente reconoce cuando se imagina a Rojuu. Fue el inicio de una tendencia dentro de España. Era el inicio de esta pseudogeneración hyperpop. No me gusta llamarlo del todo hyperpop, porque está alejado del origen queer del género, pero la sonoridad se inspira en eso. A partir de ahí nacieron muchas ramificaciones. Si quieres más pop, te vas a KOR KOR; ¿quieres más delirio? Los Sueños de Nube; ¿más todavía? Pues escucha los EPs”.

A lo largo de estas ramificaciones y declinaciones, ha podido colaborar con grandes artistas. Su idea siempre es conectar con quien trabaja, que nazca de una amistad previa. “Y se nota mucho cuando he repetido colaboraciones con Saramalacara o Sticky”, pero destaca la de Amaia, que surgió por petición de la exconcursante de OT. “Ella quería una colaboración para su disco y me cae extremadamente bien, pero fue una forma de trabajar diferente. También estaba Alizzz detrás de la letra, y era algo a lo que no estaba tan acostumbrado. Pero fue muy guay. Subí con ella al escenario del WiZink, y era un público completamente nuevo para mí. Fue muy divertido, porque luego estuve con su tía abuela, que era muy maja.” Su mánager, al fondo del estudio, le recuerda cómo casi no le dejaron entrar en el afterparty de ese concierto. “¡Cierto! Iba con un parche, y acabé vomitando on the dancefloor. Ahora lo pienso y seguro que es una buena anécdota familiar que deben recordar”.

Una vida muy perra
El camino de las colaboraciones le ha llevado a lanzar su último trabajo, 62 Starz, junto a evilgiane, jefe del colectivo y sello estadounidense Surf Gang. Gracias a conocer a su mánager durante el Primavera Sound 2024, este se sumó a su tour americano. “Me enviaron un pack de beats mientras yo estaba trabajando en la próxima mixtape, y fue como: wow, quiero trabajar con él. La escena en la que está es muy interesante y tienen un sonido que es la vanguardia absoluta. De ahí salió Family Mart. Luego, cuando fuimos a Latinoamérica, en cada país —México, Colombia, Chile, Argentina— pillábamos una sesión de estudio, escuchábamos beats y grabábamos directamente. El sonido del disco es un poco ese: cinco de la mañana, coges un avión, concierto, cambio… todo muy ajetreado. Es todo muy abstracto, bizarro, cargado, y marea. A mí me mola ese rollo, y que se plasme en el mix.” Es posiblemente su trabajo más experimental, que define como “colegas haciendo ácido y pintando con plastidecores sin sentido.” Pero dentro del disco hay grandes momentos de lucidez, como egotrips y vaciles de estilo yanki, e incluso referencias a Ada Colau. “Lo único que sé de Colau son los parques que ha hecho, que están muy guays, me molan. Y también me mola esa falca, ese meme, donde se le echan las culpas de todo a Ada Colau. Estaba en Japón y me vino a la cabeza y decidí ponerlo.”

Pero como trabajador incansable, ya tiene la mente puesta en su próximo disco, que verá la luz a mediados de año. “Venía de hacer algo medio cómic, medio álbum, y ahora tengo ganas de hacer un disco puramente musical. Empezamos a trabajar en Tus ojos olvidaron llorar, que sacamos en septiembre, y a mí me gustaba mucho. Ese camino me interesaba. Soy amante de los perros y veo referencias por todas partes: Hora de Aventuras, con Jake el perro y Finn el humano, Barcelona llena de perros y mi casa también. Quiero que ese nuevo universo esté centrado en los perros. Siento que es algo muy mío con lo que también se puede identificar mucha gente. Musicalmente, es muy interesante porque, en lugar de poner una batería o un tambor, pones un ladrido, un aullido, un llanto de perro.” Durante un rato sigue desarrollando las capacidades de ese universo y cómo interactúa con la electrónica. Para él, los recursos son infinitos, delirantes. Si puedes imaginarlo, puedes hacerlo. Por eso, siempre quedan cosas por hacer. Pero cuando le preguntamos si ahora mismo tuviera que dejar su carrera, qué sería lo que más le dolería no haber podido hacer, lo tiene claro: “Ahora mismo, algo que se me quedaría pendiente sería… Me queda pendiente una colaboración con Camela o… con Alaska. Tengo una canción donde sampleo a Camela, pero sueño con una colaboración. Después de hablar tanto con ellos, coincidir en fiestas y decirme cuánto les gusta mi proyecto, si no saliera sería como… ¿Justo ahora me cortáis las alas?”.