Salvando las distancias, Richard Allen fue algo así como un Curtis Garland británico; es decir, un tipo que bajo seudónimo facturaba novelas como churros. Pero si Juan Gallardo Muñoz (que así se llamaba realmente el barcelonés) es recordado por sus bolsilibros para Bruguera que abarcaban géneros como el policíaco, las novelas del Oeste o la ciencia ficción, James Moffat (que así se llamaba el inglés) lo es por inventar para la New English Library un subgénero del pulp que podríamos llamar skinheadxploitation fiction. Allen escribió varios centenares de novelas cuyos rudos protagonistas pertenecen a las subculturas juveniles surgidas en la Gran Bretaña de finales de los 60 y los 70, como skinheads, suedeheads y smoothies. Una gran cantidad de ellas narran las correrías ficticias de Joe Hawkins, un joven pelao del East End que se lo pasa pandereta bebiendo, violando y arreando soplamocos a cualquiera “lo suficientemente desafortunado como para interponerse en su camino”; preferentemente hippies, si le dan a elegir. Títulos baratos, hoy de culto, como Skinhead (1971), Suedehead (1971), Boot Boys (1972), Skinhead Girls (1972), Trouble for Skinhead (1973), etc., etc., que, a remolque de una atención pública empeñada en criminalizarlos, ayudaron a forjar la reputación de los skins como, en palabras del sociólogo Stanley Cohen, “folk devils and moral panics”, es decir, a ser desmesuradamente percibidos como una amenaza para la sociedad.
Viñas analiza el fenómeno de forma exhaustiva y metodología académica, […] pionera en un país donde los estudios sobre la cultura juvenil se han limitado a zafios reportajes sobre “tribus urbanas” en revistas de crónica social o prensa rosa
Haciendo gala de su proverbial majeza, parece que Margaret Thatcher manifestó su afán de “crucificar a todos los skinheads”, lo cual dio origen, como respuesta coñona, al símbolo del skinhead crucificado que muchos se tatuaron (a veces sólo en forma de cruz taleguera en la frente o en los dedos), y que fue originalmente diseñado en la tienda londinense de ropa punk y skin Last Resort. Último Resorte, la legendaria banda punk barcelonesa capitaneada por Silvia Resorte, huelga decirlo, sacó su nombre de dicha tienda. Por su parte, corre por internet una foto de Quique Gallart, cantante de Skatalà y uno de los primeros, si no el primero, rapados de todo el Estado luciendo una camiseta con la ilustración del skinhead clavado en la cruz estampado entre sus tirantes. Cuento todo esto para evidenciar que la historia del estilo y la subcultura pelona fue y sigue siendo de alcance “glocal”: su dimensión local es inseparable de otra internacional. Por eso, anécdotas y libros raros a un lado, Carles Viñas, doctor en Historia contemporánea y máxima autoridad indiscutible —e indiscutida— de la materia en nuestro país, tras la cercana publicación de Skinheads. Historia global de un estilo (Bellaterra Edicions, 2022) acaba de regresar a la carga con Rapats. Una historia de la subcultura skinhead autóctona, editado en catalán por Manifest y castellano por Verso. Viñas analiza el fenómeno de forma exhaustiva y método académico, en la línea de los Cultural Studies de Stuart Hall y compañía, sin renunciar por ello a ofrecernos una lectura ágil, entretenida y, por momentos, hasta divertida, pionera en un país donde los estudios sobre la cultura juvenil se han limitado a zafios reportajes sobre “tribus urbanas” en revistas de crónica social o prensa rosa.
El movimiento skinhead es, con toda probabilidad, la subcultura que más espacio ha ocupado en los medios de comunicación. Paradójicamente, al margen de estereotipos erróneos, también es el más desconocido o malinterpretado…
A principios de los años 90 se produce un pico de noticias sobre el estilo skinhead que ocupan incluso portadas de la prensa escrita casi a diario. Pero es precisamente la prensa quien empieza a difundir este estereotipo erróneo que identificaba los skins con el neonazismo y el racismo. Y, evidentemente, esto es totalmente desacertado: los orígenes del estilo son multiétnicos, fruto de una mezcla racial de jóvenes ingleses blancos de clase obrera con jóvenes negros de origen antillano que habían llegado a la Gran Bretaña. De esta fusión nacerá, en la segunda mitad de los años 60, el estilo skin, que acabará de consolidarse a finales de la década. Por lo tanto, estos estereotipos que se difundieron profusamente en los 80 y 90 fueron fruto, en la mayoría de los casos, del desconocimiento que existía sobre el fenómeno, y proyectaron a la sociedad una imagen errónea del movimiento skinhead que, desgraciadamente, todavía perdura.
¿Por qué una investigación académica sobre un fenómeno que tradicionalmente a la academia se la ha traído al pairo?
Yo estoy especializado en historia contemporánea, y es un tema que me interesaba y que, como bien dices, aquí nunca se había estudiado desde la academia. Por lo tanto, creí adecuado adentrarme y empezar a investigar para ofrecer unas bases sólidas, con cierto rigor, sobre el estilo skin. A diferencia de, por ejemplo, Gran Bretaña donde la historiografía anglosajona ha abordado el mundo de la juventud y los estudios subculturales desde los años 60 hasta el día de hoy, en nuestro país hay un vacío importante, y mi idea era intentar tapar agujeros en este sentido con alguna aportación histórica rigurosa.
Creo que la historia narrada desde bajo es importante, y por eso decidí hacer esta investigación en varios ámbitos
Para hacerla has tenido que pisar las calles y los campos de fútbol, apoyarte en la barra de los bares, hablar con rapados de todos los signos, ir a conciertos y empaparte de fanzines. Es decir, levantar el culo del pupitre.
La idea era rehuir un poco de la investigación tradicional del mundo académico, que acostumbra a hacerse través de la investigación bibliográfica y encerrado en un despacho. Entendía que no era adecuado y que, seguramente, reproduciría esos mismos estereotipos erróneos. Por lo tanto, primero es una investigación multidisciplinaria donde, por ejemplo, adopto el trabajo de campo de la antropología, así como técnicas de la sociología y la politología. La idea era hacer una historia desde bajo, donde los propios protagonistas pudiesen hablar, por eso he entrevistado a un centenar de integrantes del estilo, he estado in situ en varios conciertos, reuniones, campos de fútbol, bares, etc., porque no quería proyectar una visión equivocada y distorsionada, sino que los protagonistas hablaran, que fueran parte protagonista. Creo que la historia narrada desde bajo es importante, y por eso decidí hacer esta investigación en varios ámbitos. También a partir de sus propias publicaciones, los fanzines, y escuchando mucha música de todos los estilos que gustan al movimiento. Entiendo que es la única manera de poder hacer una radiografía tan fidedigna como sea posible de este fenómeno.
La cultura skinhead llegó tarde a nuestro país, pero lo hizo con mucha fuerza. ¿De qué manera irrumpe y se difunde el estilo en España a inicios de los años 80?Aquí la dictadura tiene una importancia capital. Durante cuatro décadas el Estado español estuvo sometido a un aislamiento importante, y esto hizo que ciertas influencias no llegaran hasta más adelante. Así como en otros países del entorno, desde el centro de la subcultura, Inglaterra y Londres en este caso, el estilo se irradia casi desde el primer momento, aquí tarda por el efecto distorsionador que provoca la dictadura. Cuando el control comienza a relajarse, a finales de los 60 e inicios de los 70, gracias a la presión post-68, empiezan a aparecer las primeras influencias, y ya durante la transición es cuando las subculturas irrumpen con mucha fuerza. Se produce el estallido de una generación de jóvenes que quieren alejarse de la ultrapolitización precedente del antifranquismo, y la lectura es: ahora estamos en una nueva etapa de libertad y, por lo tanto, lo que ahora toca es disfrutar y el ocio. Por eso empiezan a aparecer los skins y otros fenómenos culturales como por ejemplo la movida madrileña.
¿Qué singularidades adopta aquí el movimiento?
La singularidad o la diferencia más importante respecto a otras plasmaciones o concreciones del estilo en toda Europa es que aquí reproduce el contexto sociopolítico existente. Cualquier concreción juvenil o postadolescente o del tránsito de la adolescencia a la edad adulta, como es el caso que nos ocupa, se ve afectada por el entorno, que tiene una incidencia importante. Aquí ese entorno, más allá del tradicional eje izquierda-derecha, era el de las reivindicaciones soberanistas, los nacionalismos periféricos enfrentados al nacionalismo centralista español, etc., y todo esto tiene un reflejo en la plasmación del contexto skin donde se reproduce, en menor escala, el contexto político. La característica diferencial más importante es esta politización que no encontramos en otros países.
¿Qué hizo que Barcelona fuera el epicentro del estilo?
Básicamente, su proximidad con Francia. Las primeras influencias llegaban del norte y la gran urbe del momento era Barcelona. Ya a finales de los 60 y durante los 70 la contracultura llegó y se desarrolló aquí, y el hecho de ser una ciudad con puerto también ayudó. Y luego, a inicios de los 80, empezaron a llegar rapados o skins franceses. Es un cúmulo de circunstancias, pero sobre todo yo lo vincularía al ámbito geográfico.
¿Cuáles fueron los elementos más destacados de la cultura skin que permitieron su difusión y desarrollo.
Creo que su carácter transgresor es lo que más seduce o fascina a un determinado sector de jóvenes que lo acaban adoptando o abrazando. Este carácter rompedor, incluso rupturista, respecto a la cultura parental. La voluntad de marcar una identidad diferenciada cuando eres joven… Todo esto influye en el hecho de que un segmento importante de la juventud, en los 80 e inicios de los 90, adopte, más o menos, en ciertas dimensiones, el estilo skin y todo lo que supone.
¿Qué importancia tiene la música para esta subcultura?
Es capital. La música es uno de los elementos, junto con la estética, más relevantes (y aquí también la política): son los tres pilares que sustentan el estilo. La música es muy importante porque es uno de los elementos que permiten crear una identidad al margen. No es sólo una identidad en el ámbito estético o de comportamiento, de actitud, sino que se construye además en el ámbito musical: la adopción de referentes que en este caso llegan tardíamente: empiezan por el punk, la música oi!, y después los sonidos jamaicanos originarios de los años 60 al estilo primigenio de la Gran Bretaña, serán los que acabarán de concretar esta identidad diferenciada respecto a sus progenitores.
Las bandas latinas ocuparon el vacío dejado por los skins
Muchos de los viejos skinheads seguidores del movimiento original lo siguen siendo. También conozco a mucha gente jovencísima que ha adoptado el estilo. Las pinchadas de early reggae, rocksteady, two tone, etc., proliferan. En cambio, hace tiempo que no cambio de acera al cruzarme con una pandilla de boneheads nazis.
Tras vivir su momento álgido a inicios de los años 90, posteriormente los episodios de violencia protagonizados por las bandas de cabezas rapadas neonazis atrajeron el foco mediático, comportando también una mayor presión social, institucional y policial. Fue entonces cuando se difundió/extendió el estereotipo mediático que asociaba, erróneamente, skins con nazismo y racismo. Todo ello comportó un declive de este, y también su sustitución por unos nuevos folk devils (demonios populares) como fueron las bandas latinas, que ocuparon el vacío dejado por los skins. El estilo, por lo tanto, pervive con unas dimensiones mucho más reducidas y, sobre todo, gracias a aquellos que se mantienen fieles a los orígenes, porque los ultraderechistas (por motivos varios) han ido abandonando el look precedente. La comprensión, poco a poco, va mejorando, pero desgraciadamente todavía persisten en el imaginario popular los tópicos mencionados.