Stefan Zweig pasó de moda, durante el auge del intelectualismo marxistoide de la revolución pequeñoburguesa de mayo de 1968. Pero, al menos desde la posmodernidad, se le ha vuelto a vindicar y a editar con insistencia, a aplaudir con entusiasmo, porque es uno de los grandes escritores de siempre, como supo ver al editor Jaume Vallcorba, por una vez optimista y sonriente. Zweig está considerado el maestro de la biografía, probablemente porque no se pierde ni en generalizaciones académicas ni en tópicos periodísticos, porque lo que más le interesa entender, para después escribir sobre ello, es sobre la singularidad humana, la psicología de los creadores artísticos.

Zweig está considerado el maestro de la biografía, probablemente porque no se pierde ni en generalizaciones académicas ni en tópicos periodísticos

Retrata a las personalidades desde dentro hacia fuera y desde fuera hacia adentro, en un constante ir y venir, entrar y salir, mirar y suponer, entre la imagen física, la social, la creadora, la espiritual, la íntima. Zweig sabe mirar porque sabe analizar. Y lo que es más importante de todo, sabe enseñar al lector a fijarse en lo que es realmente importante. Zweig no es sólo un excelente escritor. También es un buen maestro que te enseña a leer. Para las personas a las que les gustaría empezar a leer, en serio, literatura de verdad, no imagino mejor compañía.

Zweig no es sólo un excelente escritor. También es un buen maestro que te enseña a leer

Con la figura reverencial, mosaica, de Goethe en su cabeza, Zweig elaboró este libro. Tras la trilogía sobre Balzac, Dickens y DostoievskiTres maestros— y de la inquietante aproximación a Kleist, Hölderlin y NietzscheEl combate contra el demonio—, la tercera trilogía no es una obra menor sino una sorprendente combinación entre dos maestros de la literatura, Stendhal y Tolstoi, y la figura del legendario seductor Casanova que nos dejó unas desconcertantes Memorias, un modelo de narración. La medida entre la poesía y la verdad es tomada y consignada, contrapuesta. Siempre desde la perspectiva del arte de la composición literaria. Porque Zweig, por encima de cualquier otra cosa, quiere saber cómo han sido hechos los sueños, cómo se han elaborado las grandes obras artísticas de la humanidad. Aparte del talento, a lo que algunos denominan genio, ¿cómo se hacen las grandes obras?

Zweig, por encima de cualquier otra cosa, quiere saber cómo han sido hechos los sueños

Este libro ya lo hemos leído. Esta profecía ya la conocíamos. Mundus senescit, decían los medievales, el mundo envejece, chicos. Y, en tiempos de Jesús, muchos consideraban que el fin del mundo estaba muy cerca, que era cosa de cuatro días la llegada del Juicio Final. Con el mismo aplomo científico con el que nos aleccionaron durante la pandemia, se nos asegura que la humanidad está llegando a un punto de no retorno, de inminente extinción. Yo tampoco sé qué pasará mañana y no podría negarlo, pero al menos sé dos cosas. Que la prudencia ecológica nunca está de más y que, sin embargo, este mensaje no sólo es una alarma para un buen deseo de enmienda. También es una forma de vender la salvación mientras no llega la catástrofe. De la misma forma que la iglesia católica hizo su agosto gracias a la Peste Negra, una peste real y temible, hay que tener presente que los salvadores de almas nos esperan en cada esquina, en cada libro bienintencionado, pero para nada científico.

Las opiniones de Eudald Carbonell son las que ya sabíamos, las del comunismo. Cuando descansa de su trabajo científico, que no conozco con detalle, se dedica a realizar suposiciones. Opina que “no será posible sobrevivir sin modificar de manera profunda nuestra forma de pensar, de relacionarnos y de vivir”. Con eso podremos contar, porque si algo tiene la humanidad, es capacidad de cambio, aunque ignoramos en qué dirección será ese cambio. Como un candidato político, Carbonell hace entonces diez propuestas, concretamente diez, para evolucionar y sobrevivir como especie. Cosa de difícil evaluación, porque la evolución y la supervivencia o no de la humanidad, si el doctor Carbonell ni ninguno de los lectores del libro estaremos vivos para constatar el panorama.

Como un candidato político, Carbonell hace entonces diez propuestas, concretamente diez, para evolucionar y sobrevivir como especie

Lo que sí podemos ver es que Carbonell vuelve otra vez, y otra vez, a repetir la vieja teoría de los esenios, del siglo II antes de Cristo, que abominaban del dinero, del comercio y del incipiente capitalismo. No a la globalización, sostiene. Debemos acabar con el capitalismo y debemos redistribuir la riqueza. Ahora no recuerdo dónde he leído esa misma idea. Por otra parte, parece increíble que alguien tenga la arrogancia, el atrevimiento, de afirmar que conoce cuál es el camino “para convertirnos en humanos de verdad”, como si estuviera escribiendo para simios, pero Carbonell se atreve, por supuesto que se atreve, porque el marxismo siempre se ha considerado científico además de infalible. Como si fuera un Papa ex cathedra.

Este libro es un artículo dominical algo alargado. Sin gracia, sin estar bien escrito tampoco, sin aportar nada valioso ni información destacable. Quiere ser José Luis de Vilallonga, pero no lo consigue. Es un ejercicio de diletantismo sobre Italia, uno de tantos títulos que nos aseguran que Italia es maravillosa, algo de lo que ya estábamos convencidos. Y que la vida auténtica, la que vale la pena ser vivida, está en otra parte. Concretamente en presumir y en hacer viajes a la manera de San Agustín, publicista y vendedor de grandes humaredas. También en ser el cuñado perfectamente definido. Este libro es como estas revistas de papier couché que encuentras en la sala de espera del dentista. Por un precio te acerca, supuestamente al glamour, a la cursilería vestida de buen gusto. Por eso utiliza un icono maravilloso como la mitológica Sofía Loren, el Vaticano, Cinecittà y todo lo que le ha parecido excepcional y para presumir. Todo aderezado con cuatro anécdotas ya conocidas, como cuatro aceitunas sin hueso ni relleno.