Es casi imposible hablar de la historia de los gegants de nuestro país sin hablar, en algún momento, de los Casserras de Solsona. Teresa Casserras i Moreno (1990) —más conocida como Sessa— cogió las riendas del Taller Casserras en 2015 de las manos de su padre, Josep Manel Casserras i Solé. A su vez, él la había cogido de las manos de su padre, Manel Casserras i Boix, que abrió el taller en la Solsona de los años sesenta. Pese a que el ambiente en casa era el de la debilidad por la imaginería festiva, Sessa Casserras decidió estudiar biotecnología, aunque más tarde se graduó como restauradora y conservadora en bienes culturales (ESCRBCC). A las afueras de las murallas de una Solsona que hoy está prácticamente helada está el taller de los Casserras. Es sábado por la mañana, pero Sessa Casserras y Ferran Fontelles, su pareja, trabajan como si los días de la semana no existieran. Nos sentamos un momento en los taburetes del taller para hablar de la estirpe familiar, de cultura popular, de tradición y del valor artístico, la estética y el momento histórico que viven los gegants.

🔴 600 años de gegants en Catalunya: "Se tendrían que estudiar en las clases de historia del arte"
 

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De biotecnóloga a constructora de imaginería festiva; ¿qué propulsa este cambio?
Desde pequeña siempre ha sido un tema que me ha gustado mucho. He crecido aquí dentro, en el taller, viendo cómo trabajaban mi padre y mi abuelo, que me lo enseñaron todo. Es cierto que el mundo científico también me llamaba mucho, y en el momento de decidir qué estudiaba opté por biotecnología, pero supongo que al final lo tienes que poner todo en la balanza. Cuando tomé la decisión era la época en que mi padre ya estaba enfermo y necesitaba más ayuda, así que finalmente vine para el taller a trabajar. Cuando se murió mi padre ya di el paso definitivo de dedicarme íntegramente a esto, a los gegants y la imaginería festiva. Después de tomar esta decisión también me di cuenta de que necesitaba más formación para hacerlo como quería hacerlo, así que estudié conservación y restauración, especializada en escultura. No solo hacemos gegants, también restauramos imaginería antigua y conservamos parte de aquello que ha salido de aquí.

Del abuelo al padre y del padre a ti, cuesta mucho de explicar la historia de los gegants del país sin pasar por la familia Casserras. ¿Cómo lo llevas?
Depende del momento, lo he vivido en varias etapas. Mi abuelo era un gran escultor y un gran artista, una persona muy polifacética. Mi padre también era un gran artista. Quizás sí que, cuando empecé hace diez años aquí sola, notaba la presión de la "estirpe", por decirlo de alguna manera. Pero también han ido pasando los años, y la confianza en ver que los clientes siguen confiando en nosotros, por ejemplo, y que todo sigue funcionando, que me gusta y que la gente está contenta, sumado a que tenemos encargos, y que aparte de los clientes de toda la vida se acercan cliente nuevos, me ha dado mucha seguridad. Es algo a lo que me he enganchado para ir fluyendo, el taller ha ido cambiando de manos y en estos sesenta años de historia también ha tenido sus propias fases. Mi abuelo era un artista que se asomó a la restauración arquitectónica y patrimonial de Solsona y mi padre hizo crecer el taller, consolidándolo. En los años ochenta y noventa hubo un gran empuje de localidades que querían tener su propía imaginería festiva o querían recuperarla, y eso fue importante para la empresa. Ahora, por ejemplo, hacemos muchas restauraciones, aunque seguimos creando imaginería festiva. Me transmitieron todo un corpus de técnicas y metodologías propias de la escuela catalana que definen el sello del taller.

Si mi abuelo no hubiera estado en Solsona, todo esto no se habría iniciado

Aquí en el taller Casserras pasa una cosa que en el resto de talleres quizás no pasa tanto, y es que, aparte de ser gegants bastante reconocibles, parece que los gegants hechos por los Casserras se tienen que llevar a restaurar necesariamente al taller Casserras. ¿Por qué?
Eso nos satisface mucho. Yo me decidí a dedicarme a conservar la imaginería que ha salido de este taller por cosas como esta, y procurando hacerlo tal como lo habrían querido mi abuelo y mi padre: manteniendo este carácter.

¿Cuando dices "carácter" quieres decir hacer a los gegants con cartón-piedra? ¿Se está perdiendo, esta técnica?
Diría que sí. Estamos hablando de oficios muy artesanales y que piden muchas horas. Yo he tenido la suerte que me ha ido pasando de padres a hijos, pero no es una técnica que se enseñe en la universidad. A mí me lo enseñaron aquí, en casa, con la técnica totalmente artesanal, y además tengo el añadido que he estudiado conservación y restauración, y quizás cuando llega una pieza muy antigua tengo más formación académica para entender cómo pide ser tratada.

El pasado septiembre, en Vic, hubo una trobada gegantera de todos los gegants Casserras de Catalunya. ¿Cómo lo vivisteis?
Fue muy bonito. De hecho, la idea del acto no salió de Solsona, fue de los mismos portadores de gegants de Vic que hacía años que lo pensaban. No es el primer encuentro de gegants que se ha hecho con las piezas que han salido de este taller: llevamos más de sesenta años haciendo y restaurando gegants —más de 300 figuras— y tenemos mucho vínculo con los grupos, fue como un encuentro de familias. También es bonito ver que de la misma manera que ha pasado en este taller, los grupos van pasando de padres a hijos y siempre hay alguien que las aguanta.

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Foto: Montserrat Dameson

¿Hay muchas mujeres que se dediquen a la conservación y restauración de imaginería festiva?
La verdad es que lo desconozco. De todos modos, solo en la imaginería hay muy poca gente que se dedique, en general. En la restauración del brazo del arte a grandes rasgos, hay mujeres. Nosotros, en la especificidad de imaginería, no paramos de tener trabajo, y a la vez tenemos la sensación que somos pocos en el sector. Ahora sí que hay chicos más jóvenes que se empiezan a dedicar más a esto, pero también es cierto que es un trabajo limitado dentro de nuestro país. Quiero, decir, proporcionalmente no es un trabajo en que el sector pueda crecer mucho o que se puedan abrir muchísimos talleres nuevos. Y con respecto a la restauración de gegants hechos de cartón-piedra y no con fibra de vidrio, todavía menos.

No es casual que los Casserras seáis de Solsona.
No lo es. Es gracias a la tradición portadora de gegants de Solsona que mi abuelo se dedicó a hacer gegants, porque el primer encargo que tuvo ya fue la recuperación del gegant vell de Solsona, que se había quemado durante la guerra. Ya se había intentado recuperar durante los años cuarenta, y al final confiaron en mi abuelo. A partir del éxito de la recuperación de este gegant vino el encargo de recuperar a los gegants del Pi, y eso también hizo que mi abuelo empezara a ser conocido en el mundo de la imaginería y entraran encargos de todo Catalunya. Está claro que si mi abuelo no hubiera estado en Solsona, todo esto no se habría iniciado. En Solsona tenemos la suerte de contar con piezas de más de trescientos años de antigüedad, como el drac, que hacen que tampoco sea casual esta tradición restauradora. A todo eso hay que sumar que después se recuperó el carnaval y se hicieron unos gegants más alocados, y aquí mi abuelo también pudo explorar esta vertiente suya más artística y caricaturesca. De alguna manera, aquí se creó el primer gegant que salía un poco de la tradición catalana del gegant alto y guapo: el gegant loco, un gegant feo, bajo, hecho con gracia, pero sí, feo. Era un gegant hecho para interactuar con la gente, menos solemne. Los gegants de carnaval de Solsona tienen esta cosa infantil y divertida, de manos blandas y articulado, que después se extendió por todo Catalunya.

¿Estos dos tipos de gegants —alto, guapo y solemne o bajo, feo y caricaturizado— son una ambivalencia o una sustitución?
Aquí en el taller no lo vemos como una sustitución. En general, siempre hemos hecho los dos tipos de gegants para dignificar la pieza. Toda la imaginería de Solsona carnavalera es de una calidad artísica impresionante no por ser caricaturas son figuras menos dignas, espléndidas o con un significado local detrás. Quizás sí que rompen un poco con la tradición portadora de gegants, pero no creo que puedan ni quieran sustituirla: son complementarios. Dentro de un pueblo pueden convivir dos tipos de fiesta completamente diferentes.

Ahora sí que hay chicos más jóvenes que se empiezan a dedicar más a esto, pero lo cierto es que es un trabajo limitado dentro de nuestro país

Claro, eso entronca directamente con la cuestión de cuál tiene que ser la función de un gegant, si es que tiene que haberla.
Esta es la cuestión más debatida últimamente. Para mí un gigante es una obra de arte, es una escultura que traspasas al cartón-piedra, que no es un material noble y dignificado. Es el cartón fallero de València, para que nos entendamos. Pero la base es la escultura: el gegant es una obra de arte y se tiene que considerar como una obra de arte. Ahora bien: su función no debería ser museística, porque ya desde el inicio está pensado para ser un sujeto activo, para ir a la plaza, para salir a bailar y para la fiesta. Si un gegant pierde esta función, pierde la motivación por la que fue creado. Nosotros concebimos el gegant como una entidad que debe compaginar diferentes funciones, basculando la museística, la festiva, la ritual y la de símbolo local.

¿Y si es una obra de arte, por qué no se estudia en las clases de historia del arte?
En los últimos años la gente ha ido tomando conciencia de todo esto. Hace mucho, otra vez, el espíritu de cada pueblo: celebrar los cincuenta años de una pieza y enviarla a restaurar sirve para que la gente entienda la perspectiva histórica de la pieza que sienten que los representa. De todos modos, aquí la Guerra Civil hizo un agujero muy grande, y no se puede tener la perspectiva histórica completa porque muchas figuras se perdieron. Pero esta popularización actual todavía no ha llegado al mundo académico. Los gegants son una cosa muy integrada en la vida popular, pero cuando tú miras una casa modernista o un retablo gótico puedes leer una información que has aprendido, y con los gegants no pasa lo mismo. A nivel académico tampoco se toca mucho el cartón piedra, y eso también influye en el estudio que se hace de los gegants. En la restauración de la imaginería no puedes aplicar unos criterios estrictamente académicos de restauración: no son matemáticas. El paso del tiempo no afecta al gegant como afecta a una obra más estática, como por ejemplo un retablo gótico. La actividad intrínseca de las figuras festivas requiere de una constante restauración, que no siempre es de carácter profesional. Por ejemplo, en el estudio de un busto de un gegant centenario hemos llegado a contar una docena de estratos de policromía. También es muy habitual encontrar mucho material añadido al cartón original. De todos modos, como cualquier elemento de la cultura popular, los gegants tienen un componente sentimental y me parece que es importante para la identidad de pueblo que no salgan a bailar y lucir en mal estado.

Dice Joan Amades dentro de su gran obra Gegants, nans i altres entremesos: "De todas las viejas imágenes que han tomado estado en el alma del pueblo, no hay ninguno que pueda igualar- se a la de los gegants". ¿Por qué?
Quizás esta es su función última. Los gegants tienen una cosa cautivadora y enseguida te llaman la atención. Se percibe especialmente en los niños pequeños, cuando ven estas piezas altas, espectaculares, pomposas, según cómo. Además, todos los gegants tienen una cosa particular como símbolo de pueblo, y ya desde que eres pequeño forman parte de la fiesta. Igual que cada pueblo tiene un paseo, una iglesia, un campanario y una plaza mayor, los gegants de cada sitio pasan a ser parte de su paisaje, sobre todo cuando están dignificados y son tenidos en cuenta. Es una cosa identitaria: sobre la figura está todo el sentimiento colectivo, concretamente local. Aquí en Solsona utilizamos al gegant vell y el gegant boig como logotipo, por ejemplo.

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Foto: Cedida

Claro, aquí en Solsona hay muchísimo enganche, ¿pero dirías que hay una parte del país que se mira los gegants con afán ridiculizador o con un cierto prejuicio?
Eso depende muchísimo de la función de que se le dé a un gegant concreto o del cuidado que se haya tenido. A veces sabe mal ver que a una pieza no se le está dando el uso por la que fue creada. Desde el taller intentamos todo lo contrario: dignificar la pieza, hacer divulgación y reivindicar la escuela catalana de hacer gigantes —el cartón-piedra—, que todo el mundo vea y entienda la cantidad de trabajo que hay detrás. Y no solo por nosotros, también para cada pueblo y ciudad que ha puesto esfuerzo y se ha decidido para restaurar a sus gegants o crear una pieza nueva que represente a la localidad. Pero es un poco como todo, ¿no? El prejuicio y los recelos son una cosa personal. Si crees que la cultura popular es una cosa menor, pues muy bien. Si crees que la lengua es una cosa menor, pues muy bien. Si crees que el país es una cosa menor, adelante. Al final, aquí es donde entra nuestro trabajo: hacer que los gegants estén cada vez más y más valorados. Y yo diría que eso es una cosa que va cada vez a más, que la gente saca a los gegants del pueblo que estaban en un parking abandonados y los trae aquí para arreglarlos y volverlos a lucir.

Al principio del año 2023 hubo una polémica que involucraba a Basha Changue, de la CUP, y el gegant pigat de Vilassar. ¿Los gegants son racistas?
Un gegant a solas no puede ser racista porque se tiene que poner en situación: representa una época y una cultura de hace cien, doscientos o trescientos años, incluso. Los gegants son una foto histórica de un momento, y cuando desde fuera vienen y te dicen que eso no vale porque es racista, tienes que hacer el ejercicio de pensar que a nivel local aquel es tu gegant, y vale porque a ti te importa. Tener un gegant negro, por ejemplo, no quiere decir ser racista y estar a favor del colonialismo, todo lo contrario: puede servir para explicar este momento de la historia concreto, que de hecho es de donde venimos, y tenemos el contexto de la fiesta para poder hablarlo sin esconder nada. Creo que no hay nadie que haga bailar el enano negro de Solsona pensando que cuando lo está haciendo bailar está perpetuando el racismo o el colonialismo.

Tener un gegant negro no quiere decir ser racista y estar a favor del colonialismo, todo lo contrario: puede servir para explicar um momento concreto de la historia

Precisamente porque los gegants responden a un momento político e histórico, también responden al canon estético del momento en que fueron construidos.
Claro, eso es muy interesante. Antes se representaban reyes y nobles, por eso también aquella estética de la solemnidad que hemos hablado antes: representaban figuras poderosas, y ahora son figuras más del pueblo, yo diría. Antes todo el tema patrimonial iba muy ligado a la Iglesia y ahora quizás ya no tanto, así que la manera de representarlos ha ido evolucionando. Ahora muchos pueblos escogen sus figuras de gegants en función de cuál es su identificación como pueblo: si son un pueblo en que la payesía tiene mucho peso, pues escogen una pareja de payeses. Me da la sensación que la representación estética de los gegants de antes estaba muy pensada para ser admirada, y ahora es una cosa hecha para identificarse. Es cierto que los gigantes de antes también se vestían como el pueblo, pero se vestían como los nobles del pueblo. Las gegantes, sobre todo, iban preparadas muy a la moda de la alta sociedad del momento. Hubo una época, a principios de siglo XX, en qué incluso se habían hecho concursos en Barcelona de vestuario de gegants, y que para las gegantes se hacía todo el vestuario pensando en ir a la moda. Ahora quizás cada asociación puede hacérselo un poco a su manera.

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Foto: Montserrat Dameson

Carles Freixes, director del museo de Solsona, explicó en este reportaje de Revers que los gegants se han humanizado: "Los gegants eran un elemento de atrezzo de la procesión de corpus, y ahora muchos de ellos tienen nombre e historia". ¿Es un problema, esto? ¿"Modernizando" una tradición, la perdemos?
No creo que sea exactamente un problema. Quizás si los gegants no hubieran evolucionado hacia donde han evolucionado, se habrían perdido. A mí me duele la barriga cuando veo un tió con cara, pero también pienso que quizás por eso ahora es tan popular. Con los gegants tenemos que procurar no estancarlos en un momento histórico y conseguir que evolucionen con la gente: tienen que estar vivos, y a veces la vida va de tocar algún elemento complementario sin que nada pierda su esencia tradicional. En vez de salir solo por la fiesta del patrón del pueblo, se puede hacer alguna otra fiesta para que el gegant pueda salir. O crear gegantons para los chiquillos. O introducir otros elementos que quizás antes no estaban. Mucha gente se imagina la tradición como una cosa estática, cuando la gracia es que sea una cosa viva. En Solsona tenemos la fiesta mayor —que es una cosa solemne— y el carnaval —que es una cosa de recreo— y las dos entroncan en la misma tradición. La intención es hacer cosas para que la tradición viva, no renunciar para hacer cosas alternativas a que borren los ritos de nuestros antepasados. A partir de aquí, si quieres hacer unos gegants de cachondeo por carnaval, adelante. De hecho, haberlo hecho así hace que los gegants viejos puedan conservar sus usos originales. Si el mismo gegant sale por la procesión de corpus y por el correbars, acaba siendo una modernización mal entendida y quizás eso es lo que no se acaba de entender.

¿Qué futuro le espera a la tradición gegantera?
Estamos en un buen momento, y lo vemos cada vez con la gente de los ayuntamientos o de los colles geganteres que vienen aquí porque entienden el valor que tienen los gegants de sus pueblos. Antes eran una cosa más secundaria y ahora todo el mundo es más consciente de que son parte de nuestro patrimonio, y que por eso es importante dejar la conservación y restauración en manos de talleres profesionales que entienden el valor de la escuela catalana de restauración de gegants. Ahora en el taller tenemos a los gegants de Súria, porque un grupo de gente joven ha decidido que después de 70 años se merecen una restauración. O los gegants centenarios de Caldes de Malavella, que estrenarán nueva imagen. O una geganta nueva a medio hacer, porque una villa de costa catalana acaba de descubrir que habían tenido unos gegants i ahora los quieren recuperar. Esto va de valorar y entender el patrimonio que tenemos, y creo que en Catalunya estamos en un buen momento en este sentido, porque hay mucho movimiento de dignificación de figuras que quizás antes de eso no habían tenido nunca un ritual festivo concreto para si mismas. Nosotros tenemos mucho trabajo y nos podemos dedicar íntegramente a eso, y a veces no podemos coger todos los encargos que nos llegan. Me parece que es una buena señal.