En un célebre pasaje de Si una noche de invierno un viajero, el escritor Italo Calvino afirmó que, entre otras cosas, las librerías son un universo particular donde la acumulación de tantos libros permite naufragar como dentro de un mar. Lo comento a tres de los hermanos Fàbregues al entrar en La Llar del Llibre, la librería que desde hace décadas regenta la familia, pero la respuesta de uno de ellos me recuerda de forma flagrante dónde estoy y por dónde irán los tiros aquí. "¿Mar? Eso en el barrio marítimo de Sabadell, aquello que llaman Barcelona. Aquí, de agua, nada: sólo libros y buenas maneras".
Por mucho que sea la ciudad con el aeródromo más importante de Catalunya, por suerte aprendí hace años que la mejor forma de aterrizar en Sabadell es por la vía de la dialéctica. A pesar de no tener ningún vínculo personal, laboral ni administrativo con Sabadell —como quizás tampoco lo tienes tú, "hipócrita lector, hermano mío"—, un señor de Terrassa que tuve de maestro cuando hacía Filología Catalana en la UAB me ayudó a comprender que la ciudad de Albert Pla no es la capital del Vallès Occidental, pero, sin embargo, descubriéndome al Grupo de Sabadell me enseñó que indudablemente Sabadell es la capital de Catalunya. Y por extensión probablemente la capital del mundo, aunque ningún estudio de una gran universidad americana lo haya demostrado todavía. Ahora, además, sé que en esta capital mundial hay un ágora cultural con el naming más sincero que he conocido nunca.
Un negocio nacido entre olas
"Parecemos los hermanos Dalton, pero en vez de ser unos ladrones, vendemos humanismo en fascículos", dice Carles Fàbregues Farrés, el más pequeño de esta estirpe de libreros que desde hace más de medio siglo vive de y para los libros en Sabadell. "Humanismo y libros de cocina, de papiroflexia o de posiciones sexuales llegadas de Japón", comenta Miquel Fàbregues Farrés, otro de los hermanos, para quitarle un poco de hierro al asunto y empañar de forma considerable el filtro de idealismo con el cual mis gafas, demasiado a menudo, no me dejan ver con claridad el mundo. "La historia empieza en un barco, quizás porque quien lo inicia todo, nuestro abuelo Joan, no era de Sabadell, sino de Menorca. No se puede ser perfecto, ya se sabe", empieza a explicarme Joan Fàbregues Farrés, el mayor de los hermanos, con más de cuarenta años de experiencia a las espaldas en el noble oficio de vender libros.
Estamos en el primer tercio del siglo veinte y Joan Fàbregues Victory (el abuelo) trabaja en la compañía Transmediterránea. Lector compulsivo y hombre de letras, se gana la vida como gerente en una editorial que se llama Apolo y después de haber editado varios libros, viendo que la familia va creciendo, crea una distribuidora de libros: la primera comanda la entrega en la librería Catalonia el 18 de julio de 1936. Pasa lo que pasa, Joan Fàbregues se exilia en Francia, malvive en el mismo campo de Argelers donde Agustí Bartra sitúa el Crist de 200.000 braços y al principio de la década de los cuarenta consigue volver a Barcelona, donde reanuda el negocio de la distribuidora. Primero amontona los libros en un piso de la calle Cardenal Casañas; más adelante, en la calle Petritxol, donde compra la empresa con el nombre de Hogar del Libro S.A.
El año 1957 el hijo de Joan Fàbregues, Miquel Fàbregues, recién casado y sin haber cumplido los treinta años, siente la inefable atracción telúrica que Sabadell provoca en todos los catalanes de bien y decide agrandar el negocio familiar relacionado con el mundo de los libros comprando una pequeña pero histórica librería sabadellense, hasta aquel momento propiedad de Joan Sallarés. ¿Quién era, sin embargo, Joan Sallarés? Un escritor, poeta, editor y librero local primordial en la vida intelectual sabadellense de la primera mitad del siglo veinte, llegando a ser delegado de la Comisaría de Cultura de la Generalitat de Catalunya durante la II República y la Guerra Civil.
Sabadell, hogar del hogar de los libros
Ahora que ya nos hemos situado, seguimos. Hubo un tiempo en que la actual Plaça Major de la capital emocional de Catalunya se llamaba desgraciadamente Paseo General Primo de Rivera, y fueron los tiempos en qué allí, en un local pequeño, Miquel Fàbregues erigió Hogar del libro, sucesor de Sallarés, una librería que con los años se iría convirtiendo en parte imprescindible de la vida cultural y literaria sabadellense mientras la otra parte de la empresa, la distribuidora, pasaría en dos décadas de la calle Petritxol a la calle Bergara hasta acabar, en la década de los noventa, en la Casa de la Misericordia de la calle Elisabets, último emplazamiento de Hogar del Libro S.A. como empresa distribuidora antes de su desaparición.
Si en Barcelona la distribuidora ocupaba una parroquia, en Sabadell durante todos aquellos años el Hogar del Libro vivía un traslado el año 1967 a un local mayor y, más adelante, el año 1975, la reapertura del local inicial, pero enfocado a los libros de bolsillo. La apertura más importante, sin embargo, llega el año 1980, con una tienda en el centro comercial Baricentro y más tarde, a principios de los noventa, con una librería de idiomas en Sabadell. Aquella historia iniciada por un abuelo a bordo de un barco de Transmediterránea se hacía cada vez más viva y mayor, ahora, en manos de sus nietos, que desde el último tercio del siglo veinte son los comandantes del negocio familiar fundado por el abuelo Joan y el padre, Miquel. Comprometidos con la cultura sabadellense y, evidentemente, con la cultura catalana, a principios del milenio La Llar del Llibre fue una de las librerías que, junto con La Gralla de Granollers o el Cau de Lletres de Terrassa, se sumaron a Robafaves para intentar aglutinar esfuerzos y salvar la mítica librería Catalonia de Barcelona, que finalmente bajó la persiana el año 2013.
Referencia cultural de Sabadell, desde el año 2011, seis años después de la muerte de Miquel Fàbregues, La Llar del Llibre cuenta con la librería histórica en la Plaça Major y, también, con un espacio inmenso en el centro de la ciudad que expresa de forma perfecta la diferencia etimológica entre la palabra casa y la palabra hogar: la primera, según el diccionario, designa "el edificio donde vive alguien o alguna cosa"; la segunda, en cambio, se refiere a "el espacio donde alguien está a gusto y tiene la tranquilidad ideal para vivir". "Cada dos por tres nos llama gente haciéndonos pedidos para la Casa del Libro, que es la competencia, pero cuando les decimos que somos La Llar del Llibre y que somos de Sabadell, las dudas se aclaran deprisa", comenta Àngels Fàbregues, la única mujer librera de los hermanos y responsable de La Llar del Llibre pequeña, la de la Plaça Major.
La vocación de vender y de hacer libros
Desde el año 2017, además, La Llar del Llibre no sólo vende libros, sino que también los hace: en los últimos cuatro años, ya son siete los volúmenes sobre la historia local de Sabadell editados por esta humilde editorial que el año pasado editó L’any que ve no l’altre, un homenaje al libro de Francesc Trabal editado hace un siglo y que, sin miedo de ser atrevidos, es una especie de Biblia apócrifa para todos aquellos que sabemos que Sabadell es mucho más que una ciudad.
"En una librería puede haber un libro de Ramon Llull editado hace cuarenta años, pero también uno de recetas de Karlos Arguiñano, y no dudes que el segundo siempre tendrá más éxito que el primero" comenta Carles, que tiene muy claro que hay personas que entran en una librería como aquel que entra en una panadería porque quiere un cruasán para merendar y hay, en cambio, quienes entran con el fin de pasar media hora allí donde el mundo exterior queda reducido a un simple decorado tras la puerta. En este último año coronavírico, La Llar del Llibre ha tenido que hacer frente al reto de seguir sobreviviendo a pesar de las restricciones sanitarias y la pandemia, pero precisamente la demanda de libros ha permitido que este viejo negocio con más de 65 años de historia haya seguido resistiendo el embate del tiempo.
"Durante el confinamiento hubo días que hacía cien kilómetros con la Vespino arriba y abajo repartiendo libros a la gente", confiesa Carles, a quien su hermano Miquel le dice, con socarronería, que "mientras él hacía de pizzero de libros, nosotros abríamos cada día para seguir sacando adelante el negocio de manera online, a pesar de que el mundo online no sea sostenible a nivel medioambiental". "Entendemos la librería como alguna cosa más que una tienda de libros, concluye Joan mientras responde la llamada de un cliente —o futuro cliente— que pregunta por teléfono si pueden tratar de conseguirle un libro extrañísimo de encontrar. "Haremos todo el posible, lo encontraremos", oigo que le dice con la seguridad, el convencimiento y la serenidad de un cirujano antes de operar. Con el compromiso, en fin, de quien tiene por vocación conseguir acercar los libros a los demás.
Me despido de los cuatro hermanos confesándoles que no soy de Sabadell, no trabajo en Sabadell, no me voy a la cama con nadie de Sabadell y que, incluso, celebro antes un gol del Girona que del Sabadell en un derbi catalán de Segunda, pero que escribiré un reportaje que será una oda de amor a Sabadell, ya que amar Sabadell no es una opción vital, sino una obligación moral. En una cocapital de comarca tiene que haber, por narices, una librería. En una capital de país esta librería tendría que ser, como mínimo, una casa, una masía o incluso un palacio. Pero si hablamos de la capital del mundo, indudablemente esta no se puede conformar con un simple edificio con libros almacenados: en la capital del mundo tiene que haber un hogar para libros. Y en Sabadell, sin duda, eso se cumple.