El caso Sijena vuelve a ser noticia porque Aragón reclamará judicialmente un compartimento del antiguo retablo mayor del monasterio que es hoy propiedad de unos particulares. La obra, la Presentación de Jesús en el Templo, ha permanecido retenida en el Museo de Zaragoza esperando que llegara este día, después de que fuera confiscada por la policía española en una casa de subastas de Barcelona donde sus propietarios pretendían venderla al mejor postor.

Esta historia tiene todos los elemento de un absoluto despropósito, de un abuso de poder. Algunos datos lo demuestran. Si damos por válido el argumento jurídico que no podía salir nada del monasterio de Sixena después de 1923, tenemos que concluir que la tabla en disputa tiene que ser devuelta a sus propietarios y que lo tienen que poder subastar sin ningún tipo de problema. Si el Gobierno de Aragón está realmente interesado en la pieza, podrá adquirirla allí.

Repasando bien el tema y releyendo todas las fuentes conocidas, la conclusión es que no se puede demostrar si la tabla salió del monasterio antes o después de 1923. Así lo publiqué en un artículo aparecido hace pocos meses en la revista Ars Magazine.

Presentación de Jesús en el Templo, la obra en disputa

Émile Bertaux todavía vio esta tabla en el monasterio en 1908, pero Ricardo del Arco ya no la describió en 1921. Podría ser, por lo tanto, que se tratara del compartimento del retablo mayor que, según el historiador Elías Tormo, circulaba por el mercado de arte aragonés en 1919. Sabemos, además, que la obra se transportó con destino en Barcelona poco después de diciembre de 1921, de acuerdo con una etiqueta de agencia de transportes que se encuentra adherida en la parte posterior.

En cualquier caso, es seguro que ya no estaba en el monasterio en 1926, cuando el historiador Chandler Rathfon Post lo visitó y confirmó, de manera explícita y vehemente, que este compartimento del retablo había sido vendido por las monjas. En resumen: no sabemos si salió antes o después de 1923, pero en 1926 ya no estaba. Y una información más. Hay que descartar que la obra todavía se conservara en Sijena en 1933, a diferencia de lo que dijo José Soldevila Faro en un artículo publicado en aquel año. Este autor no visitó el monasterio y citó los compartimentos del retablo de segundas, a través de lo que habían dicho otros especialistas. Un ejemplo clarificador: Soldevila menciona en el mismo artículo que la tabla con la Natividad todavía se encontraba en Sijena, cuando es sabido que el 1926 ya estaba a la venta en Londres.

La etiqueta de transporte enganchada a la obra

Tampoco es cierto, como argumentan el Ayuntamiento de Villanueva de Sijena y su abogado, Jorge Español, que la tabla saliera del monasterio en 1936. Esta afirmación es una absoluta boutade sin apoyo documental alguno. Una vez más —ya nos tienen acostumbrados— estamos ante un caso flagrante de teoría de la conspiración y manipulación chapucera. La argumentación que utilizan es oscura, sibilina y manipuladora. Lo más grave es que, con argucias interpretativas no documentadas como esta, intenten engañar a un tribunal y a la opinión pública, a la vez que perjudican a una familia que es propietaria de buena fe de la obra desde hace decenios. Todavía es más grave que todo un gobierno autonómico se preste a este juego oscuro. Este mismo gobierno, en cambio, no movió ni uno solo dedo para adquirir un compartimento del mismo retablo que ha sido recientemente comprado por el Meadows Museum de Dallas.

Según el abogado Jorge Español, la placa metálica que hay detrás de la obra con las iniciales EGC corresponde a Eulàlia Gudiol Corominas, la hija pequeña de Josep Gudiol Ricart. Se trata de una placa con una morfología y tipo de letra que, claramente, remite a inicios del siglo XX. Es imposible, por lo tanto, que pueda corresponder a Eulàlia Gudiol, dado que esta señora todavía vive.

La voluntad de asociar esta placa a Eulàlia Gudiol es profundamente maquiavélica, pues se pretende una cosa muy concreta: situar la salida de la obra del monasterio en 1936 y asociarla con Josep Gudiol, el catalán que salvó buena parte del patrimonio del monasterio, tanto los bienes muebles como las pinturas murales de la sala capitular. En definitiva, acusarlo de robo y de un acto ilegal. Culparlo de haber hecho desaparecer algunas obras en beneficio propio.

La obsesión de esta gente con Josep Gudiol es realmente enfermiza. No han tenido bastante con vilipendiarlo continuamente, acusarlo de expoliador o falsear el incendio de la sala capitular para poder arrancar las pinturas. Ahora también implican a miembros de su familia. Los historiadores del arte sabemos que Gudiol es un personaje con luces y sombras, pero su actuación durante la Guerra Civil española en materia de salvamento de patrimonio fue impecable. Con estas acusaciones actúan de la misma forma que el régimen franquista, que lo persiguió por idénticas cuestiones.

En conclusión, es realmente grave que el Ayuntamiento de Villanueva de Sijena y el gobierno de Aragón intenten desposeer a un particular de algo que es suyo. A eso se le llama expolio. Expolio desde las instituciones. Y es grave porque los datos aquí expuestos están au alcance y los conocen. Están publicadas. Lo que se está haciendo es intentar manipular la realidad y dar gato por liebre. Nos encontramos ante un caso flagrante de cherry picking, o falacia de la evidencia incompleta, esto es, trabar una argumentación a partir de aquellas informaciones que confirman tu hipótesis, y descartar aquellas que la invalidan. Eso quizás es habitual en el ejercicio del derecho, pero demuestra una altura moral bien escasa.

La defensa de la familia Carandini de Robert, los propietarios de la obra, puede todavía jugar bien sus cartas y exponer bien la situación, ya que los argumentos de la parte aragonesa son extremadamente débiles. Sin embargo, como se ha visto, cuando se habla de Sijena y de tribunales puede pasar cualquier cosa.

Alberto Velasco (@velasc_albertoes profesor asociado de Historia del Arte de la Universitat de Lleida