Selena Milán escogió su nombre en el coche, de camino a unos talleres. Tenía 10 años cuando verbalizó por primera vez que era una niña. Fue cuando su madre, ya preocupada tras días de silencio y respuestas del tipo “no pasa nada”, le preguntó: “¿Tú quieres ser una chica?”, y ambas se pusieron a llorar abrazadas la una a la otra. Luego se sumó el padre, que salió corriendo del trabajo para llegar a casa y abrazar a su pequeña. Selena es una chica con suerte: no todas las personas transexuales tienen el mismo apoyo por parte de su familia y el contexto social es vulnerable de ser un lobo con piel de cordero. Lo muestran cifras dramáticas: el porcentaje de personas trans que se suicidan es del 41%. El de personas cisgénero, del 1,6%. “Mi abuela siempre me recuerda que cuando yo era pequeña le decía que me quería morir e irme al cielo con Dios”, explica al otro lado del teléfono.

Es la primera influencer trans española en salir del armario en las redes. Acaba de publicar su libro Transapariencia (Libros Cúpula), en el que no solo habla de lo vivido en sus pieles, sino que aporta consejos para gente que no sabe tratar con alguien de esta condición: personas que preguntan el deadname (el nombre anterior a la transición) o que piensan que el “no pareces trans” es un cumplido. Para ella, es importante hacer las cosas bien. “Yo entiendo a esas personas que hablan desde la ignorancia y tampoco se las puede tachar u odiar por eso. Pero antes de gritar, haz que aprendan”, reflexiona.


Selena Milán empezó su transición cuando tenía 15 años. 

La lista de espera para operarse es de unos 6 años

En Canarias no existía una unidad trans que atendiera a menores, así que no fue hasta los 15 años cuando Selena empezó su transición. Antes, vivió entre insultos de maricón por llevar una mochila brillante de Hannah Montana y juntarse con todas las chicas de la clase, pero su peor enemiga era ella y su problema principal, su cabeza. “Tienes que entender que tú cambiarás, pero el proceso es lento, y no puedes esperar a tener dos tetas y un coño para aceptarte”, dice. La influencer decidió someterse a una vaginoplastia hace poco más de un año pero dice que la operación no le ha dado una felicidad extra. “Claro que me ayudó, pero ni me ha cambiado la vida ni me ha solucionado todos los problemas; somos más que un genital”.

Selena Milán: “Cuando sitúas a las trans en una categoría porno, hay un morbo macabro”

La reasignación de sexo en España es un privilegio. La lista de espera para operarse por la Seguridad Social es de unos 6 años, mientras que pasar por la privada tiene un coste de entre 18.000 y 30.000 euros. Aunque la decisión es voluntaria y no es determinante para solicitar un cambio de nombre o género por vía legal, es una opción ampliamente escogida por las personas trans. De hecho, para muchas se trata del último paso antes de completar su proceso. Tiene que ver con su propia seguridad y autoestima, pero también con las mentes social retorcidas que ven los genitales de las personas trans como un foco de deseo donde fantasear. “En el momento en que lo conviertes en una categoría porno, hay un morbo macabro; no sé qué obsesión tienen”.

El peligro de la aprobación externa

Selena cuenta con una comunidad en Youtube de más de 540.000 seguidores. Desde que dijo públicamente que era una chica trans en su canal - en junio de 2020, el Día del Orgullo -, sus vídeos han dado un cambio de rumbo y han empezado a tratar cuestiones importantes para el colectivo. Es lo que espera con su contenido, aunque reconoce que antes subía vídeos porque necesitaba que la gente estuviera ahí. Ya no. “Yo voy a subir lo que me apetezca, porque ya no necesito la aprobación de nadie”. Tiene muchos más apoyos que haters, aunque en en libro comenta que vivió situaciones en que otros youtubers querían hacerla salir del armario antes que ella misma lo decidiera. A estos, no quiere darles ni un atisbo de atención.

La relación con las redes sociales incentivó que, durante una época y ya estando sola en Madrid, sufriera de despersonalización y desrealización. Básicamente, confundía la realidad con estar dormida, y no sabía si estaba de fiesta o estaba teniendo un sueño. Explicarlo es difícil para ella, porque no sabe cómo hacerlo. Dice que es una “experiencia super heavy” en la que no sentía su cuerpo, como si de repente fuera un espíritu. También sufrió la presión estética de la sociedad y empezó a padecer un TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria) cuando empezó la transición. “Quería que todo el mundo me aceptara y me quisiese y yo lo hilaba con estar flaca”. Todo empezó con alimentarse bien y hacer ejercicio, pero dejó de comer y salía a correr compulsivamente cada día. Bajó muchos kilos. Incluso tenía un grupo de Whatsapp con otras chicas donde se daban apoyo tóxico para adelgazar de una manera poco sana. Hasta que un día una de ellas fue ingresada por una perforación en el esófago y falleció. Ese día, Selena abrió los ojos.

¿Qué pasa con las TERF?

Con la ley trans aprobada este pasado junio han salido a la luz un montón de personas ―feministas, muchas― que han cargado contra el colectivo trans. El punto de controversia, sobretodo, es la autodeterminación de género, que dictamina que a partir de ahora una persona puede cambiar el nombre y el sexo en el DNI solo con su voluntad, sin necesidad de informes médicos y años de hormonación: las TERF (radicales feministas transexcluyentes) defienden que sólo una mujer que haya nacido biológicamente con genitales femeninos sufre los estragos del patriarcado.   

Selena critica que, cuando ha mantenido algún debate con alguna de ellas, estas siempre repiten los mismos argumentos y siempre niegan los suyos. Pero la influencer no pide, ni siquiera, comprensión; lo que pide es respeto. “¿Por qué nos van a querer quitar de una lucha en la que nosotras, las personas trans, también hemos sido propulsoras? Es que no tiene ni pies ni cabeza”.


La influencer no entiende el posicionamiento de las chicas TERF.

La última polémica de las influencers Devermut también ha hecho que la canaria reflexione. Hace un par de semanas, Sara y Marta fueron expulsadas de una discoteca de Conil de la Frontera presuntamente por razones homófobas ―son una pareja de chicas lesbianas que hacen activismo en redes―. Según enseñó la discoteca por vídeo, fue por una agresión de una de ellas a un grupo de chicos, pero ellas replicaron con el vídeo real, alegando que el otro había sido manipulado, y han denunciado a los dueños. En pocos días, perdieron más de 100.000 seguidores. Uno de los principales motivos era porque, a parte de presuntas mentirosas, se las considera transexcluyentes.

“Han sacado un montón de transfobadas pero ahora es cuando molesta a los seguidores, no cuando estaban yendo contra el colectivo trans; (en el caso que sea cierto) han tenido que mentir e ir contra una discoteca para que se las deje de seguir”, reflexiona. Lo que pasó en Conil está en manos de abogados y no está claro todavía qué pasó realmente, pero sirve para abrir el debate sobre los límites del respeto y la confluencia de intereses cruzados. Selena tiene solo 20 años pero conoce bien sus propias líneas rojas. “Me parece muy fuerte que algunas personas hayan aplaudido esa agresión porque, en caso de ser cierta, es una agresión homófoba, aunque ellas sean excluyentes. Y yo no voy a dejar a mis hermanas atrás, aunque ellas lo hagan conmigo”.