La Nuri de Terra Baixa le dice a Manelic que le gusta porque explica cuentos de zorros y de lobos que dan "aquel miedo tan bonito". Que bien que lo sabe explicar, Guimerà. El miedo bonito. A veces nos gusta pasar miedo, lo escogemos para divertirnos pero nos tapamos los ojos porque no queremos quererlo mirar. De pequeña me encantaba jugar a explicar historias de miedo pero después no me podía mover, tapada hasta la cabeza con las sábanas e imaginando apariciones y espíritus dentro de la habitación. Todavía me pasa cuando las veo en la pantalla y tengo que atravesar el pasillo de casa con la mirada recta para no encontrarme aquello que sé que no estará. Me cautiva como nos gusta sentirlo. Es de un masoquismo poético. Pienso en las gárgolas de las catedrales, monstruosas y agónicas. En el lobo y el hombre del saco. Los miedos que existen desde siempre o los más nuevos, la aporofobia. Miedos que soy incapaz de comprender. Es limitador y beneficioso, el miedo. Es un mecanismo de supervivencia pero puede ser una poderosísima arma de control. Asustados somos maleables y somos capaces de cualquier cosa. El miedo para defendernos nos puede llevar a hacer daño a los otros. El miedo te hace ser irracional. Te hace correr y gritar, temblar, ahogarte.
El miedo te hace crecer, dicen. Es como un ritual de paso: mirártelo de cerca, atravesar la oscuridad y comprobar que aquel ruido que te asustaba es solo una puerta mal cerrada que pica por culpa del viento. Los miedos que proyectamos y los que imaginamos. Darte cuenta de tu miedo delante de los que no lo tienen y que eso lo haga más inmenso. Los miedos cambian y se deshacen. El miedo de estar solos, de pequeños. Y de acabar solos, de mayores. De la noche, por eso los niños quieren una lucecilla. Es el momento de las tinieblas y se borra el límite de todo. Los adultos te dicen que no tienes que tener miedo y te parece, entonces, que ellos no tienen ninguno, que tener miedo debe ser una cosa de la infancia.
Pienso en las cosas que ahora me dan más miedo. El miedo de no ser libre. El miedo del dolor. El miedo de dejar de ser yo, de olvidar. Miedo de la locura. Miedo de perder la dignidad
A la vez, nos hacen sufrir aquellos que no tienen miedo de nada, temerarios y salvajes, porque les puede pasar cualquier cosa y no saben que es importante tener un poco de miedo. El miedo del fuego. De las alturas. De los perros y de las arañas. El miedo del agua, del mar que se va haciendo hondo y que te arrastra. De pequeña tenía un miedo que después desapareció: que me secuestraran. Pienso en las cosas que ahora me dan más miedo. El miedo de no ser libre. El miedo del dolor. El miedo de dejar de ser yo, de olvidar. Miedo de la locura. Miedo de perder la dignidad. El miedo de todos los miedos, el de morir. El miedo a que le pase todo eso a la gente que amo. Elias Canetti decía que no hay nada que el hombre tema más que ser tocado por aquello desconocido. Los miedos también nos explican. Todo lo que dejamos de hacer por miedo y todo aquello que nos ha pasado y que nos ha tejido por dentro haciendo una cenefa de temores. A veces hay miedos que solo sabemos nosotros y que no reconoceríamos nunca. Vosotros también debéis saber cuáles son los vuestros.