Con la excepción de The Mandalorian y, sobre todo, de Andor, las series sobre el universo de Star Wars que ha estrenado Disney Plus tienen unos cuantos inconvenientes. El primero de todos ellos es que serían mejores películas que series, pero hay uno fundamental: les falta alma. Tienen un punto de formulario, de explotación de marca y también de explicar cosas que no era necesario explicar, porque quedaban mejor sobreentendidas. Por eso es fácil emocionarse con Tripulación perdida, una serie que no se alarga en exceso, que sabe muy bien qué tipo de historia quiere relatar y, lo más importante, tiene personalidad.
Funciona dentro del canon de Star Wars y sería buena igual si no tuviera nada que ver. Y el motivo no es otro que recupera el espíritu de los 80, el de Star Wars y también el de la productora Amblen, con una aventura imaginativa, divertida y empática que consigue sacarte al niño que llevas dentro. Alcanza el siempre difícil hito de ser para todos los públicos sin tener que infantilizar a los personajes ni a la trama, y al mismo tiempo se permite el lujo de reflexionar sobre el papel del espectador y lo que se espera de una saga como esta. Mirándola recuerdas con nitidez cómo te sentías cuando se apagaban las luces de la sala y salían los logotipos de la productora, y tiene mucho mérito tratándose de una serie insertada en un imaginario tan exprimido.
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Tripulación perdida es la historia de un grupo de niños y niñas de una misma escuela que, después de descubrir una vieja nave enterrada, acaban saltando al hiperespacio y viviendo una excepcional aventura que incluye piratas, falsos Jedi y un tesoro legendario. Así de fácil, y así de maravilloso. La serie funciona a todos los niveles. Para empezar por los personajes, muy bien construidos y muy bien interpretados, y siempre con un conflicto creíble que los guionistas tienen tiempo de explorar; también por la acción, bien rodada y siempre con los pies en el suelo (aquí no pasa como con la pequeña Leia de Obi-Wan Kenobi, afortunadamente); y por la narración, planteada como una aventura clásica en que sus protagonistas aprenden a entender el valor de la amistad, la imaginación y de la necesidad de preservar el entusiasmo infantil.
Es un magnífico exponente del espíritu original de Star Wars, aquel refugio generacional en que aprendimos a mirar hacia arriba y soñar con viajes galácticos
Es inevitable, mirándola, evocar a Los Goonies, porque, como ellos, los niños y niñas de Tripulación perdida tienen en su búsqueda del tesoro la perfecta metáfora de las contraindicaciones de la vida adulta. Pero también es un magnífico exponente del espíritu original de Star Wars, aquel refugio generacional en que aprendimos a mirar hacia arriba y soñar con viajes galácticos. En este sentido, lo mejor de la serie es que reivindica un retorno a las esencias, a mirar la ficción sin prejuicios y recordando en todo momento quién éramos en el momento de descubrirla. La sensación, en resumen, que nos transmitió ver en pantalla una espada láser por primera vez.