El Principado de Andorra ha recuperado dos pinturas murales del siglo XIII que estaban en manos de la familia Bosch de Barcelona, pero que formaban parte de un conjunto pictórico de la iglesia de Sant Esteve de Andorra la Vella. Las dos pinturas han sido trasladadas este jueves desde Barcelona hasta el Principado de Andorra, donde el gobierno tiene previsto exponerlas al público de forma gratuita a partir de la semana que viene. Las dos piezas, La flagelación y El beso de Judas, han sido los últimos 60 años en una vivienda de la capital catalana, propiedad de los Bosch, descendientes del gran coleccionista del siglo XIX, Ròmul Bosch Catarineu, que había adquirido los murales en 1926.
El Gobierno de Andorra había cerrado en el 2008 un acuerdo con la familia barcelonesa para adquirir las dos piezas andorranas de su colección privada el año 2008. Pero el acuerdo no se acabó de materializar porque el gobierno no disponía en aquel momento de una mayoría parlamentaria para aprobar el crédito extraordinario de 3,8 millones que era necesario para cerrar la adquisición. La oposición no quiso dar apoyo al crédito y, en consecuencia, las pinturas murales permanecieron colgadas en los muros de un piso de Barcelona donde las tenía la familia Bosch.
Se exhibirán al público en Andorra en breve
El nuevo ejecutivo andorrano, liderato por Xavier Espot, ha podido recuperar esta operación este 2024, cerrando una compraventa con los hermanos Bosch por un valor de 2,75 millones de euros. Las dos piezas han sido trasladadas este jueves hasta el Espacio Columba de Santa Coloma, un centro museístico de la red de museos del Principado pirenaico. La idea, sin embargo, es que en el futuro estas pinturas se puedan exhibir en el Museo Nacional que Andorra tiene previsto construir, un proyecto parado de momento por cuestiones urbanísticas.
Para cerrar el acuerdo, un experto, Albert Velasco, ha hecho una tasación independiente, que ha situado el valor de las obras entre los 2,9 y los 2,5 millones de euros. El Gobierno de Andorra ha valorado esta operación como una demostración de la voluntad de recuperar el patrimonio cultural del país. Los frescos fueron vendidos a principios del siglo XX después de que el obispo Justí Guitart de la Seu d'Urgell permitiera la venta.
La venta de las piezas murales andorranas ha entrado a menudo en el debate sobre el espolio del románico pirenaico. En este debate hay quien ha considerado que las campañas para recuperar el románico de las iglesias del Pirineo fue un negocio sin escrúpulos que sacaba las obras de arte de su propio espacio. En el caso del arte religioso, hay quien lo consideraba más grave por el hecho de que las pinturas murales de las iglesias forman parte del imaginario al servicio de las personas del lugar donde estaban expuestas.