A Harry no le importa haber visto a The National o Phoenix, en Barcelona, en Mordor, el escenario del Primavera Sound que está tan lejos de la entrada al Fòrum como Katmandú, incluso, varias veces. Él se coge su vuelo con tiempo, el mismo apartamento de siempre pasado el Vela, y la reserva con los colegotes el domingo para comer. Este año no es diferente. Le encanta el cartel: no conoce una canción de Lana del Rey, pero ahí no irá. Pulp. Y Disclosure o Justice para cerrar. Él entra en el recinto ya atardeciendo. Una birrita, los botones de la camisa desabrochados. Come algo en el food truck de hamburguesas deluxe. Le queda un hueco entre Phoenix y SZA. Pasea por los escenarios Pichtfork y Adidas. Ha perdido a sus colegas. Pero siente la llamada de Dios.
Esnobismo, cinismo y MDMA
Unas melodías sencillas, dance y unos estribillos repetitivos y corales, le llaman la atención. No cabe ni un filtro de cigarro. Los móviles no paran de hacer stories que se subirán horas después, ya fuera del recinto, cuando recobren la cobertura. No entiende si aquello es realidad o ficción. Si ha vuelto la Cristian Dance Music o si todo el mundo está majareta. Obviamente, él no tiene ni puta idea de qué es La Mesías, serie del año por estos lares.
No entiende si aquello es realidad o ficción. Si ha vuelto la Cristian Dance Music o si todo el mundo está majareta
Cómo es el mercado. Nunca deja de sorprender. Nadie dudó que el Primavera Sound estuviese aquí para ganarse los cuartos, menos en el viraje 'coachelliano', doble finde, doble sede, de unos meses atrás. Pero que un festival que se vanagloria del buen gusto, haya caído en la pantomima de programar la falsa banda, da que pensar. ¿Hubiesen contratado nunca a las Flors Mariae originales?
Que un festival que se vanagloria del buen gusto, haya caído en la pantomima de programar la falsa banda, da que pensar
Las canciones de Stella Maris son una fantástica creación de unos marcianos Hidrogenesse, como explicamos en este periódico, pero de ahí a que eso forme parte de un cartel al lado de trayectorias de renombre, es caer en la patochada. La serie de los Javis es un hito. Llevar sus músicas a un escenario, es una idea a la altura del Chikilicuatre en Eurovisión.
La serie de los Javis es un hito. Llevar sus músicas a un escenario, es una idea a la altura del Chikilicuatre en Eurovisión
Los habrá que creerán que hace falta tomarse las cosas con humor. Que a este mismo artículo le falta humor; tal vez, pero para los que han vivido el Primavera Sound como su fiesta mayor -cara-, como su bautismo musical... Los que tienen algunos de sus mejores recuerdos allí. Fuera de lo musical incluso. Pues es raro estar viendo en letras grandotas una propuesta de semejante índole. Sin más criterio que el estrictamente comercial, oportunista y 'tiktoker'.
Por qué Love of Lesbian o Sidonie no merecen estar en esa plaza
También los habrá que no entiendan nada, como nuestro querido Harry, y que vean la deriva editorial del evento con preocupación. Por qué Love of Lesbian o Sidonie no merecen estar en esa plaza. La modernada es así de arbitraria. La eligen los que tienen 'el gusto': Amaia y sus Stella Maris ahora nos caen en gracia como las que más. Veremos dónde queda la performance en unos años. Hará falta esnobismo o cinismo, y un muchito de MDMA, para pasar por ese 'slot'. No será problema: son conceptos que acostumbran a darse la mano en un festival de masas. A estas alturas de la vida, no sé de qué nos sorprendemos.