"Supongo que no pudieron infectar mi móvil con Pegasus porque tengo un número norteamericano,así que fueron a por los dispositivos de mis padres, con el fin de encontrar la información que buscaban". Ronan Farrow, prestigioso periodista de investigación que trabaja para The New Yorker y, para más datos, hijo de Woody Allen y Mia Farrow, abre los ojos como platos cuando escucha a su interlocutor, Elies Campo. En plena investigación sobre la aplicación y utilización de software espía por parte de los gobiernos de democracias aparentemente consolidadas en la Europa Occidental, Farrow aterriza en Barcelona.
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"Me avisan de una investigación que están haciendo a Catalunya, donde sospechan que Pegasus se ha utilizado para vigilar a gran escala políticos locales y activistas", explica el impulsor de esta investigación periodística convertida en el documental Surveilled: bajo escucha, que la plataforma Max acaba de estrenar para todo el mundo. El propio Farrow fue espiado, también de forma digital, cuando destapó los múltiples casos de agresiones sexuales del productor cinematográfico Harvey Weinstein. Ser vigilado lo motivó a dirigir la mirada hacia un nuevo objetivo periodístico: las empresas que desarrollan softwares de espionaje, que principalmente venden a gobiernos, y que participan de una industria multimillonaria en auge, en plena guerra por el control del futuro de estas tecnologías.
Me avisan de una investigación que están haciendo en Catalunya, donde sospechan que Pegasus se ha utilizado para vigilar a gran escala políticos locales y activistas
Focalizando la mirada en Pegasus, el software diseñado por la empresa israelí NSO Group, Ronan Farrow aterriza en Barcelona, para entrevistarse con Elies Campo, trabajador de Citizen Lab, un grupo de investigadores de la Universidad de Toronto, los primeros a ser capaces de detectar una tecnología que, hasta aquel momento, era indetectable. Cuando Farrow se reúne con Campo, encuentra un ejemplo de lo que sospecha: los abusos de esta herramienta no solo suceden en dictaduras y autocracias fuera del mundo occidental, también pasa en democracias supuestamente sólidas. "Es uno de los primeros casos donde hay un gran número de personas infectadas, y de categorías sociales muy diferentes. Han atacado al Parlamento de Catalunya, al Gobierno, abogados, líderes civiles de organizaciones culturales...", le explica mientras vemos imágenes de la represión policial del 1 de Octubre de 2017, y Farrow da el contexto de los movimientos independentistas y las tensiones entre Catalunya y Madrid. Delante de las cámaras de Farrow, seremos testigos del análisis forense que Campo hace del dispositivo móvil del eurodiputado de ERC Jordi Solé. Y narra cómo se van descubriendo más y más dispositivos infectados, y no solo con Pegasus, como es el caso del activista Joan Matamala, espiado con un software de la empresa israelí Candiru.
Es uno de los primeros casos donde hay un gran número de personas infectadas, y de categorías sociales muy diferentes. Han atacado al Parlamento de Catalunya, al Gobierno, abogados, líderes civiles de organizaciones culturales...
Surveilled: bajo escucha no descubre nada que no supiéramos, pero resulta especialmente significativo que la investigación de un periodista de prestigio internacional para un documental que se verá en todo el mundo ponga el foco directamente en el uso que el Gobierno de España ha hecho de Pegasus. El contexto que ofrece el documental es especialmente sangrante, porque se utiliza el ejemplo español como el más evidente en la Europa Occidental de la perversión de esta tecnología. La misma, señala la película, que también se ha utilizado en la guerra entre Israel y Hamás o en la operación que acabó con el asesinato del periodista Jamal Kashoggi, crítico con el régimen del príncipe Mohammed Bin Salman, en el interior del consulado saudí en Estambul.
Surveilled: bajo escucha no descubre nada que no supiéramos, pero resulta especialmente significativo que la investigación de un periodista de prestigio internacional para un documental que se verá en todo el mundo ponga el foco directamente en el uso que el Gobierno de España ha hecho de Pegasus
El dedo en la llaga española
En su investigación, Farrow pone el dedo en la llaga española, mostrando un momento tan impactante como el de Elies Campo haciendo la diagnosis del teléfono de su hermana, diciéndole con un evidente nudo en la garganta que todo lo que hay en su móvil ha sido espiado. O cuándo explica que sus padres, médicos investigadores, han visto expuestos datos tan delicados como los historiales y las patologías de sus pacientes, más allá de fotografías y conversaciones privadas. El escandaloso caso catalán aparece constantemente en el documental, y el periodista deja claro, por si algún espectador se lo pregunta, que el Gobierno no respondió nuestras peticiones para comentar el tema".
El escandaloso caso catalán aparece constantemente en el documental, y el periodista deja claro, por si algún espectador se lo pregunta, que "el Gobierno no respondió nuestras peticiones para comentar el tema"
Antes, Ronan Farrow se ha entrevistado con responsables y trabajadores de la corporación israelí NSO, que dicen aquello que podemos esperar: "Da igual lo que digan los titulares, hacemos del mundo un lugar mejor. No entienden que no vigilemos las masas, no infringimos la intimidad de gente inocente", dice una. "Nos molesta el uso inadecuado de este sistema, pero nos importa el coste que podría tener no entrar en el móvil de un criminal, de un asesino o de un pedófilo", dice otro. Tocar el violín y justificar lo que no tiene justificación por motivos más grandes que la vida.
Otra cosa es lo que confiesa a un extrabajador de NSO dispuesto a hablar sin permiso de la empresa, eso sí, sin mostrar la cara y con la voz distorsionada. Ve quién lo puede culpar, para querer mantener su anonimato. Recuerda que se marchó de allí, como otros compañeros, después del asesinato de Jamal Kashoggi. Y cuando el periodista le pregunta por los gobiernos que son clientes de Pegasus, el primero que cita es... ¡bingo! España. Pero también se habla de Italia, de los Países Bajos y, fuera de Europa, de los Emiratos Árabes, Kuwait, Arabia Saudí, y unos cuantos países africanos.
60 minutos son más que suficientes para denunciar al mundo una conclusión clara: esta es la nueva realidad, el salvaje Oeste digital. Y España se ha apuntado a la fiesta
Poniendo el foco en los Estados Unidos, el documental navega en la idea de que la administración Biden está preocupada por el uso que se pueda hacer de una tecnología extranjera, por los peligros internos que puede suponer. No tanto por si su utilización atenta o no contra los derechos humanos. "Necesitamos que nuestros expertos sepan qué pasa fuera de los Estados Unidos. No nos opongamos al hecho de que el FBI compre la tecnología para estudiarla. La cuestión es si queremos que la utilicen. Tenemos que garantizar que las autoridades lo utilicen de manera coherente con nuestras libertades civiles", apunta el congresista Jim Himes: "Hay una herramienta espectacular que podría caer en manos de iraníes, norcoreanos o chinos, y sería irresponsable no dejar que el FBI la utilice. Seguramente de vez en cuando se abusará, pero no podemos permitir que los malos se queden con una tecnología que nosotros no queremos. Si lo pensamos, da miedo".
Si le queremos poner alguno pero al, por otra parte, apasionante documental Surveilled: bajo escucha, es su escasa duración. Pero 60 minutos son más que suficientes para denunciar en el mundo una conclusión clara: esta es la nueva realidad, el salvaje Oeste digital. Y España se ha apuntado a la fiesta.