La cantante y guitarrista de Pedreguer (La Marina Alta, País Valencià) Sandra Monfort publicaba recientemente su segundo disco La Mona, todo un universo compactado en 10 canciones llenas de fuerza y de empoderamiento, con voz dulce, arpegios de guitarra y electrónica. El título proviene del juego de cartas y recoge todo el imaginario tradicional que para ella es central. También sirve como nexo de unión de las dos escenas imaginarias donde mete el disco: por una parte, la casa de su abuela; dando un aire antiguo, dulce, de hermandad y colectividad. En el otro lado, un "puticlub roñoso de los 80, un poquito decrépito, desgastado pero bonito, poético, con terciopelo y elegante". Además, le gustaba la figura de la mona subiendo una moneda de oro: "En algunos lugares a la mona la llaman la puta de oros, es la solterona, la que nadie quiere y está tranquila y triunfadora". Monfort, también miembro del trío musical Marala, presentará esta misma noche en la sala el Heliogàbal de Barcelona su nuevo disco. Un trabajo por el cual ha obtenido el premio a mejor disco del año, mejor disco de pop y mejor canción del año con Moreneta a los Premios Carles Santos de la Música Valenciana. La canción premiada es una pieza preciosa dedicada a su abuela, hecha la noche que los dejó. Una canción de agradecimiento, un regalo para toda la familia, que ha decidido compartir con todas nosotras y que cierra el disco dejándonos un regusto dulce y valenciano.

¿Cuándo empieza tu relación con la música?
Empecé a estudiar música desde muy pequeña en la escuela de música del pueblo, después en el conservatorio, más tarde entré en el ESMUC, en Barcelona, y allí hice la carrera de guitarra clásica y contemporánea. Tuve la suerte de coincidir con mucha gente que creaba y componía. En los conservatorios pocas veces te enseñan a crear, sobre todo en la música clásica pasa que te enseñan a interpretar partituras, a seguir una técnica impoluta, precisa, una postura perfecta, pero después te quitan la partitura y te dicen: "toca, improvisa," y muchos músicos nos quedamos en blanco. A mí me pasó que de repente en los botellones, todo el mundo se pasaba la guitarra y tocaban rumbas; Los Delinquentes, Estopa... Y de repente me dicen: "Toca tú, que tú eres la guitarrista", y yo no sabía tocar nada, solo Bach, Villa-Lobos o Barrios. Empecé a estudiar rumbas y Estopa cuando hacía 12 años que estudiaba guitarra.

¿Hubo algún detonante para querer dedicarte a hacer tus propias canciones?
Juntarme con esta gente que empezaban a crear, a hacer arreglos y cosas así me hizo empezar a pensar: "Esto es la música, esto sí que me gusta, me mueve cosas por dentro", y me empezó a picar el gusanillo de quererme dedicar a esto. Realmente, si estudias interpretación de música clásica de conservatorio, después la salida que tienes, en teoría, es ser concertista. Yo no me iba a ganar la vida de concertista ni loca; una tía, que toca la guitarra clásica... Eso no hoy vende. Tenía dos opciones: dedicarme a la pedagogía o hacer mis canciones y dar conciertos. Empecé a hacer las dos cosas, pero llegó un punto que iba muy agobiada, y me metí a muerte hacia la opción de hacer música. Allí encontré a las Marala, me encantó. La conexión que tuvimos fue muy fuerte, el proyecto empezó a florecer... Y de repente pensé que también me gustaría hacer mis canciones, porque Marala tiene un estilo y un lenguaje muy propio suyo y yo tengo un estilo dentro del grupo, pero en solitario tengo otro. Tenía ganas de estirar el hilo desde allí, abrir las compuertas de este río, que fluyera. Y así hice el primer disco, y después el segundo, y así estoy.

Sandra Monfort acaba de publicar su segundo disco, La mona

En cuatro años has sacado cuatro discos: dos tuyos y dos con Marala.
No lo había pensado, muy intenso. Realmente es un sacrificio grande, no solo emocional y energético, sino también económico: grabar discos cuesta mucho dinero y en nuestro caso nos lo hemos pagado casi todo de nuestro bolsillo. Y eso supone no poder dedicarte al 100% al disco, porque tienes que estar haciendo otros trabajos para poder pagarlo. Vas un poquito a cagalló per séquia, como decimos aquí. Intentando hacer malabares, trabajando casi de lunes a domingo. El desgaste viene desde el bolsillo, porque a nivel creativo nos encanta hacer música, disfrutamos mucho, tanto con Marala como en mi caso. Me encanta estarme horas en el estudio, hacer arreglos, pensar letras... El resultado está dando frutos, estamos contentas y así seguimos.

Podemos ver un cambio de sonoridad entre tu primer disco, Niño, Reptil Angel y La Mona.
Para mí ha sido lo más natural y orgánico del mundo. Cuando hice Niño, Reptil Angel estaba en un momento muy introspectivo, de recogimiento, de abrazar mi parte vulnerable y darle un espacio dentro de mí a las cosas que yo consideraba que eran feas. Cosas que muchas veces crean mucho dolor, transformarlas en alguna cosa bella. Y La Mona ha sido como un camino de sacar eso hacia fuera. Si el primer disco lo situaba como en las profundidades marinas, oscuras, pero con hijos de luz que filtran, donde puedes ver pescados|peces más bonitos y coloridos y otros más feos... Doncs La Mona sale de abajo del fondo marino y está en los fosforescentes, en el azul que tenemos en Valencia, el sol, la mascletà, la extravagancia, la fuerza... Está en los tortolitos cuando cantan y está el zumo de la naranja. También tiene que ver con el momento en que me encuentro yo, uno de los más dulces de mi vida. Me siento tranquila, a gusto con todo, a veces voy como loca, pero estoy decidida en lo que estoy haciendo y donde estoy. He aprendido a saber a despertar el radar para las personas que no te hacen bien y apartarlas de tu vida, buscar cuanto menos drama mejor y tener gente que te da luz. Decidir y aprender eso, también notar qué es lo que quieres y lo que no, me tranquiliza y me hace estar mucho más segura de mí y eso es lo que quería representar también en el disco. De decir: "Chicas tenemos que estar tranquilas, quien te haga daño, fuera, y que si tienes ganas de ser una garrula, se una, hagamos lo que mos ixca de la petxina".

La Mona sale de abajo del fondo marino y está en los fosforescentes, en el azul que tenemos en Valencia, el sol, la mascletà, la extravagancia, la fuerza... Está en los tortolitos cuando cantan y está en el zumo de la naranja

¿Cómo ha sido el proceso creativo del nuevo disco?
Hace un año y medio empecé a generar ideas y conceptos en torno a lo que quería crear. Ha sido un proceso largo, pero muy bonito, me ha acompañado muchísimo y me ha servido también como bálsamo curativo, sacar todos mis monstruos y transformarlos en cosas bonitas. Me siento muy afortunada porque la música me da el poder de transformar cosas muy feas que puedo tener, como rabia, dolor o tristeza en canciones, que al final son para compartir y es bonito.

¿La Mona es un juego clásico de cartas, por qué escogiste este título?
Me gustaba el concepto de la mona porque recoge todo el imaginario tradicional. Siempre que hago alguna canción, algún disco o algún proyecto me gusta imaginarme escenas en los cuales tendría que caber todos los temas en los cuales estoy trabajando. Y si no cabe un tema, lo elimino. Y para mí, el disco se basa en dos escenas: la primera sería la casa de la uela. Este toque más antiguo, dulce, tierno, también todo lo que tiene que ver con el pueblo, la colectividad, la hermandad, juntarse, jugar a cartas con la familia, los boleros, la bachata... Asusena y Moreneta cabrían aquí dentro. Y la otra escena, es un puticlub roñoso de los 80, un poquito decrépito, desgastado pero bonito, poético, con terciopelo y elegante, brilli-brilli, sensual y poderoso. Aquí estaría el pasodoble, Papallones de cristall, Brillo de luna, dando un toque nostálgico, también incluso algún toque dolorido, pero con mucha fuerza. La mona era el triángulo que acababa de unir estas dos escenas, también me gustaba la figura de la mona subiendo una moneda de oro como símbolo de triunfo: "Estamos aquí, chicas, y estamos ganadoras y triunfantes". En algunos lugares a la mona le dicen la puta de oros, es la solterona, la que nadie quiere y está tranquila y triunfadora.

Me gustaba la figura de la mona subiendo una moneda de oro como símbolo de triunfo: "Estamos aquí, chicas, y estamos ganadoras y triunfantes"

Moreneta es sobrecogedora.
La escribí la noche que mi uela estaba muriendo. Estaba muy enferma de Alzhéimer, hacía tiempo que estábamos acompañándola en todo este proceso. Y la noche que ella murió, recuerdo que yo estaba sentada ante el fuego, pensando en ella, sabía que pronto partiría, pero senetía que le tenía tanto que agradecer a esta mujer, todo lo que me ha enseñado, todo el ejemplo que he tenido de ella, la forma de cuidar, la forma de amar a los suyos... Fue como si me estuviera cantando a la oreja y yo simplemente lo traduje en música. Quería hacerle un regalo a mi familia en una canción que representara todo lo que para nosotros ha sido ella: una mujer preciosa, alegre, con humor, cocinera, cuidadora, ama de casa, trabajadora desde los 12 años en la fábrica. La hemos amado y nos ha cuidado muchísimo, y quería hacer que quedara representado en esta canción. La mañana siguiente de componerla, mi madre me llamó y me dijo que ya se había ido. Mi familia me pidió si podía cantar esta canción en su entierro. Fue precioso, en el pueblo, toda la iglesia estaba llena de gente que la amaba. Canté esta canción y fue una despedida como se merecía.

¿Todas las letras son autobiográficas?
Todas hablan desde una experiencia personal íntima de lo que he vivido. A veces no son en primera persona, sino también lo que me explican mis amigos. Aunque muchas veces lo traslado a otra persona que no soy yo, como puede ser Asusena o Eugènia. A pesar de hablar de mi propia experiencia, es como una especie de fábula, como un relato, como un cuento contado desde otro personaje.

¿Incorporas diferentes elementos valencianos a lo largo de tu proyecto, es también un agradecimiento a València?
Tiene que ver con dos cosas. La primera es que me encanta València, me encanta la cultura valenciana, el humor valenciano, el hablar valenciano. Tengo mucho respeto, aprecio, agradecimiento a mi tierra, porque me da cosas preciosas. También hay una cuestión estética que me interesa mucho, como la de la ruta del bakalao que tuvimos aquí en Valencia. Quería hacerle un homenaje a esta tierra florida y perfumada, porque durante mucho tiempo se ha tratado a los valencianos como gente inculta, hemos tenido mucho tiempo las derechas que se han cargado toda la parte cultural que tenemos. Valencia es tierra de muchos artistas: Concha Piquer, Estellés, Carmenina Sánchez Cotillas... Y muchas veces se ha contaminado eso por un juicio externo que no nos ha hecho nada bien. Quería hacerle un honor y un acto de gratitud y de poner en valor todo lo que tenemos en Valencia, que es precioso para mí.

Quería hacerle un homenaje a esta tierra florida y perfumada, porque durante mucho tiempo se ha tratado a los valencianos como gente inculta, hemos tenido mucho tiempo las derechas que se han cargado toda la parte cultural que tenemos

¿Este folclore es un referente a la hora de hacer música?
Tengo muchos referentes, me gusta escuchar de todo y se va acumulando. Cuando era adolescente escuchaba muchas cosas, después empecé a escuchar como una fanática fonotecas y archivos de campo, abuelos y abuelas cantando cantos tradicionales de toda la península y más allá. La música folclórica y tradicional siempre me ha interesado muchísimo, es una joya y para mí tiene una fuerza tremenda. En La mona los referentes más presentes parten de tres ejes: la música de los 80, los sintetizadores, me gusta mucho Kate Bush, Phil Collins... Después hay otro eje que es la música folclórica que tiene que ver con los boleros, los pasodobles, las coblas, incluso la bachata, aunque no forma parte de este imaginario valenciano. Y el otro eje es la música electrónica actual, con Arca o Rosalia, que mezcla también todo eso. Caroline Polachek también me gusta mucho. Y por aquí también están haciendo música muy guapa artistas como Nina Emocional o LaFrancesssa. Hago pop pero con toques folclóricos y uno poco bakala. Me encanta el bakalao, toda la makina y todo eso que ahora se está cociendo, el new bakalao. Todavía no está en La mona, pero estará en las próximas producciones.

Sandra Monfort presentará esta noche La mona en la sala Heliogàbal de Barcelona

En un post que hiciste, hablas de hacer música en un mundo de hombres. ¿Cómo lo has vivido a lo largo de tu trayectoria?
Está habiendo un cambio muy grande desde que empecé hasta ahora: yo me sentía solitaria máxima. Además, al inicio acompañaba con la guitarra, y mujeres instrumentistas había muy pocas, era un mundo de hombres máximo. Tenías que estar tragándome muchas cosas muy desagradables continuamente: tratas con paternalismo, como si no tuvieras ni idea de nada, dándote consejos, mirándote un poquito como de arriba abajo: "¿a ver, esta niña qué hace?". Toda la presión de que lo tienes que hacer bien porqu si no, vendrán a decirte cómo tienes que hacer las cosas. No puedes ser mediocre, tienes que ser perfecta, tienes que ser impoluta, toda esta presión que no tienen los hombres, obviamente. Hombres mediocres en el escenario hay a espuertas y no pasa nada, también tenemos el derecho de serlo nosotras. Dejadnos estar si queremos ser sin más, ir vestidos con chándal o con una camiseta y hacer al idiota encima del escenario...

Hombres mediocres en el escenario hay a espuertas y no pasa nada, también tenemos el derecho de serlo nosotras

¿Qué cambio ha habido?
El feminismo no estaba en el momento en el que está ahora, no había todo este movimiento precioso que está floreciendo, que está hoy en el aire y que entre todas nos hacemos cojín, hermandad, hacemos red y es increíble. Ha habido un cambio muy potente, yo ahora me siento mucho más segura, mucho más tranquila, sobre todo porque con Marala me siento muy acompañada, no solo encima del escenario. Empieza a haber mujeres también que están allí, haciendo bastante desde abajo y tú notas tanto su energía que dices: "Es que me dais la vida, es que me como el mundo así". Obviamente, todavía hay mucho trabajo a hacer y no estamos en una situación perfecta, pero ahora nos la suda un poquito más los comentarios que nos hagan, nos lo tomamos con más humor, nos burlamos nosotras y decimos: "Xiqui, calla". No nos afecta tanto y eso es muy positivo, porque entonces le sacamos drama al asunto de tener que subir encima del escenario, exponerte y todo eso.