La primera temporada de Sherlock se estrenaba el año 2010 en la BBC One. Sí, ya hace doce años, y de la emisión de la cuarta hace cinco, pero si ahora se anunciara una quinta temporada por sorpresa, el recibimiento sería espectacular. Porque por mucho que haya pasado el tiempo, es de aquellas series que todo el mundo tiene presentes cuando se habla de ficciones de alta calidad. Una magnífica adaptación del personaje literario creado por el escritor escocés Arthur Conan Doyle con tres grandes pilares que nos dan pistas para resolver el caso de su excelencia: el guion, la producción y las interpretaciones. Tres pilares que ahora repasaremos, pero que también podéis revivir de primera mano a través de RTVE Play, que ha incorporado la serie a su catálogo.
Decisiones creativas acertadas
El principal secreto del éxito de Sherlock es que casi todas las decisiones creativas que se hicieron respecto de las novelas originales funcionan de maravilla. Empezando por su protagonista, la serie sabía que un detective infaliblemente perfecto no tenía el mismo atractivo que uno atormentado y con problemas sociales. Así pues, se le cambió la pipa por capas de profundidad, creando un personaje igual de brillante pero más complejo que ha acabado siendo uno de los más icónicos de los últimos años.
A su lado, un Watson que tampoco se limitaba a ser su mano derecha, sino que, por una parte, generaba conflictos muy interesantes en su difícil relación con el excéntrico detective y, de la otra, exploraba sus propias tramas, como la fascinante historia de amor y traiciones con Mary. Pero si hay un personaje con quien los creadores, Steven Moffat y Mark Gattis, acertaron de lleno fue el del principal antagonista, Moriarty. Alejado de la maldad más generalizada y previsible que lo caracteriza en los libros, el enemigo del Sherlock está aquí igual de brillante que él, pero todavía más psicópata, creando duelos intelectuales memorables.
Mismos casos, nueva época
Otra de las decisiones acertadas fue ambientar el texto al Londres del siglo XXI. Una actualización que acercaba la historia al espectador y que permitía jugar con nuevos elementos, como las tecnologías, para hacer los casos todavía más estimulantes. Estos no dejaban de inspirarse en los que había diseñado Conan Doyle, pero el cambio de época creaba una nueva atmósfera que nos hacía vivirles de otra manera.
Y en la construcción de esta atmósfera, tenemos que mencionar el excelente trabajo del diseño de producción. Quizás ahora ya no nos fascina tanto, pero en el 2010 era una maravilla ver aquel Londres tan majestuoso como gris a través de una fotografía sobria pero dinámica. Ayudaba también la enérgica banda sonora de David Arnold y Michael Price, con una de las introducciones más icónicas de la década que nos enseñaba el frenetismo de la capital.
Cumberbatch, Freeman y Scott
Hemos dicho que un pilar era el guion, el otro la producción y llegamos al último, el de la interpretación. ¿Qué decir de Benedict Cumberbatch? Nominado a un Oscar por The Imitation Game y a punto de obtener otro por The Power of the Dog, una de las figuras más importantes del universo de Marvel y, en definitiva, una estrella de Hollywood que quizás no lo sería si no fuera por su brillante y original forma de encarnar al famoso detective.
Tres cuartos de lo mismo para Martin Freeman. Quizás menos reconocido pero igual de conocido, poco después de estrenar Sherlock ya se había convertido en el protagonista de producciones de la talla de Fargo o de la trilogía de El Hobbit. Y no nos olvidemos de Andrew Scott, que aunque ahora sea icónico por su "hot priest" de Fleabag, ya lo era encarnando a un Moriarty de quien no habríamos dicho tantas bondades si no fuera por su interpretación.
La resolución de este caso de una adaptación perfecta, pues, es que confluyeron un gran conjunto de talentos - guionistas, directores, actores, diseñadores, compositores... - que hicieron que lo que habría podido ser una versión más de las icónicas novelas de Conan Doyle se convirtiera en una de las series más aclamadas de este siglo. Y por mucho que se intente repetir la fórmula de Sherlock, estas magníficas confluencias pasan una vez cada mil.