Rufus Wainwright, el cantautor de nombre impronunciable y repertorio extra sensible, vuelve este domingo a Barcelona para participar en el festival Les Nits de Barcelona. Será una noche íntima e intimista, en la que el músico canadiense solo hará uso de su voz hipnotizante y, dependiendo de la canción, su guitarra o su piano. "Hubo un tiempo en que era bastante común que un cantautor saliera y tocara sus canciones en solitario para mucha gente, pero eso ya no existe", ha explicado el artista a la agencia EFE, añadiendo que cree que es "uno de los únicos que lo hace, así que creo que se ha convertido en una habilidad única que tengo".
Un nombre habitual de nuestros escenarios
El popular músico, hijo de los cantautores folk Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, además de hermano de la también cantante Martha Wainwright, irrumpió en escena a finales de la década de los 90, distanciándose de los sonidos abrasivos de la escena alternativa de la época para destacar con un pop preciosista de detalles ampulosos. Si aplaudido fue su primer disco, Rufus Wainwright, aclamadísimo fue su segundo trabajo, Poses (2001), álbum que le abrió las puertas del reconocimiento internacional.
Desde entonces, ha modelado una larga trayectoria en que, sin abandonar el pop más encaramado, se ha ido aproximando a las formas del musical (Judy Garland siempre ha sido su principal referencia e influencia), la música clásica y lo opera. Así surgieron títulos como Want One (2003), Release the stars (2007), Out of the Game (2012) o Take All My Loves: 9 Shakespeare Sonnets (2016) o el último Folkocracy (2023), trabajo de versiones de clásicos del folk en que reformuló piezas como Neil Young, Van Dyke Parks o Peggy Seeger que el año pasado ya presentó en la capital catalana, esta vez dentro del cartel del festival Grec. De hecho, nombre habitual de nuestros escenarios, el verano del 2022 también pasó por tierras catalanas, aquella vez en el Festival de Peralada, donde llevó a escena la ópera Hadrian, basada en la figura del emperador de este nombre.
Un monstruo de dos cabezas
"No soy un guitarrista increíble", insiste. "Simplemente, subo y toco, es más como si estuviera en una fiesta o cantando con los amigos. Pero cuando voy al piano, tiendo a ser más sofisticado y más matizado. Al final, la experiencia es muy amplia", apostilla Wainwright sobre su relación con estos instrumentos. Lo que da un sentido unitario a esta unión instrumental es su voz, ya que el cantautor se considera a sí mismo como "un monstruo de dos cabezas". "Está Rufus, la persona, y después hay Rufus, el cantante. Y el cantante es increíblemente voraz, increíblemente feroz, increíblemente hambriento, y parece devorar todos estos géneros y giros musicales diferentes y después disfruta escupiéndolos al público. Y es curioso, porque yo no soy este tipo de persona. Soy mucho más sensible y me asusta el mundo", detalla el cantautor. A eso suma que "cuando abro mi voz y sale, es como otra criatura a quien tengo que satisfacer. Así que sí, creo que es mi voz de cantante la que devora todo tipo de música. Y digo que puede sonar egoísta, pero realmente no lo es. Puede ser alguna cosa fabulosa tener una voz como la mía, pero también puede ser algo bastante agotador, porque siempre hay que alimentarla".
Cuando abro mi voz y sale, es como otra criatura a quien tengo que satisfacer
Más allá del cambio de registro instrumental, en sus recitales se da también una variación de géneros musicales constantes, que van del pop o el folk a la ópera, cosa que para Wainwright no hace más que sumar capas de complejidad a su música. "No pienso en las similitudes ante las diferencias. Si tuvieras que definirme como alguna cosa, es como alguien que ama un verso bello. Disfruto con una melodía elegante y cambios de acordes interesantes. Y eso existe en todo tipo de música. En todo caso, busco más las semejanzas que las diferencias", comenta el artista. Su sensibilidad le viene de lejos, ya que, como explicábamos, es hijo de los cantantes de folk Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, por lo que la música siempre ha estado presente en su casa, tanto que a los cuatro años ya sabía que quería ser artista y como disfrutaba de los medios para eso, tuvo "10 años más que nadie para centrarme en mi sueño artístico". Eso ha llevado a Wainwright a tener una vida itinerante marcada por la música: "Este es mi pan de cada día. Vengo de una familia de trovadores. Mis padres, los dos cantantes, y mis hermanas lo son. Y como Wainwright-McGarrigles, viajamos por el mundo y cantamos por|para nuestro pan".