Un profesor de Filología Catalana de la UdG —juraría que fue el Dr. Joan Ferrer—, un día en clase nos explicaba que los hablantes cada vez tenemos menos palabras. Es decir, que si hace un siglo un catalanohablante estándar sabía, utilizaba y gastaba por término medio unas 30.000 palabras, hoy día este mismo catalanohablante estándar solo sabe, utiliza y gasta unas 15.000 palabras del catalán en su hablar cotidiano más habitual. (¿Me he inventado las cifras? Sí. ¿Por qué? Porque soy de letras, porque hace más de diez años que fui a la universidad y porque no he encontrado ninguna fuente ni dato fiables sobre esta cuestión. Si alguien sabe estos datos con exactitud, que me los haga saber). Bien, lo importante y lo que quiero explicar con esto es que el repertorio de palabras de cada uno ha disminuido enormemente y que el empobrecimiento lingüístico ya no es "solo" una cuestión general, sino que ahora también es una cuestión particular y de cada uno.
El repertorio de palabras de cada uno ha disminuido enormemente y el empobrecimiento lingüístico ya no es "solo" una cuestión general, sino que ahora también es una cuestión particular y de cada uno
Del DIEC, la mitad
El DIEC contiene en torno a 96.000 entradas (esta información es del 2021 y no me la he en absoluto inventado) de palabras compuestas, derivadas y técnicas. Es imposible (o no) que un catalanohablante sepa todas y cada una de las palabras del catalán. Eso ya lo sabemos, pero que no sepamos ni la mitad... Me fascina y, al mismo tiempo, me preocupa mucho.
Ya lo sé: no somos un diccionario con patas y, en parte, eso puede ser un hecho divertido, ya que supone que siempre podremos aprender nuevas, palabras. Pero que cada vez tengamos menos vocabulario quiere decir, hablando claro y catalán, que cada vez somos más ignorantes. Sí, sí: burros, cretinos, cortos de miras, cabezas chorlito. ¡Auténticos tochos! ¡Es aterrador! No quiero crear ningún trauma a nadie, pero yo hace días que me siento muy tanoqueta y, ahora que me he dado cuenta, tengo esta manía de decir palabras en desuso con el fin de reivindicarlas y, como aquel que no quiere la cosa, decirlas para que perduren en el tiempo o al menos (y esperamos que no sea así) que tarden más en desaparecer.
Tengo esta manía de decir palabras en desuso con el fin de reivindicarlas y, como aquel que no quiere la cosa, decirlas para que perduren en el tiempo
¡Soluciones, Valentina, soluciones! Pues bien, en primer lugar, y para solucionar el empobrecimiento lingüístico y mejorar nuestra riqueza léxica, tengo que decir que la lectura es imprescindible. Leer lo que sea (libros, revistas, artículos en línea como este o diarios en papel) para exponernos a una amplia variedad de palabras y construcciones lingüísticas que nos ayudarán a mejorar el vocabulario y la comprensión lectora. En segundo lugar, la ampliación del vocabulario. ¿Cómo? Procurando aprender palabras nuevas regularmente: diccionarios, aplicaciones de móvil, juegos en línea o listas de palabras desconocidas, etc. Y después tendríamos que intentar utilizar estas palabras en charlas o bien escribirlas con el fin de consolidarlas y que formen parte de nuestro léxico más habitual. En tercer lugar, la escucha activa. Tenemos que escuchar atentamente las palabras y expresiones que nos son extrañas, pedir la aclaración o buscar el significado en el diccionario (no hay excusa: ¡tenemos el diccionario a un clic!). Y, en cuarto y último lugar: escribir lo que sea (blogs, ensayos, diarios, cartas, correos electrónicos, etc.) y estar en contacto con otros hablantes, participar en actividades sociales y culturales, diversificar nuestro vocabulario y salir de la zona de confort: ¡exponernos a nuevos contextos lingüísticos! ¡Ah! Y, sobre todo, no desesperarnos ni desanimarnos: el proceso de enriquecimiento lingüístico es un proceso gradual y constante. ¡Así pues, ánimos para todo el mundo y estoy segura de que lo conseguiremos! Recordemos que toda piedra hace pared y que gota a gota se llena la bota.
El proceso de enriquecimiento lingüístico es un proceso gradual y constante
PS. Dr. Joan Ferrer, si no fue Usted, sé que me perdonará y estoy segura de que estará de acuerdo con todo lo que he escrito en este artículo. Aprovecho para saludarlo porque sé que me lee y también aprovecho para decirle que es con quien más aprendí y a quien más escuché durante una de las mejores etapas de mi vida.