En el mundo de la actualidad literaria existen dos tipos de personas: las que suspiran por Sally Rooney y las que bostezan por ella. La escritora dublinesa acaba de sacar su tercer libro, Dónde estás, mundo bello, una novela por la que 50 librerías de Reino Unido abrieron antes de su horario habitual el día de su publicación. Será que Rooney, indiferente, no deja. ¿O es el marketing a su alrededor lo que embriaga y seduce? No podemos saber del cierto si es antes el huevo o la gallina, aunque a la escritora se la haya catalogado ya como la voz de los millennials, la “Jane Austen del precariado”, “la Salinger de la generación Snapchat”. Algo parecido a una comedida Belén Esteban de las treintañeras del mundo.
Sally Rooney puede escribir sobre la generación millennial porque pertenece a ella. A sus 30 años, es testigo de la precarización, el desasosiego y la incertidumbre que se ha cebado con los nacidos entre 1981 y 1996. También de la crisis mundial de los refugiados, de la concienciación medioambiental, de la que posiblemente sea la cuarta ola del feminismo y de la revolución tecnológica. Pero sus prototipos son normativos los personajes modelos que hablan en sus diálogos están sobados y algunas escenas chirrían en un contexto digital. Ni rastro de personas racializadas. Argumentos de chica conoce a chico y se enamora y lo complace. Y aunque sí se habla de la emergencia climática, es a través de correos electrónicos eternos y no desde una videollamada distendida entre amigas. Todo el mundo literario habla de Rooney, aunque más que dedicarse a analizar la calidad de su obra, la marea de opiniones y tertulias ha echado gasolina al fuego de la fama hasta convertirla en fenómeno.
El peligro de las expectativas marketinianas
Personalmente, acabado el hype inicial me llegó la desidia. De forma bastante inmediata. No me vi capaz de seguir girando páginas para terminar la tercera novela de Rooney, deshinchada y molesta por estar perdiendo el tiempo. Novelizar la realidad – o lo que alguien cree que es la realidad, o su realidad concreta, o lo que quiere plantear como realidad para un sector poblacional – ¿es un ingrediente suficiente para encandilar al lector? La redondez de una novela probablemente es, debería ser, multifactorial: el estilo diferencial, la buena narrativa, la profundidad de los personajes, la evolución de la trama, la capacidad de poner la carne de gallina a la mayoría, el despertar de la consciencia. No se consigue con los diálogos vacíos de cita Tinder o los datos wikipédicos sobre la crisis climática, elementos que parecen más un copiar-pegar que producto de una acción reflexiva.
El mercado literario genera unas expectativas muy altas en el público lector, sobre todo en aquellas personas que se sienten interpeladas por el discurso fetiche del fenómeno Sally Rooney. Funciona así: se construye un relato apetitoso, codiciable y de buen tragar; se promociona como la verdad objetiva y absoluta; y cuatro intelectuales del mundillo acatan la estrategia y se la hacen suya añadiendo puntos de vista cultos, analizando la psicología de la autora refinadamente, con criterios bien sintonizados. Y ya está, molde genérico creado y a vender libros como churros - y series exitosas, incluso, como la adaptación de su segunda novela, Gente normal. Al final una, como editorial, corre el riesgo de haber apostado por una bola de nieve que se deshace al menor cambio de temperatura. La expectativa puede ser la peor enemiga del éxito. Pero convencido el público, complacida la hucha.
La expectativa puede ser la peor enemiga del éxito; pero convencido el público, complacida la hucha
De hecho, la propia escritora ha dicho por activa y por pasiva que no quiere tener relevancia cultural. Pero para querer aislarse del prestigio, en su último libro ha construido un personaje femenino muy similar a ella: chica blanca, escritora de treinta, abnegada de popularidad y poco dada a tener una personalidad arrolladora. Alice podría ser Sally. Pero seamos claros: ¿si una quiere alejarse del debate público, fabrica una protagonista tan similar a sí misma, vulnerable de sufrir comparaciones y sensible a generar polémica?
Los mismos estereotipos de siempre
Da la sensación que en Dónde estás, mundo bello se habla de lo de siempre, pero los mismos estereotipos rancios se han perfumado de rebelión porque los escribe una chica de la generación millennial. Que si su estilo simplista esconde en realidad un análisis penetrante sobre las penurias de tener 30 años en una realidad incierta. Que retrata relaciones tóxicas, pero deja entrever el trasfondo de las causas y de los personajes, mucho más complejos que sus actos. Yo solo veo discursos reduccionistas, miradas simplistas y circunstancias previsibles.
Sally Rooney aburre. No tanto quizás por los temas que trata, sutilmente rebozados de la fatiga mental presente en toda su generación. Son los diálogos superficiales y anodinos de los protagonistas que, sin guión gramatical para introducirlos, contribuyen activamente a que el lector pierda el interés. También la poca evolución psicológica de los personajes, que son igual de desconocidos en la página 23 que en la 215. En la era de la comunicación, de la naturalización de las terapias y del virtuosismo de la inteligencia emocional, ¿por qué los personajes de Sally son igual de retraídos que nuestros padres? ¿Por qué no aprovechar el caldo de cultivo social para crear personalidades más trabajadas, psicologías menos ancladas en el pasado del silencio y del qué diran?
Rooney pasa de puntillas por todo, como un selfie colgado en cualquier red social. Aunque aporta pinceladas de realidad, su prosa es la mirada injusta de una generación que vive con más ansiedad que la anterior, que trabaja en la hostelería o en un almacén para costearse los estudios, que vive al día - aunque esta novelista tenga tiempo de irse a la Toscana a escribir y, entre merchandising y perspectivas de futuro, pueda tomarse un respiro para pensar en el siguiente argumento, con la cuenta del banco en números verdes. No es que no me alegre por ella, que no se lo merezca. Pero me da que el título de narradora de los millenials es, precisamente, un producto contra millenials para construir un espejismo de triunfo y tenernos esperanzados, calladitos. Y es que si la trama de Sally Rooney se escucha como la voz de todos, ¿con qué cara vamos a mantener que somos los hijos e hijas del cambio?