Un eufemismo es esa expresión de una idea de manera liviana, edulcorada, performeada, porque la expresión fidedigna o más ajustada a la realidad puede sonar demasiado dura. En un mundo donde nos gusta narrar la realidad con filtros de Instagram y clickbaits leer Un dia a la vida de l'Abed Salama de Nathan Thrall, publicado en catalán, con traducción de Pau Gros, por Periscopi (en castellano, por Anagrama) supone un choque con la terrible cotidianidad de miles de palestinos.
Con este libro lo micro, las pequeñas historias, siguen contando grandes tragedias y este caso es la tragedia de la familia Salama y toma forma de accidente
No voy a hablar con eufemismos porque soy de esas personas que le gusta mirar el blanco de los ojos de la gente, enturbiada por el dolor y el sufrimiento. Las noticias que nos llegan desde Gaza y Cisjordania se están convirtiendo en el reflejo de la miseria de occidente, la indiferencia de los medios, los políticos, la sociedad. Leyendo y descubriendo Un dia a la vida de l’Abed Salama no solo conectamos con esa miseria humana que permite la ocupación y observa sin pudor la difícil vida de los palestinos; con este libro lo micro, las pequeñas historias, siguen contando grandes tragedias y este caso es la tragedia de la familia Salama y toma forma de accidente.
Lo personal es político
Ganador del Pulitzer de no ficción 2024, Nathan Thrall nos explica el accidente que ocurrió una mañana de febrero de 2012 en Jerusalén, cuando un autobús escolar que se disponía a realizar una excursión colisionó y se incendió. Murieron 6 niños y un profesor. Uno de estos niños era Milad Salama, hijo de Abed Salama. Hasta aquí un terrible accidente, pero bien narrado y explicado por las víctimas toma forma, esta vez, de Apartheid. Todos los pasajeros del autobús eran palestinos y fueron llevados por personal de la ONU a hospitales cercanos. Thrall nos relata las trabas que vivieron para sortear las fronteras (checkpoints, muros) impuestas por los israelíes para recibir asistencia médica, para buscarlos y para curarlos. A la vez, Thrall nos explica minuciosamente la historia de la ocupación y del desplazamiento forzoso y sistemático hacia la población palestina. El periodista y también escritor lo hace con un ojo clínico, pues no da puntada sin hilo para coser todas las injusticias que suceden en contextos más amplios.
Lo personal aquí sí que es político, porque la política, la ocupación, recorre el cuerpo de los palestinos, de sus recuerdos y de sus anhelos
Además de trazar un contexto histórico, describe con maestría las relaciones de Abed Salama y nos presenta a mujeres palestinas, como Huda, que son muchas mujeres en un solo personaje. Lo que quiero decir es que lo personal aquí sí que es político, porque la política, la ocupación, recorre el cuerpo de los palestinos, de sus recuerdos y de sus anhelos. A partir de un movimiento nos cuenta, por ejemplo, la expulsión de los beduinos del desierto del Neguev o la Nakba, las violaciones, la voracidad con la que asesinaron a miles y miles de personas.
La documentación que ha llevado a cabo Thrall es ardua y a la altura de los mejores historiadores
La documentación que ha llevado a cabo Thrall es ardua y a la altura de los mejores historiadores, ha sabido contar las historias personales de los protagonistas dando espacio a sentimientos de culpa o inseguridades personales. Cómo se carcomen algunas familias por haber enviado a sus hijos en un autobús viejo y con matrícula ilegal o cómo les dejaron partir con el diluvio de esa desgraciada mañana son parte de las dicotomías que vertebran la narración. Cómo pudo ser que el autobús ardiera en llamas y decenas de criaturas se quemaran vivas y nadie les auxiliara o cómo de complejo es en pleno S. XXI buscar a un menor en un hospital si es este territorio.
La realidad sin filtros
Nathan Thrall, periodista norteamericano, de confesión judía establecido en Jerusalén, sabe bien por qué sucede todo esto sin ninguna consecuencia, ya que lleva más de 10 años cubriendo la actualidad de la región. Y es porque las autoridades israelíes pueden hacerlo. Así simple, claro y directo. En Israel se pueden permitir echar a familias enteras de sus hogares para crear asentamientos, disparar a bocajarro a población civil y ver arder un autobús con niños calcinándose por las llamas.
Nathan Thrall describe la realidad y por dura que sea no pone ningún filtro
Antes de ir de excursión, Milad Salama estaba muy inquieto y le pidió a su padre comprar unas chuches para el viaje. Abed le compró una naranjada, un bote de pringles y un huevo kinder. Recordaba que el dulce de chocolate fue lo último que le dio antes de subir al autocar. Años después del accidente, Abed Salama se hizo taxista y recogió a una mujer y a su hijo. Pasaron cerca del lugar donde ocurrió el siniestro y escuchó a la mujer recitar una oración en voz baja. Abed le preguntó si se acordaba de la tragedia y la señora le contó que su hijo, sentado a su lado, era uno de los supervivientes.
He leído algunas reseñas de compañeros buscando ese equilibrio sobre lo que ocurre allí. He leído conflicto, he leído cómo se compara si criticas a unos o a otros. Yo creo que llegados a este punto, o nos ceñimos estrictamente a una crítica literaria o tiramos de eufemismos. Nathan Thrall describe la realidad y por dura que sea no pone ningún filtro.