"La institución del arte no supo estar a la altura de Ocaña". Lo explica Pedro G. Romero, comisario de la muestra La Ocaña que aglutina en la Galería Mayoral un compendio de pinturas, dibujos y figuras de papel maché que nos permiten acceder a una faceta menos conocida de este gran artista. La que se aleja del personaje popular -tan folkloritzado y mitificado- y nos presenta obras de arte para contemplar.

Una lectura de la exposición nos lleva a pensar que la fama de Ocaña ha eclipsado su arte y nos ha impedido valorarlo. Es una lectura cierta, pero un punto autocomplaciente: ante los cuadros enmarcados nos lamentamos de que lo que llamara la atención de Ocaña no fueran los trazos valientes, la paleta de colores o la capacidad expresiva de sus pinturas, sino las acciones performativas que él se negó a denominar  'happenings'.

Nos gustamos pensando que nosotros, en su época, lo habríamos hecho diferente. Que habríamos visto más allá del personaje

Imagen de la exposición La Ocaña de la Galeria Mayoral

Falsa dicotomía

Nos gustamos pensando que nosotros, en su época, lo habríamos hecho diferente. Que habríamos visto más allá del personaje. Pero también estamos simplificando el universo creativo de Ocaña, donde el personaje era una obra de arte tan (o más) importante que el resto. "No podemos olvidar que era una figura creada por él mismo, igual que el Charlot que creó Charles Chaplin", explica el comisario. Por eso la muestra de la Mayoral lleva por título La Ocaña, en femenino, que se contrapone a José Pérez Ocaña, el artista. Es acertado, pues, distinguir entre el artista y el personaje, pero lo que no podemos hacer, ante una obra de Ocaña, es intentar separar la pintura de la performatividad.

La Planidera es una de las obras expuestas en La Ocaña

Esta "falsa dicotomía", explica Pedro G. Romero, es la que llevó a Ocaña a la amargura y la incomprensión: "Él iba por delante del resto, dándole forma artística a lo que antes era una forma de resistencia cultural, y eso no acababa cuajar". La muestra nos invita a buscar en las pinturas y los dibujos de Ocaña la misma performatividad que había en sus acciones más populares. La encontramos en los retratos de las Manolas, en un cuadro hecho con técnica mixta y semen o en el sol de papel maché que el artista encendió con bengalas y que le supuso una visita al hospital.

Fagocitado por su obra de arte más exitosa, el personaje, la institución del arte no ha sabido dónde colocar sus pinturas y dibujos

La obra de Ocaña señala que toda pintura, no solo la suya, era performativa. Y que todos los artistas crean un personaje más o menos estrafalario, ya sea de manera consciente o sin querer. Quizás por eso todavía es un creador inasimilable. Fagocitado por su obra de arte más exitosa, el personaje, la institución del arte no ha sabido dónde colocar sus pinturas y dibujos, y nosotros como espectadores corremos el riesgo de hacer lo mismo. Ante esto, Pedro G. Romero exclama: "¡Bendito sea!". Su apuesta es que en Ocaña "hay algo salvaje que nos sigue estimulando porque no ha sido domesticado". Los márgenes solo nos interesan si nos los podemos mirar desde el filtro del folclore o de la museización, que nos tranquiliza. Pero Ocaña "es popular y todavía quema".