Vivimos una era en que toda risotada parece tener que ir acompañada de un justificante. Si ríes solo por el hecho de reír, o te ríes de alguna cosa que no está tipificada como susceptible de poder hacerlo, inmediatamente entras en contradicción con una especie de pacto ambiental que determina qué es divertido y qué no. Es esta regresión, aceptada mayoritariamente de una forma casi perturbadora, que ha llevado a todo humorista a tener que someterse a un veredicto constante de los guardianes de la moral. Por lo tanto, la comedia realmente punzante se ha vuelto un pequeño milagro en un panorama de corrección política y autocensura, desnaturalizando el humor y su verdadera función hasta extremos alarmantes. Such Brave Girls es uno de estos milagros.
Su creadora y coprotagonista, Kat Sadler, aborda unos cuantos temas recurrentes en la ficción moderna, desde la salud mental hasta el empoderamiento femenino, pasando por las familias disfuncionales o las miserias económicas, con una irreverencia tan salvaje como absolutamente brillante. Su inteligencia radica en que, mientras te hace reír, en el fondo te saca los colores con un discurso muy subversivo sobre tu misma percepción de la realidad que muestra. La risotada es, pues, su forma de explicar un mundo incómodo y que a menudo hacemos ver que no existe. El humor es, o tendría que ser, exactamente esto.
Las tres protagonistas de Such Brave Girls son dos hermanas y su madre. Las chicas no podrían ser más diferentes, pero ambas conviven mal con los desamores, la aceptación de su identidad y sus aspiraciones vitales. La madre, por su parte, habla abiertamente del error de haberlas tenido, sobre todo a la grande, y está con su nueva pareja porque le puede solucionar los problemas de liquidez. Había un padre, pero salió hace diez años de casa a comprar té y no volvió. En medio de este panorama, cada uno de sus episodios es un conjunto de situaciones cotidianas en que sus respectivas personalidades lo torpedean todo. La masturbación, los problemas relacionales, el aborto, el vino barato, la autoestima, los coches embargados o el luto, entre muchas otras cosas, articulan una sucesión de gags impagables que disparan con una mala leche encomiable.
[La serie] es una sucesión de gags impagables que disparan con una mala leche encomiable
El mérito es de la misma Sadler, una actriz y guionista excepcional que no tiene manías en entrar en todos los territorios pantanosos imaginables, y de sus compañeras de reparto, Lizzie Davidson (hermana de Sadler en la vida real, también) y Louise Brealey. Las tres abrazan el humor grueso que transpiran sus personajes con un entusiasmo contagioso y salen airosas de esquemas que descolocarán a los moralistas de turno. De hecho, lo mejor de Such Brave Girls —disponible en Filmin—, además de tener la duración justa, es que cada escena consigue que te esperes la ocurrencia más atolondrada. Y, en la mayoría de casos, tu expectativa se queda corta. Por favor, que hagan (muchas) más temporadas.