El oncólogo y genetista Siddharta Mukherjee es el autor de una obra de divulgación que ha causado furor: El gen. Una historia personal (en catalán en La Campana y en castellano en Debate). Esta obra, de más de 700 páginas, ha cautivado al combinar una historia de los avances científicos de la genética, con una explicación sobre las capacidades de esta disciplina, que parece capaz de renovar el mundo. Pero, sobre todo, la clave de esta obra es que pretende ser una aportación al debate sobre los límites en la aplicación de los avances genéticos. Pese a ser una historia muy seria, esta obra ha conseguido situarse a las listas de los best-sellers de varios países del mundo (como lo había hecho El emperador de todos los malas. Una biografía del cáncer, también en Debate). Este martes, el profesor Mukherjee participará en las Conversacions en la Pedrera, promovidas por la Fundación Catalunya La Pedrera, con un diálogo con la periodista Milagros Pérez Oliva.
Llamada al debate
Mukherjee no es un conspiranoico que se opone a la ciencia. Es oncólogo y su ilusión es llegar a encontrar la forma de evitar que nazca más gente con cáncer. Pero desde su conocimiento de la genética y de sus posibilidades actuales, quiere abrir un debate. Considera que la genética, al fin, nos afecta a todos y que este debate no puede estar restringido a los científicos del área, sino que tiene unas vertientes éticas y sociales que implican que todo el mundo tiene que participar en la discusión. "La ciencia ya no puede quedarse en los laboratorios: hace falta que forme parte del debate público", afirma. Pero eso no es sencillo: hay que conocer determinados conceptos, poder valorar determinados avances, eliminar algunos malentendidos... Y, justamente para eso, para ofrecer herramientas para que la gente pueda participar en este debate, ha publicado El gen, dónde la voluntad divulgativa se combina con el más estricto rigor científico. Advierte que en el debate genético, en los 150 años de vida de esta ciencia, a menudo ha sido esencial el pensamiento de los no científicos, como en el surgimiento del peligroso movimiento eugenista, y llama a participar en el debate para evitar derivas peligrosas como aquella.
Tecnologías poderosas y peligrosas
Mukherjee muestra su preocupación por la evolución del mundo. Siente una gran fascinación por las tecnologías basadas en la genética que pueden mejorar los cultivos (y alimentar millones de personas) y que pueden frenar la difusión de enfermedades. Ahora bien, afirma que "todas estas tecnologías son muy potentes, muy poderosas, pero también son muy peligrosas". Pone como ejemplo una de las más simples: la determinación del sexo antes del nacimiento. En determinadas zonas de la India, por cada 1.000 hombres, sólo nacen 750 mujeres; muchos padres, cuando saben que esperan a una niña, prefieren recurrir al aborto. Eso provoca, obviamente, grandes descalabros sociales. Mukherjee se pregunta qué harán los padres cuando a través de test puedan saber las predisposiciones a determinadas enfermedades de los embriones o su orientación sexual... "Tenemos la técnica", asegura, pero formula la gran pregunta "Estamos preparados para usarla?". Y reflexiona: "No basta con conocer los rudimentos de la técnica, hay que conocer también sus consecuencias, sus implicaciones". Y asegura que no somos lo bastante conscientes de hacia dónde nos llevan estas técnicas.
Un mundo fantástico
Mukherjee afirma que avanzamos hacia un mundo raro: "Es un mundo extraño al que estamos yendo". Asegura que no pasará mucho tiempo antes de que haya cambios sustanciales en la humanidad: "Eso lo veremos nosotros antes de morir". Ha explicado que hay un proyecto muy ambicioso en el ámbito de la genética que puede renovar el panorama científico: se trata del plan para estudiar el genoma de 10.000.000 de personas, con lo cual se podrá mapear el genoma humano y será posible mejorar mucho el conocimiento de las predisposiciones de la gente a ciertas enfermedades (pero no sólo eso: también se podrán detectar otras características de las personas). Mukherjee afirma que hasta hace unos años era escéptico sobre las posibilidades de la genética: creía que el gen era tan complejo que nunca se podría descifrar del todo y que sería muy difícil manipularlo, pero reconoce que se equivocó, en vista a los grandes avances que se han producido en los últimos años. Unos avances que le provocan temor: "A mí me parece muy extraño que se pueda hacer el mapa del destino de los humanos, que sepas cuándo empezarás a envejecer, cuál será tu identidad sexual o si sufrirás cáncer de pulmón". Mukherjee asegura que nunca ha querido hacerse pruebas de predisposición a enfermedades: "Cada semana secuencio el genoma de 3 o 4 pacientes", asegura, pero deja muy claro que "El mío, no lo he querido saber nunca".
Una tecnología antidemocrática
Una de las mayores preocupaciones de Mukherjee es la accesibilidad a las tecnologías genéticas. Afirma que son muy caras, y que se tienen que trabajar de forma personalizada. No hay perspectivas de que a medio plazo estas técnicas se puedan democratizar, sobre todo con el incremento de las desigualdades: "Sólo uno pocos se podrán beneficiar de estas tecnologías". El oncólogo considera que la aplicación de estas tecnologías entre los ricos supondrá romper con el principio básico de la igualdad humana: "En principio, en la lotería genética, todos éramos iguales, pero ahora eso ha cambiado, porque está la tecnología. Ahora puedes modificar las características de tus descendientes. Puedes hacer que sean más sanos, más fuertes, más inteligentes... Pero no todo el mundo tiene los medios para hacerlo". Mukherjee cree que esta tecnología puede generar una división de la sociedad que llega a cuestionar el núcleo de lo que es ser humano. El autor cree que la genética "la controlarán unos pocos, los ricos, y no se la podrá permitir medio mundo". Y asegura que hay que debatir quién tendrá la soberanía genética y qué medidas se tiene nque tomar desde el poder para regular estas técnicas.
Los desafíos actuales de una ciencia
El libro de Mukherjee no sólo plantea los grandes avances de esta disciplina, sino también sus grandes bloqueos. En realidad, los estudios sobre guisantes de Mendel, que hoy en día todos los alumnos de instituto tienen que conocer, pasaron desapercibidos durante décadas... Ahora bien, en los últimos años es indudable que la genética ha alcanzado grandes hitos científicos. Mukherjee explica que el conocimiento del genoma humano es cada vez más fuerte. Y lo que se ha descubierto últimamente es que se puede manipular de forma relativamente sencilla. No hay muchos problemas para sustituir una secuencia por otra. "A partir de ahora podremos escribir nuestro propio manual de instrucciones" apunta el científico. Pero Mukherjee cree que el conocimiento del genoma puede condicionar las relaciones sociales, y se plantea "Si llegamos a saber si hay una predisposición genética para la homosexualidad y esperas a un hijo. Querrás saberlo?". Él lo tiene muy claro: no quiere saber si sus hijas están predispuestas hacia la homosexualidad, ni hacia la esquizofrenia, aunque tienen antecedentes familiares de ésta. Afirma que no quiere que eso marque la relación con la gente que ama. Y asegura que si una de las hijas tuviera predisposición por esta enfermedad mental y la otra no, eso probablemente marcaría su relación con ellas, y haría que fuera desigual.
Mukherjee y su padre © Dayanita Singh.
Libro con biografía
Mukherjee asegura que este libro está muy imbricado con su vida y por eso lo tituló de esta forma. "La herencia no tiene nada abstracto para mí", afirma, y explica que su primo paterno sufre esquizofrenia y que a su familia hay casos de transtorno bipolar. Por lo tanto, su investigación no se debe sólo a motivos académicos, sino también con objetivos íntimos, personales. Su padre, que murió hace poco, tenía un gran miedo a la esquizofrenia, una enfermedad que acaba destruint la persona y que puede destruir a la familia. Y le transmitió al autor este temor. Pero con el tiempo, Mukherjee ha valorado también otras experiencias, como la de Edvard Munch, un pintor esquizofrénico que consideraba que su padecimiento era parte integral de él, y que sin su padecimiento no existiría su arte. En El gen, Mukherjee afirma que El grito, la desesperada obra de Munch, no es sólo una muestra de su genio creativo, sino también de su enfermedad. Y recuerda que Munch afirmó que no quería suprimir sus padecimientos. Y se plantea una cuestión filosófica: "Al fin, hace falta plantearse qué es la anomalía y qué es la normalidad". Y eso no es una cuestión que los genetistas o sus clientes puedan decidir solos.