El jueves 26 fue un día agitado y caótico en Catalunya. El azar tiene vericuetos extraños, y una jornada de manifestaciones, proclamas por todas partes y actividad frenética en el Parlament, en el Senado y en los despachos, coincidió con el estreno, en el Teatre Romea d'El laberinto mágico, una adaptación de Ernesto Caballero de un conjunto de novelas de Max Aub sobre la guerra civil: CampoCerrado (1943), Campo de Sangre (1945), Campo Abierto (1951), Campo del Moro (1963), SCampo Francés (1965) y Campo de los Almendros (1968). Un montaje épico sobre la lucha por la libertad en la guerra civil, pero también sobre la desdicha de los derrotados. Un texto que parecía hecho aposta para un día como este. La obra se podrá ver hasta el 5 de noviembre.
La épica y el drama de la guerra
El laberinto mágico pretende ser un fresco de la guerra civil a través de la trayectoria de diferentes personajes con perfiles muy diversos. Las escenas colectivas, en que participan todos los actores, ayudan a crear esta dimensión coral de la obra. Buena parte de la obra no se escribió durante la guerra, sino después, en la amargura de la derrota y el exilio. Por eso, si bien constituyen un manifiesto en defensa de la ideología republicana, se alejan mucho de la propaganda bélica, y contemplan el drama bélico en todas sus dimensiones: las muertes de civiles en bombardeos, el abandono de la comunidad internacional, los abusos en la retaguardia, el hambre, la separación de los luchadores y sus familias, el exilio... Y, a pesar de todo, es un canto a la dignidad de los luchadores republicanos, incluso en sus peores momentos. Max Aub incorpora una galería de personajes muy representativos: de la prostituta a la espía, del miliciano convencido a la adolescente enamorada... Unos personajes que no podrán tener una existencia normal porque verán su vida cotidiana rota por la guerra, que todo se lo lleva por delante.
Una obra de perdedores
La obra de Max Aub no es nada optimista. Es una obra, básicamente, sobre la derrota, sobre el drama de aquellos que lucharon por la libertad y perdieron la vida, la familia, la proximidad con su tierra... Es la guerra vista desde los ojos de los vencidos. Max Aub refuerza el toque dramático de la obra presentando a muchos personajes que morirán antes de su fin. Son los mismos personajes, en una especie de feedback dramático, quienes explican al público, en primera persona, su muerte. La sobriedad del escenario, los juegos con la iluminación apuntan a la inevitable derrota final. Pero al mismo tiempo, las escenas colectivas con el conjunto de los autores unidos en un mismo espíritu, a veces lúdico, pero a menudo combativo, refuerzan la épica del texto.
Max Aub y 4 pasaportes
Max Aub (1903-1972) era de padres alemanes, nació Francia, se instaló en España con 11 años, y se exiló en México, donde moriría. Acabaría su vida, pues, con cuatro pasaportes. A pesar de todo, escribió siempre en español, aunque en algunos de sus escritos intercala a veces expresiones en catalán, pues vivió mucho tiempo en València. Parece ser que hablaba un catalán muy correcto; se hizo amigo de Joan Salvat-Papasseït, y viajó mucho por Catalunya. Desde muy joven simpatizó con las fuerzas de izquierda y se hizo militante del PSOE, aunque venía de una familia acomodada. Durante la guerra civil colaboró con el gobierno republicano. Tras la derrota, fue internado en los campos de la Catalunya Nord, y más adelante fue deportado a Argelia, donde fue cerrado en el campo de concentración de Djelfa, que describiría en un libro aterrador. Conseguiría salir de Argelia e irse a México. Se instaló allí y hasta 1969 no retornó a España, para una breve estancia. Haría un segundo viaje el año antes de morir, en 1971. Pero estas estancias le dejaron un sabor agridulce, aunque estableció colaboraciones con algunos intelectuales antifranquistas como Joan Brossa. Literariamente se le ha adscrito a la generación del 27; con los miembros de la cual mantenía muy buena relación (Alberti, Salinas, Gerardo Diego...). Max Aub también pintaba, pero lo hacía con un heterónimo: Jusep Torres Campalans.
La adaptación
No fue fácil reducir la obra magna de Max Aub, que pretende ser una crónica del conjunto de la guerra a un espectáculo para ver en una sola sesión (en realidad, la primera versión teatral era de 12 horas). El laberinto mágico es una obra que se basa en un cambio continuo de escenarios y de personajes, con el fin de darle este aspecto de montaje coral que se ha querido darle. Para realizar esta obra, que pone en acción a muchos personajes, se ha contado con 15 actores, cada uno de los cuales interpreta a varios personajes: Juan Carlos Talavera, Javier Carramiñana, Paco Celdrán, Bruno Ciordia, Jorge Kent, Ione Irazabal, Jorge Machín, Paco Ochoa, Paloma de Pablo, Marisol Rolandi, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa, Karina Garantivá, María José del Valle y Pepa Zaragoza. La tarea de adaptación dramática del extenso texto de Aub ha ido a cargo de José Ramón Fernández.
Aub en estado puro
Caballero consigue reproducir la tensión dramática de la obra de Max Aub y la traslada al escenario con el punto de vanguardismo que tiene toda la obra de éste. El laberinto mágico sintetiza el drama de la guerra civil con toda la espectacularidad que ofrece una puesta en escena de una gran magnificencia. El Romea consigue, en estos días convulsos, poner todo el drama de los años treinta al servicio de la reflexión sobre la situación actual. Una obra espectacular que no podía ser más oportuna.