El día de Sant Jordi lo hacemos por amor y por inercia. Amor como la rosa que la enamorada teje a mano para el enamorado con el deseo de que dure para siempre o, como sus besos, que con la misma humana voluntad de eternidad, suspenden la mancha de gente unos instantes. No me preguntéáis cómo estoy, solo gracias para estar, es lo que pensaba y a veces verbalizaba cada vez que llegaba la pregunta.

Se me llevaba la inercia de la injusticia. La dificultad que tenía para ser feliz en una fiesta a la cual, por otra parte, le veía todas las costuras

El del 2024 ha sido mi primer Sant Jordi angustiado y profundamente triste. Se me llevaba la inercia de la injusticia. La dificultad que tenía para ser feliz en una fiesta a la cual, por otra parte, le veía todas las costuras. "Era cuando éramos pequeños que éramos invencibles, ahora cualquier cosa nos mata", me decía un escritor en la terraza del Hotel Condes, dónde se celebraba la comida de la editorial. Unos señores cortaban jamón sin descanso, había anchoas, canelones con asado y foie, tortilla de bacalao y otros ricos manjares que probé poco y con ansia. Éramos invencibles cuando éramos pequeños porque no sabíamos quién pagaba la fiesta, tampoco lo que venía después. Invencibles porque no estábamos preocupados con nuestros egos terroríficos. Cuando éramos pequeños y todavía no nos presionábamos de esta manera.

Regalando palabras preciosas

A las diez de la mañana llegué a la parada que Alibri tenía a Gran de Gràcia esquina con la calle Jesús. Firmé tres libros. A las once, con la chica que me acompañaba de la editorial, fuimos bajando Passeig de Gràcia hasta la Gran Vía. En la parada de ONA firmé tres libros más. En el Abacus dos más y una nota para la Sra. Núria que tenía el libro en casa, pero quería unas palabras mías por escrito. Allí también observé orgullosa cómo Irene, protegida por su sonrisa exquisita, dibujaba habas y montañas, unas tras las otras, sin cesar. Entre cuatro y cinco de la tarde, en La Impossible, firmé ocho libros. Ya casi a las seis, caminamos con otra chica del editorial, igual de discreta y atenta que la de la mañana, hacia la Barra/Llibre. La librería de Sants tenía situada una mesa pequeña de firmas en la Diagonal, en aquella pequeña explanada entre el Palau Robert y la pastelería. Dos libros más vendidos y firmados y uno que compré: Por qué Georges Perec de Kim Nguyen. Perec me llamó impulsivamente y Nguyen, a quien todavía no conocía, me lo firmó. En la parada de La Central firmé seis y para acabar, entre ocho y nueve de la noche, firmé tres más en La Casa del Libro. Se notaba el monstruo por cómo era de espacioso el chiringuito, las cuerdas aterciopeladas que separaban cada cola y el regalo de un bolígrafo Leuchtturm1917 esperándote en el lugar asignado.

Laura Calçada, autora de Fucking New York, ha vivido este 2024 su primer Sant Jordi / Foto: Carlos Baglietto

Se notaba el monstruo por cómo de espacioso era el chiringuito, las cuerdas aterciopeladas que separaban cada cola y el regalo de un bolígrafo Leuchtturm1917 esperándote en el lugar asignado

Respuestas ante el vacío

Las personas desconocidas que se fueron acercando durante todo el día me sorprendían con las palabras preciosas que me regalaban. Eran las caras y las vidas que construyen al autor. Los libros se venden de uno en uno, por eso estuve satisfecha de convencer a dos personas, una madre en la Barra/Llibre y un padre en La Central, de que Fucking New York tenía que ser el escogido para regalar a sus hijas este año.

Me acerqué al hotel donde el premio Pulitzer de ficción 2023 se alojaba. Cené allí para hacer tiempo, ver si lo veía llegar, mientras le iba escribiendo una carta buscando respuestas ante el vacío

Cuándo ya anochecía, mientras libreros, ayudantes y técnicos desmontaban paradas rodeados de cajas, no tenía ganas de ningún tipo de fiesta, pero el agotamiento adrenalítico y la desorientación tampoco me dejaban volver a casa. Después de dudarlo, mientras andaba lentamente hasta llegar a la moto, me acerqué al hotel donde el premio Pulitzer de ficción 2023 se alojaba. Cené allí para hacer tiempo, ver si lo veía llegar, mientras le iba escribiendo una carta buscando respuestas ante el vacío. No veía de cansancio y a las doce y media me marché.

No decidimos cuándo nos volvemos a caer, lo hace el libro que no escribimos

Al mediodía lo llamé al mismo hotel y amablemente me dijo que no respondería las preguntas: “Estuve trabajando desde las nueve hasta la una de la madrugada y estoy desconectando de Sant Jordi. Yo también estoy haciendo mi propio proceso con la soledad. Me parece muy conmovedor que hayas escrito la carta. Gracias, de verdad.” La inercia de contención cerraba mi Sant Jordi 2024. El primero angustiado y triste. No decidimos cuándo nos volvemos a caer, lo hace el libro que no escribimos. El fuego draconiano ha vuelto a arrasarlo recordando insistente que la responsabilidad, la paciencia y la constancia de dentro de siempre van antes que el ruido, las grandilocuentes carcajadas y las comidas fastuosas de fuera.