La Segunda Guerra Mundial significó una sacudida para la organización social de los países que se vieron implicados y, en mayor o menor medida, sirvieron para situar a las mujeres en sitios y circunstancias que hasta el momento les habían sido vedados. En muchos países, las mujeres se unieron al esfuerzo de guerra, y la icónica Rosie la remachadora es un buen ejemplo de lo que, paradójicamente, consiguió la guerra en favor de la liberación femenina.
Aparte de trabajar en las industrias para sustituir a los hombres en el frente, las mujeres también sirvieron a las fuerzas armadas en un número millonario. Sólo en la Unión Soviética, unas 800.000 se alistaron al Ejército Rojo -el ejército soviético-, cifra a la que hay que sumar las que lo hicieron en formaciones partisanas. Además, fue de los pocos países donde las mujeres, además de hacer trabajos considerados como femeninos: secretarias, sanitarias, enfermeras, telefonistas, cocineras..., también lucharon en primera línea como zapadoras, exploradoras, francotiradoras, tanquistas y aviadoras.
El papel de la mujer se convirtió así en un icono de la Gran Gguerra Patriótica -el nombre que la Unión Soviética dio a la Segunda Guerra Mundial- y es objeto de estudios recientes, como los libros de Lyuba Vinogradova sobre las francotiradoras y las aviadoras. Antes de ella sin embargo, quien se acercó a esta cuestión fue la bielorrusa Svetlana Aleksiévch, quien en 1985 -en plena glásnost de Gorbatxov- publicó un retrato coral de las mujeres que participaron en la contienda que ahora llega en catalán con el título de La guerra no té cara de dona (Raig Verd, 2018) y avalada por el hecho de que su autora fue galardonada con el premio Nobel de Literatura el año 2015.
'Novela de voces'
La obra de Aleksiévich, que llega con tres años de retraso respecto de la traducción en castellano -La guerra no tiene rostro de mujer (Editorial Debate, 2015)-, recoge a través de centenares de testimonios la historia en femenino del Ejército Rojo. A partir del estilo literario de la novela de voces habitual en sus libros, la autora basa su obra -más un ensayo que no una novela- en centenares, o quizás miles, de entrevistas que suponen un trabajo de campo exhaustivo para después enfilar la todavía más farragosa tarea de distinguir el grano de la paja para publicar sólo una selección de testimonios que, como un río, da forma a una narración completa. Esta técnica, utilizada también en otros trabajos de la autora, como Últims testimonios, un solo de veus infantils (Raig Verd, 2016), donde recoge las vivencias de los niños que vivieron la misma guerra, es la marca de la casa de la obra de Alekseiévich, que cuenta entre sus obras Temps de segona mà. La fi de l'home roig (sobre los problemas de la transición del comunismo al capitalismo), Lo pregària de Txernòbil. Crònica del futur (sobre la explosión en la central nuclear) y Els nois de zinc (sobre la guerra de Afganistán), publicadas en catalán por Raig Verd. Todas estas obras están traducidas también al castellano.
Svetlana Aleksiévich (1948, Stanislawów, Polonia), hija de un militar bielorruso y licenciada en periodismo por la Universidad de Minsk en 1972, es una de las voces que mejor han explicado las vicisitudes de la Unión soviética desde la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del régimen vista desde una firme oposición al comunismo.
El Nobel de Literatura del 2015 le acabó de abrir las puertas en el mundo, aunque ya anteriormente había obtenido premios como el Ryszard Kapuscinski de reportaje en el 2011. Sus obras se han traducido a una treintena de lenguas, entre ellas el catalán, y han sido la base de una docena de obras teatrales y varios documentales.
Decenas de oficios
Auxiliares sanitarias, mecánicas, telefonistas, enfermeras, francotiradoras, practicantes, soldados, enlaces, exploradoras, criptígrafas, artilleras, partisanas, resistentes, conductoras, cirujanas, lavanderas, tanquistas, cocineras, periodistas militarizadas, peluqueras, escribientes, panaderas, milicianas, médicas, maquinistas, controladoras del tráfico... fueron decenas los oficios que desarrollaron las mujeres a lo largo de la contienda, y Aleksiévich les da a todas la misma importancia, explicando a través de sus palabras -a menudo, auténticos microrelatos- cómo se enrolaron -muchas de ellas menores de edad- y como vivieron la guerra en plena juventud.
De hecho, para ellas la guerra fue el momento en que se hicieron mujeres, en que en medio del frente les llegaba aquello que eufemísticamente todas detallan como "cosas de mujeres", y como se tuvieron que adaptar a un mundo eminentemente masculino empezando por la inexistencia de uniformes o ropa interior para ellas. Ahora bien, al contrario de otras obras, la mayoría de los testimonios pasa por encima de un hecho destacable, el acoso sexual al que fueron sometidas por los propios compañeros de armas, claro que nos referimos a obras más modernas que no tuvieron que pasar el aprieto de una censura que no sólo no quería ni hablar, de relaciones sexuales, sino que además, se resistió a dar voz a las vicisitudes de las mujeres 'normales', porque se consideraba que eso derrochaba el papel de heroínas que deberían tener.
Eso sí, la autora coincide en remarcar que ninguna de aquellas mujeres que dieron su juventud al estado soviético, incluidas las que se dejaron la piel, pudieron disfrutar de la victoria como sus compañeros hombres. El retorno de la guerra fue duro para ellas y a menudo silenciaron su paso por el ejército para evitar recibir críticas, y entre ellas la principal, haber mantenido relaciones sexuales con los soldados mientras las esposas los esperaban en retaguardia.
En todo caso, La guerra no tié cara de dona revela una parte de la historia militar del siglo XX y también una parte de la historia de la liberación femenina que no puede quedar en el olvido y que, a pesar del título del libro, confirma que las mujeres sí tuvieron un papel destacado en aquella guerra. La obra, además, se suma a los pocos ensayos sobre la Segunda Guerra Mundial disponibles en catalán.