Maricón perdido, la serie de Bob Pop producida por el Terrat estrenada el 18 de junio en el canal TNT, es una autoficción que consigue mirar atrás sin nostalgia y emocionar sin decirnos cuándo lo tenemos que hacer

La sinceridad como arma

No es nada fácil hablar de uno mismo con los mecanismos de la ficción sin incurrir en determinados clichés autobiográficos, como tampoco lo es mirar atrás sin acritud ni nostalgia. Es justamente por eso que Maricón perdido es una serie tan brillante, tan singular y al final tan recomendable: su creador Roberto Enríquez, más conocido como Bob Pop, reconstruye su vida rehuyendo cualquier sublimación de sus éxitos y también de sus sufrimientos, en un ejercicio de introspección que desarma por su franqueza.

Emociona por lo que explica, y cómo lo explica, emana de la naturalidad y de la sinceridad en lugar de servirse de trucos dramáticos o giros impactantes. Es, pues, un viaje interior que nos interpela porque sabemos que todo lo que ve, real o no, nos cede un margen lo bastante amplio para la identificación y la empatía.

Bob Pop lo consigue jugando hábilmente con los tiempos narrativos y la frágil frontera a que separa la realidad de la necesidad de evadirse. Vemos diferentes etapas de su vida, desde el descubrimiento de su sexualidad hasta su situación actual, recreadas con saltos temporales, pasajes oníricos y también con incursiones al hiperrealismo; nos hace reír, nos hace llorar y nos hace pensar. Pero no te guía siguiendo el manual de la comedia o el drama, sino que apuesta para que sean los acontecimientos, y la fuerza de su contexto, quien nos explique la historia.

Lo mejor que se puede decir de esta serie es que te ayuda a comprender y conocer a su protagonista porque, efectivamente, es la misma serie la que más se parece a él y sus singularidades. No se acostumbran a ver autorretratos tan directos, ni series que digan tanto con sólo seis episodios.

Como la vida misma

Maricón perdido alcanza sus hitos destacando en unos cuantos frentes. El primero, los aciertos de casting, ya que Carlos González y Gabriel Sánchez son una extraordinaria elección para interpretar al protagonista, y el que hace Candela Peña con el personaje de la madre es directamente de otro planeta.

Por otra parte, no se puede hacer otra cosa que celebrar que (finalmente!) alguien se dedique a evocar los años 80 sin este tozudo enaltecimiento de sus presuntas bondades. Claro está que tuvieron cosas buenas, pero también rincones oscuros, intolerancias enquistadas y prejuicios sistémicos, y la serie los muestra sin dolor pero con claridad, sin rabia pero con frontalidad.


Fotograma de Maricón perdido la serie autobiográfica de Bob Pop que emite TNT.

Y después está su prodigioso equilibrio entre la dureza de lo que relata y la sonrisa que te va dibujando a medida que avanza. Maricón perdido, como la vida misma, es una radiografía de la coexistencia entre la alegría y la tragedia. Por este motivo se pasa de un momento consternando a otro de delirante sin descompensarse, y manteniendo la sensación que a pesar de todo el mundo habita el mismo mundo. En gran medida, gracias a los diálogos, en soluciones visuales muy bien encontradas (la ausencia de rostro del padre) y a un discurso generacional, lo que se encarna en el gran Miguel Rellán, que transmite mucha verdad.