Hace unos meses, en esta misma sección, alabábamos la excelencia de Civil War, la distopía nada distópica con la que el cineasta Alex Garland planteaba un muy verosímil escenario bélico que dinamitaba unos Estados Unidos totalmente polarizados. El poderoso efecto de construir una hipótesis aterradora con ingredientes muy reconocibles, con los que convivimos cada día de nuestras vidas, se repite en Día cero, la miniserie de seis episodios que acaba de estrenar Netflix y que tiene Robert De Niro como cabeza de cartel.

🎞️Me estás hablando a mí? El gesto indescifrable de Robert De Niro
 

El legendario protagonista de Taxi Driver interpreta aquí al expresidente norteamericano George Mullen, un hombre respetado por republicanos y demócratas, y también por un electorado cada vez más dividido. En un contexto de fake news y redes sociales convertidas en un vertedero de mierda, de comunicadores que disfrazan sus delirios de verdades absolutas y que ven cómo centenares de seguidores mononeuronales se convierten en un rebaño a su servicio, y de amos de grandes corporaciones tecnológicas partiendo la pana; la trama de Día Cero explota cuando el país recibe un ciberataque masivo que provoca más de tres mil muertos. Es aquí cuando Mullen, en tanto que figura de consenso, acepta el encargo de ponerse al frente de una comisión plenipotenciaria, que no necesitará rendir cuentas ni seguir ninguna ley establecida, durante el proceso de investigación que tiene que evitar nuevos ataques y desenmascarar a los responsables de la masacre.

Día cero pone encima de la mesa un puñado de elementos que, de una manera u otra, resultan familiares en las democracias modernas y que dramáticamente funcionan a la perfección

Con esta premisa, utilizando herramientas de la política-ficción, Día cero apuesta por mantenerse muy cerca de la realidad más absoluta a la hora de desarrollar una trama absorbente y adictiva, que probablemente os obligue en el binge-watching (es decir, a ver toda la serie de principio a fin del tirón). Tiene mucha culpa un esmerado trabajo de guion a cargo, entre otros, de dos periodistas políticos como el exproductor del NBC Noah Oppenheim y, sobre todo, Michael S. Schmidt, corresponsal del New York Times y dos veces ganador del Pulitzer. Que los dos formen parte del equipo de mentes pensantes de la miniserie asegura que el puro entretenimiento vaya acompañado constantemente de una sensación de verosimilitud, de posibilidad absolutamente tangible, que juega muy a favor de la eficacia de la propuesta.

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Ya se puede ver en Netflix la serie protagonizada por Robert De Niro Día cero

Con este gran activo narrativo, Día cero pone encima de la mesa un puñado de elementos que, de una manera u otra, resultan familiares en las democracias modernas y que dramáticamente funcionan a la perfección: la gestión de las catástrofes y/o de los atentados terroristas, la pérdida de derechos aparentemente protegidos por las constituciones en nombre de la seguridad nacional, el oportunismo político, el juego de equilibrios entre administraciones públicas, el peso en la toma de decisiones de milmillonarios a quien nadie ha votado, la pérdida de valores y la falta de principios, incluso el riesgo de estar en manos de alguien que quizás no tiene pleno control de sus facultades cognitivas.

De Niro, Biden y Jimmy Carter

La sombra de Joe Biden en la recta final de su presidencia, la de los lapsus y las confusiones, aparece en el retrato del expresidente Mullen (aunque el argumento de la serie le dé una justificación que aquí no destaparemos). Aun así, si tenemos que hablar de algún referente real a la hora de construir al personaje, tal como reconoce Robert De Niro, sea Jimmy Carter quien más se parezca al protagonista de Día Cero, por aquello de dejar un buen recuerdo, probablemente fundamentado en la comparación con otros dirigentes del país anteriores o posteriores, y haberse ganado el respeto una vez acabado su trabajo en la administración. Mullen tiene sus claroscuros y algunos traumas del pasado, sí, pero hay una pátina de honestidad que lo convierte en alguien en quien se puede confiar. Eso sí, la sucesión de hechos lo colocará en algunas delicadas situaciones sin marcha atrás.

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Día cero, la ficción siempre acaba superando la realidad

Día cero es una propuesta perfecta por amantes de aquellas teorías de la conspiración que cada día parecen menos improbables

Nunca acabamos de saber, aunque no es muy difícil deducirlo, a qué partido pertenece el expolítico que interpreta uno De Niro que nunca se ha mordido la lengua a la hora de calificar a Donald Trump de cerdo o de estafador. Tampoco lo sabremos con respecto a otros personajes importantes de la historia, como la presidenta a quien da vida Angela Bassett, el jefe de la Cámara de Representantes a quien interpreta Matthew Modine, o la congresista e hija del protagonista que encarna Lizzy Caplan. Es razonable pensar que detrás de esta decisión de guion se pretende que ningún espectador potencial se desconecte del visionado por razones ideológicas. El magnífico reparto no se detiene aquí: también aparecen Joan Allen, Jesse Plemmons, Connie Britton y un sensacional Dan Stevens convertido en un polémico y poderoso comunicador de extrema derecha claramente inspirado en el execrable Alex Jones.

Con una puesta en escena clásica que solo se rompe en los momentos de desconcierto cognitivo de Mullen, y con un puñado de giros de guion muy bien situados en cada uno de sus seis episodios, Día cero es una propuesta perfecta por amantes de aquellas teorías de la conspiración que cada día parecen menos improbables.