Joan Salvat-Papasseit, poeta, articulista, precursor de las vanguardias en Catalunya, de estrecha relación con un primer futurismo murió el 7 de agosto de 1924 en Barcelona. Un caso paradójico en nuestra cultura: se le reivindica como uno de los poetas más importantes en lengua catalana y a la vez se le considera un autor comprometido ideológicamente con el anarquismo.
En Catalunya, Papasseit siempre ha tenido militantes en su poesía: la mayoría de estudiantes de bachillerato se lo han encontrado a la selectividad o en exámenes. Este hecho ha ayudado a la difusión de la obra, principalmente de la más conocida: L'irradiador del port i les gavines (1921). En el terreno académico y divulgativo, la tarea de la editorial Lo Diable Gros es admirable: habiendo publicado un volumen extraordinario como L'incendiari de mots. Cartes inèdites, articles i poemes esparsos (2019), ahora ha publicado una obra completa con el título JS-P (Joan Salvat-Papasseit) y edición al cuidado de Jordi Martí Font. En todos estos trabajos destacan los estudios de Mei Vidal y Ferran Aisa (comisario del Año Joan Salvat-Papasseit), que los últimos años han escrito monografías y artículos en los cuales nos han dotado de herramientas de estudio de la poesía de Papasseit .
Paralelamente, otras editoriales se han sumado a la celebración. Grup 62 en la colección de poesía ha publicado otra obra completa al cuidado de Jordi Cornudella con un prólogo de Enric Casasses para mojar pan: como dice, Salvat no murió joven: vivió joven. Además, la Editorial Barcino ha publicado una monografía de Ferran Gadea con el título Cada herida la sangre de un poema poniendo énfasis en la recuperación de Salvado después de la dictadura. Agustin Comotto ha hecho un libro ilustrado para el editorial Comanegra con el título Salvat-Papasseit. L’esplendor davant l’abisme. Y pronto aparecerá una nueva edición de El poema de la rosa als llavis con ilustraciones de Narcís Comadira.
El poeta que leen los poetas
El centenario de la muerte de Salvat, es decir, de Joan Salvat-Papasseit, es otra oportunidad por conectar la tradición literaria con su contexto: entender el valor político de su obra. Como destaca Jordi Martí Font, se trata de una batalla contra el relato hegemónico que la derecha ha creado sobre la tradición. O bien, como defiende Ferran Aisa, Papasseit tiene una postura clarividente en contra de los conflictos armados (se opuso a la Primera Guerra Mundial). A todo eso, podemos sumar el componente biográfico de un autor que vivió en la miseria, y que le otorga un valor específico. Si bien, posteriormente, hemos recuperado figuras como Santiago Rusiñol por su valor bohemio, Papasseit, como un poeta obrero y del pueblo, tiene un valor característico e incontestable que ha permitido su pervivencia.
Papasseit, como un poeta obrero y del pueblo, tiene un valor característico e incontestable que ha permitido su pervivencia
Lo que es muy cierto es que Papasseit tiene una salud de hierro. La mayoría de los poetas contemporáneos lo leen, de la misma manera que Salvat dedicaba sus poemas a muchos de sus coetáneos. Como hemos comprobado, muchas editoriales se han sumado a la celebración del centenario, y volverá a estar en las librerías, aunque ciertamente ya estaba en ediciones de escuela. Salvat puede ayudarnos a conectar a otros autores con el contexto de la época: su antimilitarismo lo comparten escritores como Àngel Guimerà, una faceta totalmente desconocida del dramaturgo que después de años de silencio estrenó El Jesús que torna. El contexto anarquista permite, también, leer algunos de los dilemas de las obras del mismo Salvado, pero también Guimerà, Rusiñol o Ignasi Iglesias, del cual Adesiara presenta una nueva edición. Se podría hablar también de una materialidad, es decir, una presencia del cuerpo, singular en la poesía de Salvat. Que, más allá de la relación con la pertenencia a las vanguardias, lo conecta con los autores que hemos citado anteriormente. Salvat-Papasseit es una gran puerta de entrada a no girar la cabeza a nuestra tradición literaria más política que, desgraciadamente, no hemos recuperado.