VERD CASTELLA

Este libro es tan interesante como una novela y, afortunadamente, no es una mala novela histórica sino un excelente libro de historia de nuestra lengua, una interesante divulgación sobre los orígenes remotos y oscuros de nuestro primer vagido. Jesús Alturo y Tània Alaix han estudiado los originales documentales que todavía conservamos de nuestra alta edad media o lo que es lo mismo: los originales sobre nuestros orígenes como cultura y como nación. De modo que este libro tiene una agradable factura de familia, es como si dijéramos, el álbum de recuerdos de los abuelos que compartimos todos los catalanes. Empezando por los textos remotos de san Paciano, obispo de Barcelona, fallecido en el 390 después de Cristo, los primeros textos que ya transparentan, en medio de la lengua latina en los que están escritos, algunas de las primeras palabras de catalán. Y continuando después con el Llibre dels Jutges, el primer texto íntegramente escrito en catalán, una traducción del Liber Iudicum, fechado entre 1066 y 1084, escrito por el sacerdote Traver Radolf, descubierta en fecha reciente, el año 2000. Sin olvidar a las famosas Homilies d’Organyà que hace ya tiempo que no pueden ser consideradas el documento catalán más antiguo pero que siguen despertando un gran atractivo.

Este libro tiene una agradable factura de familia, es como si dijéramos, el álbum de recuerdos de los abuelos que compartimos a todos los catalanes

Lo que podría parecer un manual universitario de historia de la lengua o ejercicios de paleografía se nutre de una mirada astuta y eficaz, convincente. Como cuando los autores añaden una deslumbrante lista. La de los 34 primeros autores de textos o palabras en catalán. Como el obispo y escritor Ideler, Bonsom de Barcelona, Esteve Ponç, levita, y Ermengod Bernat y Alba Guibert de Vic, una de las primeras, sino la primera, escritora en lengua catalana. Pero dicho esto, sin duda lo que entusiasmará al público es la posibilidad de que el catalán hubiera aparecido, junto con sus otras hermanas románicas, no durante la época carolingia, sino mucho antes, concretamente en tiempos del obispo Paciano, el cual , ya utilizaba palabras nuestras. Algo muy parecido a nuestra palabra “sovint” (subinde) o “si et plau” (si te placet). Una expresión que, por poco que pensamos en ella, nos ayuda a apartarnos de la espuria forma “sisplau” que hoy tenemos en el diccionario. Antes fue el hablar de tú que de vós, de acuerdo con la tradición romana. Y antes fue, por tanto, el si et plau que el si us plau.

GROC CASTELLA

Situada en 1962, esta es una novela muy interesante, pero algo mejorable, centrada en el tópico de la aparición de un personaje inesperado. La recién llegada y protagonista inicia su profesión de maestra (¿cuántas novelas de maestros y para maestros habremos leído ya en nuestras miserables vidas?), dejando atrás la traumática relación con sus padres. Los problemas de socialización de la recién llegada y los rastros del conflicto civil que continúan como una herida abierta en la población de montaña son el flujo y el latido de la narración, a veces brillante, otras quizás mejorable. Parece que no hay novela escrita para mujeres sin la presencia venérea y ésta no es una excepción. Tampoco feminidad sin conflicto y análisis reconcentrada de las sensaciones, sentimientos y manías de la protagonista. Imma Monsó sigue escribiendo en una dirección de consecuencias, por ahora, imprevisibles.

VERMELL CASTELLA

Imaginemos que lo que quema es la luz y no el llum, al igual que quema el sol, el astro rey y no la doméstica incandescencia de un utensilio, cada vez más frío si es contemporáneo gracias a los avances de la halogénesis. En todo caso, he aquí un libro del Llavina más reconcentrado y convencido de lo que hace, con su conocida incontinencia, el tremendismo, la truculencia, la exageración, la superficialidad, la verbosidad. Los seguidores del poeta local del Penedès pueden zambullirse de forma topológica y étnica. La fruta caída es un cadáver y la granada no es otra cosa que una colmena roja. La necesidad de efectismo y trascendencia se demuestra en cada página que vamos pasando. El libro no es aburrido, eso no. El refugio cultural, el pretexto, siempre se asoma en un rincón u otro. Alguien ha escrito que Jordi Llavina utiliza un vocabulario rico y podríamos acordárselo si supiéramos exactamente para qué finalidad literaria. La cotidianidad más profunda es una de las grandes protagonistas, transposición seguramente de la propia biografía que vindica con entusiasmo. Los que llevamos más de treinta años leyendo los libros de Llavina podemos concluir que no se puede negar que está convencido de lo que escribe y de lo que hace. Y naturalmente la importancia de los libros la determinan los lectores y nunca la previsible miopía de los críticos.