Sílvia Pérez Cruz ha creado escuela. Pero seguramente, dado su carácter (siempre prudente), ni se ha dado cuenta. Y si lo sabe, no hace bandera de ello. Quizá por eso, cuando ella reclama ayuda (o colaboración) a los suyos, estos se acercan y aceptan su petición. Rara vez debe tener una negativa. Y mientras, lo dicho, ella sigue creando escuela. Pregunten si no a Anna Ferrer, Sofía Comas, Magalí Sare, Lia Sampai o incluso Júlia Colom.
Sílvia Pérez Cruz ha influido a muchas mujeres y las ha animado a actuar desde lo más importante que tiene el ser humano: la libertad
No sé si hay un diccionario musical con el nombre de Sílvia Pérez Cruz, pero está claro que ha influido a muchas mujeres y las ha animado a actuar desde lo más importante que tiene el ser humano: la libertad. Para elegir, para aprender, para experimentar… Y, sobre todo, con el propósito innegociable de compartir. No en vano, si Silvia ha conseguido trabajar con tanta gente es porque reúne esos requisitos, no solo artísticos, también vitales (y humanos). Incluso, en pandemia, cuando estábamos todos al borde de la desesperación, nos hizo un regalo enorme vía Instagram; no sé si en su casa o en la de Marco Mezquida, improvisaron un concierto a pachas un domingo a media tarde. Una delicia y un gesto de generosidad incalculable. Y como este, muchos más.
Toda la vida
Pérez Cruz, aparte de Las Migas, tiene un disco maravilloso junto al contrabajista Javier Colina, con Mezquida registró un directo en Tokio, (MA. Live in Tokyo); que primero editaron en formato digital y después en físico en una edición preciosa de coleccionista. Y en su día, con Raül Refree, grabó el inolvidable Granada. Cierto es que ya había mostrado sus cartas en 11 de novembre, pero fue ese disco junto al reputado productor, el que la colocó en una situación de privilegio. Su voz había dejado de ser un secreto. Y no digamos ya con Domus y la canción No hay tanto pan, servida en bandeja de plata para la banda sonora de la película Cerca de tu casa de Eduard Cortés, que, por otro lado, le valió un Goya (el de 2017 a mejor canción original por Ai, ai, ai) y el aplauso por un discurso en que dedicó un fragmento cantado con el premio en las manos de No hay tanto pan, a todos esos desahuciados que no tienen hogar y que decía sí: “Que esta gran culpa no es tuya ni mía/ Mentiras, sonrisas y amapolas/ Discursos, periódicos, banqueros y trileros/ Canciones, monos y pistolas/ Bolsos, confetis, cruceros y puteros/ Te roban y te gritan/ Te roban y te gritan/ Te roban y te gritan/ Y lo que no tienes, también te lo quitan/ No hay tanto pan, pan, pan”.
Así pues, luego vino ese bonito capricho que era Vestida de nit y en 2020 Farsa (género imposible), mientras ella seguía aprendiendo y probando cosas. Hasta se asomó con el espectáculo Grito pelao al baile y transformación de Rocío Molina (esta embarazada de cuatro meses, en la que era una oda a la maternidad) a ese mismo escenario del Teatre del Grec. El año pasado publicó Toda la vida, un día, quizá su trabajo más ambicioso (que siendo ella, es mucho decir) y que, dividido en cinco movimientos, retrata los diferentes ciclos de la vida: la Infancia, la juventud, la madurez, la vejez y el renacimiento. Una obra en la que ya colaboraban artistas que son amigos, y que en una doble cita en el Teatre Tivoli que sirvió como presentación de ese trabajo, ya reunió a un coro nutrido con muchas caras conocidas.
Un reto mayor
Para la inauguración de este Grec 2024 el reto era aún mayor: tres noches consecutivas con nombres que irán variando en cada cita. Todo ello, también, dentro del proyecto Circular, una rueda de artistas que dentro del universo de Sílvia Pérez Cruz van a pasear su talento por diferentes salas de Barcelona; una variedad con cantautores, flamencos, nuevos lenguajes, nuevas voces, la presentación de Canela y Alías, coreografía en clave japonesa o, finalmente, el concierto de Rita Payés el 17 de julio. Pero antes que eso, los tres recitales de Silvia Pérez Cruz.
Con un montón de autoridades, de Jaume Collboni a Salvador Illa, pasando por Ada Colau, rostros reconocibles del artisteo catalán (entre el público se veía a más actores que a músicos) y gente guapa y mediterránea, como la del anuncio estival de esa conocida marca de cerveza, que también recogía su abanico a la entrada. Con su trío habitual, el formado por Carlos Monfort, Bori Alberto y Marta Roma, la gran protagonista de la velada se presentaba así: “No me lo puedo creer, qué maravilla, qué emoción tan bonita”. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, del primero que se acordó es del director del festival, un Cesc Casadesús que siempre la apoyó y que tras esta edición dejará el cargo.
Sílvia celebra los 100
Sílvia empezó con una habanera a capela que la transportaba a su Calella de Palafrugell, al recuerdo de sus padres, de su infancia. Alternando canciones en catalán y castellano, hay un momento en que califica este concierto, de “milagro”. Después un recorrido por bastantes lugares, algo como viajar que a ella se le da bien, va de Perú con Mechita al baile de Andrés Corchero con Sucio, y en un corrillo flamenco, al que también se suma la bailaora Karen Lugo, la rodea un coro (uno de los integrantes suelta un emocionado “Sea Palestina libre”) que circula a su alrededor al son de esa frase que no deja de sonar: “A la altura del betún, mi básico, tú eres un clásico”.
El concierto da un giro cuando entra en escena el coro con 40 integrantes y empiezan a desfilar los invitados
El concierto da un giro cuando entra en escena el coro con 40 integrantes y empiezan a desfilar los invitados, de Natalia Lafourcade a Damien Rice, aunque lo más emocionante llega con el argentino Juan Quintero y ese Ayuda. “Un símbolo de crecer, es pedir ayuda”, dice Sílvia. En ese tramo se pierde un poco el ritmo y la consistencia del principio, pero en tres horas debe haber algún valle. Sin embargo, la ampurdanesa es feliz y eso nos vale. “Parece mi cumpleaños de los 100”. Recurre a la sorna cuando dice, “tranquilos políticos, no me alargaré mucho, pero es que hoy han venido todos (refiriéndose a los músicos)”. Pero sin duda, el momento más catártico de la noche es con Toda la vida, un día. Distorsión, efectos, una luz que la alumbra y el coro (Coro del Solsticio lo llama ella), ahora sí, a pleno rendimiento y con unas cuerdas endiabladas, que a continuación empalma con el dueto que hace con Salvador Sobral, con el que tiene una gran química.
Se lo ha ganado a pulso, por su talento, por su bondad; ahora mismo es la artista en activo más grande de este país
No obstante, el mayor impacto lo ha tenido la poetisa palestina Farah Chamma, quien ha defendido el poema de una compañera suya asesinada por los israelís. Con Sílvia dirigiendo a las cuerdas, al coro, su invitada y en un conciso inglés, ha denunciado el conflicto con un escrito suyo. “Llevo cuatro horas llorando de la emoción”, dijo Farah. Y como la caja venía llena de sorpresas, tras hacer Gallo negro, gallo rojo (qué canción y que interpretación tan enorme) todavía hay más: su primera profesora de canto, Carme Canela y la hija de Sílvia, Lola, hacen 21 de primavera. Rita Payés y el cubano Roly Berrío cogen el testigo (muy festivo el segundo), y como un reconocimiento a todos, a un público al final entregado y al séquito que había sobre el escenario, un Mañana (la conocida ranchera firmada Ana María Moix) para reconfirmar que si un día Sílvia necesita apoyo, en la situación que sea lo va a tener. Se lo ha ganado a pulso, por su talento, por su bondad; ahora mismo es la artista en activo más grande de este país. A sus pies.