En su poemario Concèntriques (editado por Voliana Poesia), Mercè Pardo Pastor reflexiona sobre la muerte de la mujer que puede llegar con el nacimiento de un bebé. Un deceso metafórico que inicia, en realidad, un proceso de tránsito de una existencia a otra muy diferente. M'enyoro, dice en uno de sus versos, desconcertada por la desaparición de esa persona que había sido antes de una maternidad que destruye cualquier expectativa, toda idea preconcebida. En uno de sus poemas, titulado Fràgils, escribe:
"A tu també se't trenca l'ànima quan la nena plora? No és l'ànima, se'm trenca el cos, els braços i les cames, que des de dins, rebenten l'esquerda. Si us plau, mentre mama, recull-me, feta bocins, de terra".
De alguna forma, las palabras escritas por Pardo podrían ser las de la protagonista de Salve Maria, nuevo film de la cineasta Mar Coll que mañana llega a las salas de cine. TTambién escritora, ahora en un doloroso paréntesis profesional y vital, entregada veinticuatro horas al día a poner los cinco sentidos sobre el pequeño Èric, agotada, Maria no puede más. No entiende por qué demonios no siente lo que se supone que debería sentir hacia su pequeño. El desapego la rompe por dentro, la culpa es una losa demasiado pesada. Probablemente, nadie le había hablado de la maldición del puerperio, de las depresiones que pueden llegar con esa nueva vida. Y, también probablemente, su compañero y padre del niño, que no deja de posponer la petición de un permiso de trabajo, carece de la más remota idea de que las maternidades disfuncionales son el pan nuestro de cada día.
Profundizando en los claroscuros de las maternidades disfuncionales
El punto de partida de Salve Maria está marcado por las ojeras que ensombrecen la mirada cristalina de esta madre arrepentida, que se sale de una norma supuestamente indiscutible que es completamente irreal, de una norma que es menos norma de lo que todos queremos creer. Cuando, en un Telediario, ve el caso de una mujer francesa que ha ahogado a sus bebés en la bañera, Maria empieza a fantasear con la idea del infanticidio. Y abre la puerta a una obsesión, a una pesadilla que es un puñetazo a un espectador que inevitablemente compartirá la fragilidad y la angustia asfixiantes de una protagonista que necesita imperiosamente poner nombre al infierno que está viviendo.
La nueva película de Mar Coll equilibra la intimidad realista y el retrato social de sus anteriores obras con la visceralidad propia del género: el thriller y el terror vehiculan el abismo que una desesperada Maria está a punto de saltar
Adaptación de la novela de Katixa Agirre Las madres no, la nueva película de Mar Coll equilibra la intimidad realista y el retrato social de sus anteriores Tres días con la familia (2009) y Todos queremos lo mejor para ella (2013) con la visceralidad propia del género: el thriller y el terror vehiculan el abismo que una desesperada Maria está a punto de saltar. El thriller y el terror se convierten también en las traviesas herramientas cinematográficas para que la cineasta, con la complicidad de su coguionista habitual Valentina Viso (y de la omnipresente y atmosférica música de Zeitia Montes), juegue a ser Polanski, o Hitchcock, o Haneke.
Y Mar Coll pega la cámara al sufrimiento de Maria, logrando que empaticemos con ella pese a los peligros y riesgos de la premisa, y entregándose a la milagrosa interpretación de Laura Weissmahr, primer protagonista para una intérprete que ha pisado a menudo los escenarios pero que es una casi debutante frente a la cámara. El pánico ante un cuervo intruso y una ventana que no cierra, el exhausto desconcierto por los vómitos y las lágrimas de un bebé que parece que nunca vaya a dejar de llorar, el convencimiento de que algo no funciona dentro de ella... El colapso y el alud emocional son infinitos, y Weissmahr se entrega en cuerpo y alma al viaje por una carretera llena de baches y curvas imposibles. Ninguna prueba, ninguna duda, de que la actriz recogerá varios premios tras el que acaba de llevarse en la Seminci de Valladolid.
El colapso y el alud emocional son infinitos, y Weissmahr se entrega en cuerpo y alma al viaje por una carretera llena de baches y curvas imposibles. Ninguna prueba, ninguna duda, de que la actriz recogerá varios premios tras el que acaba de llevarse en la Seminci de Valladolid
Salve Maria revienta tabúes sin querer ser pionera de nada, citando explícitamente a autoras que ya habían escrito sobre las oscuridades de la maternidad, como Adrienne Rich (“porque la línea que separa la lucidez de la oscuridad aún no se ha trazado”), Sylvia Plath (“oh, amor, ¿cómo has llegado hasta aquí? Oh, embrión, recordando, incluso en sueños, tu posición en cruz”) o Simone de Beauvoir (“se dice que las mujeres tienen enfermedades en el vientre, y es verdad que esconden dentro un elemento hostil: es la especie, que las arrastra”). Es probable que, a partir de ahora, la película de Mar Coll sea también un referente citado en aquellas ficciones o piezas literarias que quieran profundizar en los claroscuros de las maternidades disfuncionales, alternativas, que se salen de una norma no tan normal.