Nunca me gustaron los tatuajes. Ni siquiera era de aquellos que pensaba: algo pequeñito. Y suerte, o ahora tendría una ola del mar pequeñita en la muñeca. Cuando me fui de casa de mis padres, en la Rambla de Prim del barrio Besòs (Barcelona), lo tuve claro: quería las Tres Chimeneas en la piel. Esa era la imagen de mi infancia. La que vi mil y una veces cuando iba a visitar a mi abuela en La Mina, la de ir a fumar porros a la playa y la del domingueo con la familia, de chiquitajo, en la nudista de Badalona, Chernóbil —la llamábamos—, la que regentaba, siempre apoyada en el mismo chiringuito, la malograda y simpática Carmen de Mairena. En los mil y un aterrizajes que he hecho estos años en el Prat, siempre he mirado las chimeneas. Casa. Mi skyline. En los malos momentos, conduciendo la moto por las rondas con lágrimas en los ojos aireándome por un desamor, ahí estaban con sus puntos rojos parpadeantes. De adolescente intentamos colarnos en ellas, pero todavía tenían vigilancia (funcionó como central térmica hasta el año de su cierre en 2011): la empresa no se había vendido todo lo valioso; todo menos el hormigón, vamos.

El Besòs es una zona algo más que de extrarradio. Es un impás. Es vida a un lado y otro del río. A los de Barcelona no les importa un pepino Sant Adrià y viceversa

Ya siendo periodista intenté entrar bajo cualquier excusa: se oían rumores de especulación en la zona hasta que la plataforma Salvem les Tres Xemeneies intervino. Nunca me compraron las propuestas de reportaje. “Eso no interesa a nadie!”. El Besòs es una zona algo más que de extrarradio. Es un impás. Es vida a un lado y otro del río. A los de Barcelona no les importa un pepino Sant Adrià y viceversa. Una vez conseguí entrevistar al director del Museu de la Ciutat de Barcelona, experto en paisajismo, los estudios humanísticos y geológicos que preservan y ponen en valor los paisajes. No sólo Montserrat o el Delta del Ebre, sino todos los espacios monumentales, naturales o urbanos, plazas duras e incluso macizos feos de hormigón como las chimeneas, asociados a la memoria de las personas. A sus luchas y valores. Él había logrado hacer clase allí, ¡menuda suerte! Yo no pude entrar nunca.

Un espacio cerrado con alambre que solo ha podido abrir el capital

La apertura del complejo para el festival Manifesta 15 era un evento a fuego en el calendario. Un día grande. Pocas veces puede uno conocer a sus ídolos, verlos de cerca. Personarse ante el coloso. Hice una cola gigantesca, de la que disfruté. Día bellísimo, golondrinas sobrevolando el perímetro de las torres y personas de todo pelaje (menos de mi barrio), esperando. Galeristas. Modernos. Punks. Más allá del servicio de bar cuqui de fuera, ya dentro del recinto, se había pacificado todo y se habían intervenido los espacios. Había —por lo visto— muchos artistas, internacionales, implicados. Se había almacenado carbonilla de la que lanzaba el tótem de cemento. Y unos cuantos eslóganes. La Tate Modern barcelonesa. No entendí casi nada. Únicamente una pequeña salita recordaba la historia de la lucha de los obreros de la fábrica y la de mi barrio, uno de los últimos de Barcelona en tener servicios públicos básicos. No solo faltaban buses, como muestra bellísimamente El 47 (2024); muchos barrios de la capital catalana en los noventa, los que no salían en las postales, todavía no tenían casi nada.

Más allá del servicio de bar cuqui de fuera, ya dentro del recinto, se había pacificado todo y se habían intervenido los espacios. Había —por lo visto— muchos artistas, internacionales, implicados. Se había almacenado carbonilla de la que lanzaba el tótem de cemento. Y unos cuantos eslóganes. La Tate Modern barcelonesa. No entendí casi nada

Especialmente la zona de las chimeneas, nuestro mar, era un páramo. Las vías se cruzaban entre jeringuillas usadas varias veces, sucias de picos compartidos. Las fábricas tenían graffitis en las fachadas y no materiales satinados que escupen la tinta de los aerosoles. Ante el Mediterraneo no había más que arena y mierda. Ni un edificio de alto standing como los actuales. Ni un solo personaje con fular y bambas verde fosforito como el que paseaba entre el arte industrial y recatado en el que habían convertido el espacio de la antigua térmica. Las chimeneas de mi brazo no tienen nada que ver con las que ha comisariado no sé qué artista que ni conozco. De toda la bienal de arte Manifesta 15, un 39% de los artistas son locales. No sé qué significa ese dato. Lo leo mientras busco información sobre qué han hecho con el espacio, para orientarme. Para entender dónde está lo comunitario, lo popular, lo nuestro.

Las chimeneas de mi brazo no tienen nada que ver con las que ha comisariado no sé qué artista que ni conozco. De toda la bienal de arte Manifesta 15, un 39% de los artistas son locales. No sé qué significa ese dato. Lo leo mientras busco información sobre qué han hecho con el espacio, para orientarme. Para entender dónde está lo comunitario, lo popular, lo nuestro

“Imaginando futuros” se llama la muestra. Nunca hubiese imaginado que pagaría entrada por mi memoria. Ni que habría un bosque Frankenstein dentro de ella. Como si no fuese ya suficiente ciencia ficción el lugar, así sin cortar. Nunca hubiese pensado que: alambre de espino en el vallado o puerta monísima de diseño. O una u otra. Me parecía más lógico dejar el lugar en paz, que los míos, los charris, pudiesen plantar sillas y mesas bajo las chimeneas. Hacer merendolas. Que hubiera bicis pasando entre las torres. Ya que el Consorcio del Besòs ha renovado fachadas y forrado con rejas las barandillas, que pueda disfrutarse sin pagar. No pinta muy halagüeña la cosa: se prevé hacer un hub audiovisual en el espacio. Y la Generalitat ya ha aprobado el plan director urbanístico (PDU) de un nuevo barrio de playa con 1.783 pisos en el entorno. Vuelvo el coche, veo una señal de Zona azul. Ya me temía una multa, pero un simpático alemán acompañado de cuatro cockers de morro chato, me dice, “It finishes in september”. El espacio, vallado con alambre de espino, solo lo puede abrir el capital, y mis vecinos, mis nuevos vecinos solo hablan inglés.