Cuando en la primera temporada de una serie todo funciona, la segunda siempre da miedo. Por más que acabara con un cliffhanger (como es el caso, y qué cliffhanger), por más que adores a los personajes, las tramas y el envoltorio, siempre aparece aquella vocecilla que te lleva a temer lo peor, y más cuando la recepción del producto en cuestión ha sido unánimemente entusiasta. Con Severance ha habido un agravante: casi tres años de espera para ver la continuación, con el culto de la serie del todo consolidado y el hype por las nubes. Pero mira por dónde, sin que sirva de precedente, resulta que Ben Stiller y su equipo son muy conscientes de lo que tienen entre manos y han sabido entender que una buena secuela es aquella que ofrece más y mejor a pesar de preservar la esencia de la serie.

El universo Severance se expande

La segunda temporada de Severance obra el milagro de parecer la expansión natural de la primera y, al mismo tiempo, profundizar en sus hitos narrativos. Lejos de quedar atrapado en sus propios códigos, el universo de la serie se amplía e incluso se vuelve más enigmático, juguetón y adictivo. Y eso es, en gran medida, porque sus responsables trabajan a conciencia los laberintos argumentales de una idea, una empresa que somete a sus trabajadores a un procedimiento para separar los recuerdos personales de los del ámbito laboral, que aquí todavía adopta unas tonalidades más siniestras.

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La segunda temporada de Severance ya se puede ver en Apple TV+

Bien Stiller y su equipo son muy conscientes de lo que tienen entre manos y han sabido entender que una buena secuela es aquella que ofrece más y mejor a pesar de preservar la esencia de la serie

Que Severance va a contracorriente lo demuestra que también da la vuelta a una vieja tendencia de la televisión moderna. Puede pasar que el primer episodio de una segunda temporada esté a la altura de las expectativas, pero después la trama se desinfle por redundante y/o perezosa. No es el caso. A pesar de ser un gran episodio y estar rodado con maestría (cameo sonoro de Keanu Reeves incluido), el capítulo que da el pistoletazo de salida es la primera piedra de un arco argumental que no para de crecer, que explora con una extraordinaria habilidad las trampas de la (des)memoria y flirtea constantemente con la ambivalencia de los personajes. Eso es, se nota, porque la nueva entrega de Severance no se plantea como una simple secuela, sino como una narración de pleno derecho que sabe encontrar su propio lenguaje y calcula tan bien sus giros que acabas aplaudiendo o gritando en función del momento.

La nueva entrega de Severance no se plantea como una simple secuela, sino como una narración de pleno derecho que sabe encontrar su propio lenguaje

Hablando de aplausos, sirva esta joya para reivindicar una vez más el talento del gran Stiller y su equipo, que saca mucha punta a las posibilidades expresivas de un escenario minimalista y asfixiante, y el magnífico trabajo de un reparto en estado de gracia encabezado por Adam Scott. Al final, Severance nos interpela con tanta o más fuerza que hace tres años porque nos habla de tiranías laborales, manipulaciones de la identidad y conspiraciones latentes en un tiempo en que las distopías nos parecen la verdadera cotidianidad.