Después del éxito de Las buenas compañias, el filme que escribió y dirigió, Sílvia Munt vuelve al teatro y al pequeño formato para dirigir Els Buonaparte, un texto de Ramon Madaula con Pau Roca, David Bagés y Oriol Guinart como protagonistas. El espectáculo que estos días, y hasta el 14 de enero, se puede ver en el Teatro Akadèmia de Barcelona, habla de la relación de los dos hermanos, Napoleón y José, situando el relato, en el contexto inmediato a la invasión francesa de la península Ibérica, momento en que Napoleón destronó a los Borbones, sentando a su hermano mayor, José, en el trono de España y de las Indias, hecho que cambiará la historia.
Después de la buena acogida de tu última película, Las buenas compañias, no solo vuelves al teatro, sino que lo haces en pequeño formado.
Es mi primera dirección en el Akadèmia. Tenía muchas ganas de hacer esto, un espectáculo pequeño, y mira que a mí me toca llenar salas grandes. El texto lo conocía, y cuando me lo pidieron Ramon (Madaula) y Pau (Roca), lo vi claro. Con Ramon nos leemos, pero siempre con distancia y respeto. Por eso cuando releí el texto, empecé a pensar en la puesta en escena.
Explicamos la historia de dos hermanos, y esta relación determina muchas otras cosas
Háblanos del texto.
De Ramon sale comedia siempre. Explica un momento muy importante, cómo se decanta tristemente hacia el lado de la balanza nuestra historia. Explica, sobre todo, cómo los grandes traumas nos hacen caer en lo divino. Todos somos niños peligrosos con carcasa de personas mayores. Explicamos la historia de dos hermanos, y esta relación determina muchas otras cosas. Hay humanidad, ironía y comedia. Es un tono muy difícil.
Son los tres actores muy tragicómicos.
Sí, de mucha verdad, tienen inteligencia para jugar por encima del texto, para llevarlo más allá. Muchas veces la comedia nace del ridículo que somos. Hemos trabajado muy bien con los actores. Un reparto formado por Pau Roca, David Bagés y Oriol Guinart. Trabajar siempre es duro, pero nos hemos divertido y mucho. Para bien o para mal, siempre estás sujeto a muchas cosas. Yo, cuando trabajo, siempre persigo la verdad. Siempre. La forma cómo conseguirla, ya es diferente. Esta obra, por ejemplo, no es naturalista, la obra se escapa, el momento, el contexto histórico es tan potente, hay tantos ismos, y tanta perturbación intelectual de cambios y angustias existenciales que hace que el tono sea un poco más superlativo.
Cuando trabajo, siempre persigo la verdad
Recuerdo que dirigiste una adaptación de Dogville, y en tu caso había un realismo que en la película no estaba.
Sí, a veces trabajo con un realismo aplastado, porque hablamos de situaciones histriónicas. La historia nos coloca en un espacio que no nos deja no ser naturales. Ramon, por ejemplo, ha buscado la humanidad de dos hermanos plenos de traumas. Siempre es difícil encontrar el tono de cada obra. En Dogville era muy dramático, salía lo peor del alma humana.
¿Cómo trabajas esto del tono?
Desde el buen rollo. No me gusta trabajar desde la tensión o colocar personas entre la espada y la pared. He sufrido la verticalidad del director que te obligaba a estar sujeta a sus deseos divinos y lo deploro. Intento no caer y trabajar desde el respeto. Siempre me gusta ayudar a los actores.
He sufrido la verticalidad del director que te obligaba a estar sujeta a sus deseos divinos y lo deploro
Hace tiempo que te pasaste a la dirección, ¿qué le dirías a una actriz que justo empieza en este campo, como Clara Segura?
Precisamente trabajamos a Les noies de Mossbank Route. Y hemos trabajado muy bien porque hace 23 años que dirijo y que dejé de hacer de actriz. Como actriz no se me sentía libre, cuando puedo dirigir es cuando percibo que lo soy. Me gusta explicar, y me ha tocado explicar cierto poder de un mundo heteropatriarcal. Siempre he sido bastante rebelde y soberbia y no me ha gustado nunca que el trabajo se entienda vertical. Trabajar desde el lugar que yo creo, ha mejorado mucho las sensaciones. El cambio, en el terreno del cine, con el cine argentino y el movimiento dogma, cambió las relaciones. Clara, cuando hacíamos a Les noies me lo decía: "Tengo ganas de ponerme en el otro lado". Pero, por ejemplo, Emma Vilarasau no tiene estas ganas. Y es respetable.
Como actriz no se me sentía libre, cuando puedo dirigir es cuando percibo que lo soy
Al principio hablaba de llenar salas grandes: ¿Fue un regalo envenenado hacer Desig de Benet i Jornet en el TNC?
(Ríe) Ha habido de todo. Como puesta en escena estoy muy orgullosa. Era una obra que en su momento fue muy impactante. Explicaba todos sus demonios y estos se han normalizado. Es verdad que del texto había muchas cosas superadas. Con cada obra me tiro al abismo. Hubo críticas muy buenas y otros que fueron por parte de compañeros que el final se había cambiado. Eso me pareció muy fuerte. No lo entendí. Suprimí la escena final de los símbolos fálicos para hacer que las dos mujeres se enrollaran.
Con cada obra me tiro al abismo
¿Y cuando el 14 de enero acabes con Els Buonaparte, qué?
Me pondré a reescribir el guion de la próxima película que rodaremos. En el Grec haré un montaje, también. Tengo mucho trabajo seguido. ¿Sabes qué pasa? Es una contradicción, pero, cuando el verano pasado rodábamos Las buenas compañias, murió mi madre tres semanas antes del rodaje. Pensé que me moría, que no podría hacerlo. Pero fue llegar al rodaje y aquello me hizo ser fuerte ante el dolor. Es eso el arte. Este trabajo es de sufrir mucho e ir estresada, pero también es muy curativo.