“Empezaron demasiado jóvenes, tuvieron demasiado éxito, tomaron demasiadas drogas y hubieron demasiadas mujeres". La historia de Tequila se resume en una serie de 'demasiados' que provocaron que duraran lo que duraron. Porque podrían haber durado ad aeternum”. El autor de esta reflexión, una de las más llamativas que se escuchan en el documental Tequila: Sexo, drogas y rock & roll, es Gay Mercader, promotor musical y el que fuera manager de la banda durante los años de crecimiento del grupo. “Es muy difícil predecir qué hubiera pasado sin todos esos ‘demasiados’, nunca lo sabremos”, responde Alejo Stivel en una animada charla con Revers. “Quizás somos inmortales y desafiamos todas las reglas de la naturaleza humana”, añade Ariel Rot entre risas. Ambos lideraron aquel fenómeno musical que desconcertó a la España de la Transición con un sonido que suponía una ráfaga de aire fresco y que invitaba a toda una generación joven a bailar y a saltar ante su recién llegada libertad tras 40 años de gris y sangrienta dictadura. “Éramos un país de catetos con boina de rosca”, afirma el poeta Benjamín Prado en la película, que llega a los cines este fin de semana.

Tequila nació cuando dos argentinos que aún no habían cumplido los 18 hacían el camino inverso al de aquella España que a finales de los 70 recuperaba la libertad. Rot y Stivel, con sus familias amenazadas, y en el caso del segundo con dos víctimas mortales en casa (su padrastro y su hermana), huían de un régimen también sangriento, el de Videla. Ya instalados en Madrid, soñaban con ganarse la vida con su música, y ficharon para su banda a dos chavales españoles (Julián Infante y Felipe Lipe, después se uniría el batería Manolo Iglesias) tras escucharles tocar en un bar. Desde 1976 hasta su disolución, en 1983, hicieron historia, vendieron centenares de miles de discos y revolucionaron las pistas de baile, con temas como Rock & roll en la Plaza del PuebloSalta! Dime que me quieres.

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Alejo Stivel y Ariel Rot crearon Tequila a finales de los 70. / Europa Press

Tras el fin de la aventura en común, nuestros entrevistados continuaron con sus carreras. Alejo Stivel abandonó los escenarios, dos décadas sin cantar ante el público, para convertirse en uno de los productores más importantes del país (trabajando con Joaquín Sabina, El Canto del Loco, La Oreja de Van Gogh, M Clan o Nena Daconte) y Ariel Rot continuaría con sus conciertos, en solitario o con proyectos compartidos, como el que desarrolló con Andrés Calamaro, con Germán Vilella y con su compinche tequilero Julián Infante, la también exitosísima banda Los Rodríguez.

Tequila: Sexo, drogas y rock & roll habla del fenómeno, de su sonido revolucionario, de la locura de las fans y de las ventas millonarias. Pero también pone el foco en las sombras, en las discusiones y en las adicciones, desde la voz de los protagonistas que siguen vivos: dos de ellos, Manolo Iglesias y Julián Infante, fallecieron arrastrados por los efectos de la heroína y por el maldito sida. Los supervivientes de Tequila se desnudan ante la cámara, ayudados por testigos de aquellos tiempos, como la actriz Cecilia Roth, hermana de Ariel y casi narradora de excepción del documental.

Vosotros queríais ser los Rolling Stones, aunque ellos siguen juntos después de 60 años. Y probablemente, recogiendo la frase de Gay Mercader, también hayan vivido con muchos ‘demasiados’.
Alejo Stivel:
Los Stones son el único grupo en toda la historia que se ha mantenido tanto tiempo en activo. No hay otros que hayan durado 60 años. Lo más normal es que las bandas se separen pronto. ¿Podríamos haber pervivido más tiempo? Quizás, no lo sé. Lo importante es que estamos aquí, hablando contigo, cada uno con su vida, a veces nos juntamos, tocamos por separado y tocamos juntos... estamos vivos.

Ariel Rot: Es muy difícil gestionar una banda como la han gestionado los Rolling Stones. Necesitas una maquinaria enorme detrás. Nosotros no podíamos, vivíamos el día a día de una manera mucho más batallera. Entonces, cuando surgieron las tensiones o las diferencias de concepto, o las discusiones o el poco entendimiento... no teníamos detrás una estructura que de una manera más adulta nos hiciera pensar, no teníamos capacidad de reflexión. Empezamos a disentir incluso respecto a qué tipo de banda queríamos tener. Eso hacía imposible entendernos. Más allá de las drogas y de los ‘demasiados’...

A.S.: Bueno, y que si los Stones tienen una discusión, pues cada uno se va a una isla del Caribe, o a las Seychelles o no sé dónde, y se tiran allí un tiempo. Después vuelven renovados y ya no se acuerdan de si se pelearon o si son amigos.

Compartir amistad y trabajo es un arma de doble filo... muchas veces destinada a acabar mal.
A.S.:
Pues yo nunca he trabajado con gente con la que no tenga una relación de amistad. Siempre uno amistad y trabajo.

A.R.: En todo caso creo que lo que duró Tequila es lo que tiene que durar una banda, el tiempo perfecto. Ninguna banda debería sobrevivir más de cinco o seis años.

A.S.: ¡Excepto los Stones!

El éxito verdadero es gratis, el otro vale 2,50 euros el kilo

¿Cómo os lleváis con vuestro legado?
A.S.:
A mí me encanta ir en coche, poner la radio y que suene Tequila. O en un bar, o que suene en una boda o en un cumpleaños. Ese es el legado, que algunas canciones están vivas, que siguen acompañando a la gente en momentos más o menos especiales. A veces alguien te dice que le pone Salta! a su hijo, que el chico se la pide... Hay temas que siguen vivos y no sé muy bien por qué.

A.R.: Yo creo que hicimos muy buen rock juvenil. Muy bueno. Obviamente me resultaría muy forzado componer esas canciones ahora, no me saldrían de una forma natural. Pero poniéndolas en aquel contexto, me parece que el de Tequila es un legado extraordinario. Nadie puede decir que no le satisfaga que sus canciones sigan vivas y traspasen generaciones. Tequila siempre tuvo cierto magnetismo con... los niños. Hubo una época en que mis hijos, de chiquitos, no se podían dormir si no les ponía el Éxitos de Tequila, lo que para mí era una puta pesadilla (risas).

Uno de los temas del documental es el precio del éxito. ¿Habéis aprendido a no pagarlo?
A.S.:
Bueno, ahora el éxito está muy barato, está a 2,50 el kilo (ríen los dos). El éxito es algo tan relativo... ¿qué es? ¿La popularidad? ¿La fama? ¿Que te reconozca el de la tienda de ultramarinos de la esquina? ¿O el éxito es dedicarte a lo que te gusta y poder pagar las facturas? ¿O comprarte un yate? El éxito es una cosa diferente para cada uno. Hay gente con mucho éxito que no es famosa y hay gente famosa que no tiene nada de éxito. Es un concepto tan relativo que me parece imposible de definir.

A.R.: Cuando consigues el verdadero éxito... ese es gratis. El verdadero éxito es gratis.

A.S.: Te tiró un buen titular. El éxito verdadero es gratis, el otro vale 2,50 (risas).

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Los 5 integrantes de la banda en sus inicios. 

Centrémonos un momento en el sexo. En el film, Cecilia Roth reflexiona sobre las relaciones de poder de los músicos con las fans, una mirada mucho más consciente que la de hace 40 años. ¿Qué pensáis al respecto?
A.S.:
Más que sexo explícito con las fans, ella habla de una disponibilidad, de una actitud de las fans ante su ídolo, que a él le pone en una posición de poder y a ella de sumisión. Yo, y creo que Ariel también, no recordamos haber hecho nada que no fuera correcto en su momento. Las chicas con las que nos relacionábamos no eran del club de fans, eran amigas. En todo caso, en aquella época las fans tenían nuestra misma edad, no es que fuéramos adultos o maduros relacionándonos con niñas... Cecilia tiene razón en su reflexión, pero es algo difícil de conducir.

A.R.: Igualmente, a ningún artista, creo o así lo veo yo, se le ocurre estar con fans después de un concierto. Las fans eran un ente colectivo que estaba muy bien para tenerlo en frente en los conciertos. Pero no se te podía ocurrir sacarlas de ese entorno y meterlas en tu intimidad. Me parece un despropósito. Ningún artista en sus cabales piensa en una cosa así.

Del sexo a las drogas. En la película ya contáis vuestras adicciones sin tapujos, así que os pregunto por otra adicción. Y no sé si opináis diferente por vuestra evolución profesional: ¿el escenario es una droga?
A.R.:
A mí me han ido abandonando todas las drogas, así que espero que el escenario no lo sea (risas). Pero desde algún punto de vista... probablemente podría pensar en el escenario como una droga, puede ser... Llevo subiendo a los escenarios desde los 16 años. Durante mucho tiempo con muchísima frecuencia, y creo que formaba parte de mi equilibrio, de mi sistema nervioso, te diría... Ahora salgo menos, parece que levemente lo voy dejando. Pero sí, en algún momento de mi vida sí fue una adicción, con todo lo que implica salir a tocar en un escenario: el viaje, romper con todas tus responsabilidades diarias ocupándote solamente de estar conectando tu música con la gente durante dos horas... Era un gran complemento para que mi sistema nervioso funcionase. O sea... ¡una droga! (risas).

Cualquier cosa puede ser una droga, dependiendo de la relación que tomes con esa cosa, sea una sustancia, una persona, una mascota, el sexo, el gimnasio o irte a dar baños de mar

A.S.: Es que cualquier cosa puede ser una droga, dependiendo de la relación que tomes con esa cosa, sea una sustancia, una persona, una mascota, el sexo, el gimnasio o irte a dar baños de mar. Hay gente que solo bebe o se droga en ciertas ocasiones sociales. Tú diseñas tu propia relación con las cosas y pueden convertirse en una adicción o no. Yo estuve muchos años, 15 o 20, sin subirme a un escenario, y tampoco daba entrevistas, estaba siempre encerrado en un estudio de grabación. Quizás esa era mi droga, no lo sé...

En Sintiéndolo mucho, el documental de Fernando León de Aranoa, Joaquín Sabina cuenta, y canta, que aspiraba a envejecer sin dignidad. Y que pasó de la juventud a la vejez sin rozar siquiera la madurez. ¿Lo compartís?
A.S.:
Yo personalmente creo que salté de la niñez a la adolescencia y de ahí no pasé, ahí me quedé.

A.R.: Yo he tenido un proceso más conservador (se ríen los dos).

A.S.: Ha pasado por niñez, adolescencia, juventud, vejez...

A.R.: Vejez vejez todavía no. Pero sí, tengo una madurez dulce... ¡y envidiable! (risas)

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Tequila durante un concierto en el Wizink Center de Madrid. / Europa Press