Simone Biles no está bien. Así lo dijo ella misma el martes después de retirarse de la final por equipos en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020; ayer se supo que también renunciaba a la final individual del concurso completo y de momento no se sabe qué hará el domingo, cuando tendría que disputar la final por aparatos. "Ya no confío tanto en mí misma. Quizás es para hacerme grande. Hubo un par de días en que todo el mundo te tuiteaba y sentías el peso del mundo. No somos sólo atletas, somos personas y a veces hay que dar un paso atrás". Y dejaba al mundo boquiabierto.
La olímpica americana que aspiraba a ganarlo todo ha antepuesto su salud mental a lo que todo el mundo espera de ella, públicamente y casi sin titubear. Seguramente al hacerlo sabía que tendría mucho apoyo, pero también muchos detractores dispuestos a cargársela. Le ha dado igual y la lección internacional es enorme. Quizás es un buen momento para recordar que Simone Biles es la mejor gimnasta del mundo, la primera da al completar el salto Yurchenko double pike y una de las supervivientes de los abusos sexuales que Larry Nassar perpetró durante mes de 20 años. Es uno de los mayores casos de abusos en toda la historia del deporte.
Abusó de más de 250 gimnastas
En mayo del 2019, el documental de HBO At the heart of gold: inside the USA Gymnastics Scandal (traducido como Dr. Nassar: el caso del equipo de gimnasia de EEUU) puso luz al escándalo. Erin Lee Carr llevó los abusos de Larry Nassar a la pantalla, decenas de chicas y familias que dieron la cara para hablar de la que seguramente fue la situación más difícil de sus vidas: las medallistas olímpicas Aly Raisman y McKayla Maroney y centenares de gimnastas en activo y exgimnastas como Rachael Denhollander, la primera en denunciarlo públicamente y quien dio pie a todo lo que vendría después. A ella, la jueza que llevaba el caso le dijo en medio del juicio: eres la persona más valiente que he tenido en este juzgado. Nassar las manipuló con simpatía y sonrisas, les hizo tocamientos con la excusa de cuidar lesiones musculares. Incluso algunos de los episodios pasaban con los padres dentro de la consulta médica, tras la cortina.
Escuchar el nombre de Larry Nassar es sentir un cuchillo de 30 centímetros colándose por el esófago y mezclando la bilis. Si fuera el nombre de alguien asociado al mundo del fútbol o de algún otro deporte mayoritario, seguramente no harían falta presentaciones. Pero que haya abusado sexualmente de más de 250 niñas y jóvenes durante dos décadas no lo ha encumbrado a la lista de nombres asquerosos sobradamente conocidos que hay que borrar de la historia, al lado de eminencias macabras como Adolf Hitler, Bin Laden o Pol Pot. Se ve que si no matas a nadie, que si "sólo" haces daño a centenares de mujeres, todavía te puedes librar.
Biles: "Dormí mucho porque, para mí, era lo más parecido a la muerte"
Simone Biles tampoco escapó de la maldad de quien fue coordinador médico del equipo americano de gimnasia artística durante 18 años. Lo hizo público poco después de la condena (de 40 a 175 años por agresión sexual a menores, más 60 años por pornografía infantil) y no volvió a hablar demasiado hasta que fue portada de la revista Vogue ahora hace 1 año. En la entrevista, dijo que sentía que lo sabía pero no se lo reconoció a sí misma hasta que no lo verbalizó con una compañera del equipo. "Estaba muy deprimida. Dormí mucho entonces porque, para mí, era lo más parecido a la muerte sin necesidad de hacerme daño. Fue una huida a todos mis pensamiento, del mundo, de lo que estaba pasando".
Estaba mentalmente bloqueada, y no ayudaba ser la mejor ni tener el estatus de estrella absoluta de la gimnasia. Así lo explicaba en Vogue. "No quería admitirlo porque pensaba, no que tuviera que ser perfecta, pero sí que lo que América quería que yo fuera era eso, perfecta. Porque cada vez que un norte americano gana en los Juegos Olímpicos se convierte en el novio o la novia de América. Así que yo pensaba: ¿cómo puede pasarle eso a una novia de América"?
Pues no, claro que Simone Biles no está bien y es normal que no lo esté. Sólo tiene 24 años y sobre sus hombros tiene que soportar desde muy pequeña el peso de la fama, de la disciplina y del trauma de haber sido víctima de abusos sexuales. Una superviviente de la barbarie que ha dicho basta, que no puede más, que ella va primera, porque vale más eso que todos los reconocimientos, medallas y oros del mundo.