Al llegar a Sant Felip Neri, viniendo de la Catedral o de la calle Sant Sever, uno puede tener la sensación de llegar a un lugar donde el tiempo se ha detenido. La pequeña placita, donde no llegan los coches, tiene todo el sabor de un rincón del Mediterráneo en pleno Barroco: rodeada de palacios y edificios nobles, una deliciosa fuente en el medio, unas acacias que cuando florecen alegran el ambiente, adoquines en el suelo...

Acceso a la plaza Sant Felip Neri. Fotografía: Mar Sánchez.

Disfrutar de Sant Felip Neri

Sant Felip Neri aparece en muchas guías turísticas. Por eso, aunque es una placita bien escondida, al final acaban llegando los turistas con sus palos de selfie. Si queréis visitar el lugar, nada mejor que ir muy temprano, cuando las multitudes de visitantes todavía holgazanean en las camas de sus hoteles y la plaza disfruta todavía de un poco de tranquilidad. O, si no, pasarse por ella después de la media noche, en luna llena, cuando la plaza recupera toda la magia del pasado. Si, pese a todo, vais a Sant Felip Neri en pleno día, aprovechad la visita para dar una vuelta por la Catedral de Barcelona, un monumento que no se acaba nunca: siempre encontraréis un rincón que no conocíais: el Museo, la capilla de Santa Llucia, el coro, la cripta, las diferentes capillas y, sinó, dejaros seducir por la contemplación del claustro, su fuente y sus ocas...

Plaza Sant Felip Neri. Fotografía: Mar Sánchez.

Una plaza con excepcional sabor barroco

La iglesia de Sant Felip Neri fue construida por el arquitecto Pere Bertran para la congregación del Oratorio, los llamados filipenses, a partir de 1721. Es uno de los pocos edificios barrocos de la ciudad. La casa anexa, el convento de los filipenses, es de 1673. La iglesia tiene una sola nave, y el crucero está cubierto con una cúpula; en el interior hay decoraciones de carácter barroco y neoclásico. Pero también hay dos cuadros de Josep Llimona sobre la vida de Sant Felip Neri.

Las marcas del bombardeo. Fotografía: Mar Sánchez.

Cicatrices

Hoy en día la Plaça Sant Felip Neri acoge múltiples visitas escolares y, durante las fiestas, no faltan los niños del barrio, que encuentran aquí un espacio tranquilo y agradable para sus juegos. No siempre ha sido así. El 30 de enero de 1938 la Aviazione Legionaria italiana emprendió uno de los llamados "bombardeos por saturación". Se trataba de planificar una serie de bombardeos continuados sobre Barcelona: cada tres horas había un bombardeo, más fuerte o menos. Se ponía a prueba, así, la resistencia de las poblaciones, que tenían que estar alerta permanentemente, sin descanso, y se intentaba desestabilizar a los servicios de emergencia, que se ponían al límite. Aquel día, en los sucesivos bombardeos murieron en Barcelona 216 personas, y 125 quedaron heridas. Una bomba tocó el convento, y hundió el suelo, destruyendo el sótano donde había un numeroso grupo de niños refugiados de guerra. Cuando estaban desescombrando el edificio para sacar a los supervivientes, un nuevo bombardeo mató a varios miembros de los equipos de rescate. En Sant Felip Neri murieron 42 personas, entre las cuales 30 niños. Las paredes de la iglesia quedaron profundamente marcadas por la metralla de aquel bombardeo. Hoy, las cicatrices todavía son visibles.

Marcas del bombardeo en la Iglesia. Fotografía: Luxerta.

Plaza con trampa

Antes de la guerra no existía la Plaça Nova tal como es hoy en día: la Catedral tenía enfrente una pequeña plaza, y en la confluencia entre la calle de la Palla y la del Bisbe había la pequeña Plaça Nova. Pero durante el conflicto, la aviación italiana, con base en Mallorca, bombardeó brutalmente el barrio Gótico, con la finalidad de tocar el palacio de la Generalitat, el Ayuntamiento y otros edificios oficiales próximos. Muchos de los edificios que había delante de la catedral quedaron tocados. Después de la guerra, para dar más visibilidad a la catedral, y aprovechando las destrucciones causadas por los bombardeos, a finales de los años 1940 se derribó la calle Corríbia y todas las casas que había a su alrededor y se abrió la actual Plaça de la Catedral. El edificio del Gremio de Zapateros, un edificio con decoración renacentista, se salvó de la destrucción: se desmontó piedra por piedra y fue trasladado a la Plaça Sant Felip Neri, donde lo podemos contemplar hoy. Tampoco el famoso arco de entrada a la plaza estaba originalmente aquí: se elaboró en base a elementos otros edificios derribados. La fuente, que tiene una apariencia tan antigua, fue realizada en 1962 y es obra del arquitecto Joaquim de Ros y de Ramis. Por lo tanto, aunque la plaza parece haber sobrevivido indemne del pasado, en realidad su aspecto es el resultado de reformas muy recientes.

La plaza Sant Felip Neri. Fotografía: Mar Sánchez.

El barrio

Si, al salir de Sant Felip Neri, queréis ir a tomar alguna cosa, tendréis que estar muy atentos: algunos locales de toda la vida han perdido su carácter para convertirse en fast-foods no aptos para gente con una mínima sensibilidad gastronómica. Un bar que siempre está lleno, pero que ha conseguido mantener su atractivo es el bar del Pi, en la Plaça Sant Josep Oriol. Vale la pena estar en la barra, degustando las tapas y viendo el fluir constante de gente por la Plaça del Pi. En dirección contraria, en la calle de los Sagristans, hay un bar con unas tapas magníficas: el Babia. Un lugar vivo, donde la gente se encuentra, grita, discute y ríe. Donde las tapas son aquello que tienen que ser y el vino es de calidad. Y a un precio muy aceptable. Y recordad que cerca de Sant Felip Neri tenéis dos pastelerías emblemáticas de esta ciudad: la Santa Clara, en la bajada de la Llibreteria, y La Colmena, en la Plaça de l'Àngel. En la primera, se puede recomendar, sin duda, los Strudels y los massinis. Y en La Colmena no os perdáis los caramelos de elaboración propia, especialmente los de hierbas aromáticas.