Este domingo, 12 de febrero, se celebra la festividad de Santa Eulalia, la "patrona olvidada" de Barcelona; ha quedado a menudo marginada en favor de su copatrona, la Virgen de Merced, que obtuvo el estatus de patrona en 1868. Pero en la ciudad hay muchas huellas de la vieja patrona: una calle detrás del Palau de la Generalitat, la Baixada de Santa Eulalia; una estatua en la plaza del Padró (conocida en el barrio como "el ángel"); una escultura adosada en un edificio en el pla de la Boqueria; un vitral precioso en la galería gótica del Ayuntamiento; un gran sepulcro en la cripta de la catedral; el famoso pendón de Santa Eulalia que llevaban los resistentes de 1714; 13 ocas en el patio de la catedral en recuerdo de los años que tenía la santa a su muerte... Y, sobre todo, un amplio caudal de historias sobre el paso de la Santa por la ciudad. El problema es que todo parece indicar que todas estas historias son apócrifas y las reliquias, sencillamente falsas: Barcelona habría plagiado una historia que circulaba siglos antes por otros lugares de la Península sobre una santa de Mérida.

Sepulcro de Santa Eulalia en la cripta de la catedral de Barcelona. Fotografía: Xavier Caballé.

La historia barcelonesa

La leyenda barcelonesa explica que Santa Eulalia era una niña cristiana de Sarrià, muy buena, que en el siglo III encarcelada por pedir al prefecto de Barcino, Daciano, que el emperador Diocleciano dejara de perseguir a los cristianos. El romano, airado, le exigió que renunciara a su fe y adorara a los dioses romanos, pero ella, no sólo se negó, sino que hizo mofa de sus dioses. Entonces Daciano la condenó a sufrir, hasta la muerte, trece tormentos, tantos como años tenía. La leyenda, aquí, se recrea con sadismo en el padecimiento de la santita: la encerraron en un calabozo infecto, la azotaron, le estiraron la piel con ganchos, la hicieron caminar sobre brasas candentes, le cortaron los pechos, le fregaron las llagas con piedra pómez), la mojaron con aceite hirviente y con plomo fundido y la tiraron dentro de un depósito de cal. Dice la leyenda que en la Baixada de Santa Eulalia la metieron, desnuda, dentro de una cuba llena de cristales, clavos y cuchillos, y lanzaron la bota calle abajo. También la intentaron quemar, pero las llamas la esquivaban y se dirigían hacia sus verdugos. Más tarde la dejaron en un corral lleno de pulgas, que no paraban de picarla. Finalmente, la pasearon desnuda por la ciudad. Y para acabar de matarla, la crucificaron: se dice que como ella creía que no merecía morir como Jesucristo, se la crucificó en una cruz con forma de aspa. Según la leyenda, Dios se apiadó de ella, y mientras estuvo colgada en la cruz cayó una nevada que le cubrió el cuerpo, para que los barceloneses no la vieran desnuda. En el momento de morir, de su boca salió una paloma blanca, que se elevó hacia el cielo. Por eso se la representa con una cruz con forma de aspa y con una paloma o con una pluma. No sólo es patrona de Barcelona, también lo es de los toneleros, en honor a los que fabricaron la bota con que la martirizaron.

Escultura de Santa Eulalia sobre la fuente de la plaza del Padró. Foto: Jaume Meneses.

Historias previas

El gran problema de la historia de la santa barcelonesa es que aparece muy tardíamente: no hay ninguna prueba de culto a la niña de Sarrià hasta 660, más de 300 años después del martirio. En cambio, hay datos muy anteriores, del siglo IV, que nos hablan de una Santa Eulalia martirizada en Mérida (a la que se homenajeaba el 10 de diciembre). A partir de este momento hay numerosos testigos sobre el culto a esta santa: templos dedicados a ella, himnos, calendarios, citas en libros religiosos... Mucho antes de que aparezca la primera mención a la Eulalia barcelonesa, ya hay referencias a Eulalia de Mérida en Francia y en el Norte de África. La historia de la santa de Mérida es sospechosamente similar a la barcelonesa: una niña cristiana denuncia ante el gobernador romano la persecución a los cristianos; él le propone apostatar a cambio de regalos, pero ella lo desafía; la condenan a horrorosos tormentos hasta su muerte; en el momento de expirar de su cuerpo sale una paloma; y la nieve cubre píamente el cuerpo de la niña.

Crucifixión de Santa Eulalia, por Bernat Martorell. Del Retablo de Santa Eulalia y San Juan, 1427-1437 (Vic, Museo Episcopal de Vic).

Éxito a pesar de las dudas

El 663 Santa Eulalia de Barcelona fue canonizada. Y el 878 el obispado anunció el hallazgo de su cuerpo (en la iglesia que había donde ahora está Santa Maria del Mar) y empezó a rendírsele culto. Parece que el descubrimiento del cuerpo se trató de una maniobra política del obispo Frodoino, que quería alejarse de la tradición de los visigodos y acercarse religiosamente y políticamente a los carolingios: el descubrimiento de los restos mortales le permitió disfrutar de un gran prestigio e incrementar su influencia política. El sepulcro actual de Santa Eulalia situado en la cripta de la catedral de Barcelona, bajo el altar mayor, es una obra de principios del siglo XIV, realizada por maestros pisanos. En 1339 se inauguró con el traslado solemne de las reliquias de Santa Eulalia a su nuevo sepulcro; dicen que se apareció un ángel a la procesión que las transportaba: justamente, en la plaza del Ángel, donde hoy en día está la estación de metro de Jaume I. Aseguran que el Ángel señaló indignado a uno de los canónigos que participaba en la procesión, y que este reconoció que se había apoderado de un dedo de la santa para usarlo como reliquia. Fue obligado a devolverlo.

Santa Eulalia. John William Waterhouse.

La Merced, también en duda

Si la historicidad de Santa Eulalia de Barcelona está cuestionada, también lo está la Virgen de la Merced. Esta advocación de María se origina en una supuesta aparición de la Virgen. Según la tradición, la Virgen se habría aparecido un día de 1218, simultáneamente, a cuatro personas que estaban en diferentes lugares de la ciudad: San Ramón Nonato, San Ramón de Peñafort, San Pedro Nolasco y el rey Jaime I (otra versión explica que se habría aparecido a todos al mismo tiempo, en el Salón del Tinell e incluso hay quién explica que sólo se les apareció en sueños). Según la leyenda, la Virgen les habría encargado, hablando en catalán, que crearan una congregación que se encargara de redimir a los cautivos que estuvieran en manos de los sarracenos. Sería el origen de los mercedarios, la orden que se dedicaría a asistir a los presos cristianos en territorio islámico (y que, al mismo tiempo, contribuiría con sacerdotes a las expediciones bélicas de los reinos cristianos contra territorios musulmanes). Pero parece ser que esta historia también es apócrifa: de hecho, incluso hay quien duda de que San Ramón Nonato hubiera existido realmente. Pero los mercedarios sí que siguen existiendo: es una congregación que se ha especializado en la atención a los presos.

Fundación de la Orden de Mercè, en el retablo de la Mercè de la Catedral de Barcelona. 1688, por Joan Roig. Foto: Bocachete.

 

Imagen de portada: Bajada de Santa Eulalia. Foto: Jordi Ferrer.