Siri Hustvedt, viuda del escritor norteamericano Paul Auster, muerto el pasado 30 de abril en Brooklyn, a los 77 años, ha estado informando desde hace un año a miles de seguidores de la evolución de la enfermedad de su marido, un cáncer de pulmón, a través de su cuenta de Instagram. Pero Hustvedt, también escritora de éxito, no pudo dar la noticia más importante: la muerte de su ser amado. Así lo explica en una larga carta que publica en esta red social, en la que se despide del amor de su vida, narra muchos detalles de cómo afrontó Auster la enfermedad, como fueron sus últimos momentos, y en la que también acusa a los medios de comunicación de "robarle la dignidad" por haber filtrado la muerte de su marido. "Fui ingenua, pero me había imaginado que sería yo quien anunciaría la muerte de mi marido, Paul Auster", empieza la carta.

Asimilar la dolorosa pérdida

Fue The New York Times quien informó primero la noticia de la muerte de Paul Auster. "Descubrí que incluso antes de que sacaran su cuerpo de nuestra casa, la noticia de su muerte ya circulaba en los medios y se habían publicado obituarios. Ni a mí, ni a nuestra hija Sophie, ni a nuestro yerno Spencer, ni a mis hermanas, a quien Paul quería como a sus propias hermanas, y presenciaron su muerte, tuvimos tiempo para asimilar nuestra dolorosa pérdida. Ninguno de nosotros pudo llamar o enviar correos electrónicos a nuestras personas amadas antes de que empezaran los llamamientos en las redes. Nos robaron esta dignidad. No conozco la historia completa de cómo pasó eso, pero sé eso: está mal", explica Hustvedt, que, más adelante, lamenta la deshumanización que hubo detrás de este gesto. "No olvidemos que detrás de nuestros inventos técnicos y redes sociales hay seres humanos, que los defectos nos pertenecen a nosotros, no a las máquinas, por más que la tecnología ayude a la simplificación. Una máquina no anunció la noticia de la muerte de Paul antes de que yo o nuestra hija hubiéramos dicho una palabra al respecto. Una persona, varias personas hicieron eso".

Hustvedt, novelista, ensayista, poeta y estudiosa feminista norteamericana, nacida en 1955 en Northfield (Minnesota), de padres noruegos, ganó el premio Princesa de Asturias de las Letras el año 2019, es autora de varios best-sellers como El verano sin hombres, Todo cuanto amé, La mujer temblorosa y Elegía para un americano, que supuso su consagración como escritora, y sus obras han sido traducidas a más de treinta idiomas. Conoció al escritor en un recital poético en 1981 y se casaron al año siguiente. Su marido había ganado el premio Príncipe de Asturias en 2006.

Auster murió en la biblioteca

Hustvedt, en su carta, explica que Auster "murió en su casa, en una habitación que amaba, la biblioteca, una habitación con libros en cada pared, desde el suelo hasta el techo, pero también con ventanas altas que dejaban entrar la luz. Murió con nosotros, rodeado de su familia, el 30 de abril del 2024 a las 6:58 pm". La escritora relata algunos momentos claves de la enfermedad de su marido, y asegura que "Paul nunca abandonó Cancerlandia". Explica que Auster rechazó la quimioterapia paliativa cuando los tratamientos "fracasaron", y prefirió solicitar "curas paliativas en casa". "Paul ya había tenido bastante. Pero nunca, ni con palabras ni gestos, dio muestras de autocompasión. Su coraje estoico y su humor hasta el final de su vida son un ejemplo para mí. Dijo varias veces que le gustaría morir explicando un chiste. Le dije que eso era poco probable y él sonrió", explica Hustvedt.

Las cartas de Auster a su nieto Miles

La mujer de Paul Auster también explica que su marido "no tenía ordenador. Escribía a mano y mecanografiaba los manuscritos en una máquina de escribir Olympia", y que en los últimos días de su vida, "escribía cartas a nuestro nieto, Miles. Su letra diminuta temblaba a consecuencia de un temblor provocado por el tratamiento", pero Hustvedt explica que "fue nuestra asistente y querida amiga, Jen Dougherty, la que descifró los textos después de que yo los fotografiara, y se los escribió. Quería que fuera su último libro. En un suspiro de determinación, consiguió acabar una carta y redondear el texto, pero el manuscrito no es largo. Con esta carta acabó su vida como escritor".

Siri Hustvedt también afirma en su carta en Instagram que "es desconcertante mirar a mi alrededor y encontrar que innumerables personas que conocieron a Paul, más o menos, a menudo menos, están ahora pontificando sobre el hombre que amaba. Bien, que así sea. No tengo ningún control al respecto". La escritora hace una referencia en la última novela publicada por el escritor, Baumgartner, que escribió cuando ya estaba enfermo, aunque todavía no le habían diagnosticado el cáncer. "Tuve la poderosa sensación de que no nos quedaba tanto tiempo juntos, pero se nota la ambigüedad, la suave ironía, el rechazo de lo absoluto, lo rígido o categórico. El querido anciano de Paul ha tenido un accidente automovilístico: "Y así, con el viento en la cara y la sangre que le brota todavía por la herida del frente, nuestro héroe se marcha a buscar ayuda, y cuando llega a la primera casa y llama a la puerta, empieza el último capítulo de Baumgartner".

Las preguntas de sus historias

Hustvedt recuerda que su marido es amado en todo el mundo, que su escritura "atraviesa fronteras porque, aunque sus novelas y memorias se ven con la ropa de sus tiempos y lugares particulares y, en la mayoría de los casos, se desarrollan íntegramente en los Estados Unidos, la esencia de sus historias aborda preguntas que van mucho más allá del aquí y ahora. ¿Significa estar vivo? ¿Cómo pueden los seres humanos encontrar un camino a seguir cuando estamos atrapados por nuestras propias limitaciones de percepción? ¿Qué es un acto moral? ¿Y una vez y otra, cómo sigue la gente después de la terrible pérdida de un ser amado? Es una excelente pregunta. ¿Cómo podemos"?

Se ríe de los estereotipos

Para acabar, la mujer de Auster que se ríe "a carcajadas" de los estereotipos que lee sobre su marido como escritor "frío, inteligente, posmoderno e intelectual" ."Esta caricatura fabricada es tan ajena tanto a la persona como a los escritos que he conocido íntimamente durante 43 años" y "como su testigo, amiga, amante, colega escritora y primera lectora (como lo fue él mío), solo puedo decir que escribió desde lo más profundo del sentimiento, desde los espacios oníricos donde nacen, se desarrollan y se acaban los grandes libros. No son los espacios de convenciones prescritas, de novelas y memorias extraídas de los departamentos de escritura creativa de las universidades norteamericanas, obras hábiles de prosa aseada en la cual se han convertido equivalentes literarios de algoritmos que "normalizan" datos al deshacerse de "valores atípicos", absurdos, productos del mercado de la "relatabilidad". ¿Qué diablos significa esta palabra? ¿"relatable" con quién? Una relación requiere al menos dos personas concretas. ¿La cultura mediática se ha reducido a pensar en la enorme diversidad de personalidades humanas y sus historias como una sola masa? ¿No es un acto de arrogancia terrible declarar que cualquier obra de arte es identificable, o no?".