Cuando una serie tiene éxito, la tentación siempre es alargarla más allá de l0 necesario. Como algunas las acabamos amando tanto, les perdonamos las dilataciones y abrazamos cualquier tiempo suplementario con sus personajes. Pero la verdad es que buena parte de las series actuales, con ilustres excepciones, tienen más episodios de lo que realmente sería aconsejable.

Hay casos particularmente gráficos como Fringe, a la que el culto le jugó una jugarreta con una prescindible última temporada, o incluso El cuento de la criada, que no ha parado de dar vueltas sobre ella misma. Disponible en Disney Plus, Solo asesinatos en el edificio se ha convertido en una de aquellas series que son casa, es decir, que el grado de familiaridad y entretenimiento que te proporcionan es tan elevado que querrías que no se acabara nunca.

Solo asesinatos en el edificio se ha convertido en una de aquellas series que son casa, es decir, que el grado de familiaridad y entretenimiento que te proporcionan es tan elevado que querrías que no se acabara nunca

El humor no funciona sin un buen drama

Es muy cierto que la tercera temporada era igual de divertida que las anteriores y estaba llena de momentos para enmarcar, pero también es verdad que se empezaban a vislumbrar algunos síntomas de desgaste. Más que nada por repetición de la fórmula, que al final ya avistaba la sensación de bucle. Algunos teníamos recelos con la cuarta temporada, sobre todo porque no queríamos aceptar que se convirtiera en un primer certificado de defunción. Pues no, ha habido milagro: la cuarta entrega no solo sabe superar sus limitaciones y expandir el imaginario de la serie, sino que recupera su faceta más ingeniosa, metalingüística y traviesa. Consigue salir de la zona de confort sin abandonarla nunca del todo, y demuestra que la fórmula todavía tiene cuerda para rato.

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Solo asesinatos en el edificio, una serie que ya es casa

La cuarta entrega no solo sabe superar sus limitaciones y expandir el imaginario de la serie, sino que recupera su faceta más ingeniosa, metalingüística y traviesa

La cuarta temporada de Solo asesinatos en el edificio vuelve a partir de uno de los principios básicos de la buena comedia: el humor funciona mucho mejor si el sustrato dramático de una historia es sólido y convincente. En este caso concreto, la serie siempre ha sido más brillante cuando el misterio está bien construido, que era justamente lo que hacía traquetear los cimientos de la tercera temporada. La cuarta, en cambio, vuelve a tener un enigma bien planteado y ejecutado y es, en gran medida, por el feliz hallazgo de llevar la historia a otro terreno. Sin perder de vista el imaginario del edificio donde ha transcurrido buena parte de la acción, aquí también hay una hilarante sátira de Hollywood y su obsesión por exprimir las ideas ajenas, una profundización en algunos conflictos aplazados y la introducción de personajes que permiten abrir nuevos horizontes narrativos.

La cuarta temporada vuelve a tener un enigma bien planteado y ejecutado y es, en gran medida, por el feliz hallazgo de llevar la historia en otro terreno

Todo con un sentido de la comedia tan clásico como efectivo (solo Steve Martin es capaz hoy en día de hacer un gag sobre la dificultad en hacer llegar una nota a alguien en una mesa demasiado ancha), sus golosos cameos (el de Zach Galifianakis y el diálogo a costa de Macaulay Culkin, impagable) y la incorruptible química de su trío protagonista. Incluso se ríe de ella misma y de sus suspensiones de incredulidad (la diferencia de edad de los personajes principales) sin manías. Larga vida a Solo asesinatos en el edificio.