No suele pasar que tantas mujeres lleguen a ser finalistas para copar un puesto en la industria musical y a los datos me remito: solo 1 de cada 5 artistas de las listas de éxitos es mujer. Y cuando sucede, hasta nosotras nos lo cargamos con argumentos masticadísimos propios de una manada de ñus. Que algunos son revolucionarios del Ay, mamá solo porque esperan ver pezones famosos y alimentarlos con comentarios obscenos. Y que somos todas muy feministas hasta que otra mujer se interpone en el camino de nuestra mejor amiga. Un clásico que no caduca ni entre las más leídas: por mucho que nos joda, sigue habiendo en nosotras algo de aquellas niñas crueles de los 90 que arrinconaban a la avanzadita de la clase al grito de puta.
Ni Rigoberta Bandini ni las Tanxugueiras: la que va a Eurovisión es Chanel porque con su boom boom siempre va primera, nunca secondary. Tan solo un día después tuvo que quitarse las redes sociales por las críticas, muchas de mujeres cabreadas descalificándola y armando tremenda carnicería contra ella. Que cómo podía ser que la cadena pública hubiera priorizado la cosificación de la mujer en lugar de la reivindicación de las mamas, tuiteaban, que estar siempre ready para los daddies es ponerse de rodillas. En dos segundos la cubano-catalana pasó de cantante polifacética a inmigrante usurpadora y bitch barriobajera: lo primero porque vino de fuera para quitarle el trabajo a alguien de aquí, y lo segundo por menear el culo y cargarse toda la lucha feminista a base de twerking.
Volvimos al hablar por hablar y al chismorreo barato que tanto nos ha estigmatizado. Las mujeres hemos visto desde pequeñas que el porcentaje de atención en el espacio público era pequeñito y que era trepar o caer. Debemos dejar de regocijarnos en estas herencias opresivas para justificar comportamientos reprobables que son, simple y llanamente, igual de asquerosos que los silbidos de un desconocido. Esto es de primero de feminismo. No es compatible perrear hasta abajo solo cuando lo dice un hombre. No se puede sacar un pecho fuera al puro estilo Delacroix mientras se juzga el culo de otra que sabe por qué dan tanto miedo nuestras tetas.
Chanel ha vivido en sus carnes el desprecio del macho ajeno sumado a los golpes aberrantes del racismo: doblemente juzgada toda su vida por mujer y por cubana en un país de blancos
Cuando SloMo se impuso a las favoritas se perdió el norte de la sororidad y esto no nos lo podemos permitir. Aunque guste menos, incluso aunque la actuación de Chanel se rija bajo las dinámicas patriarcales de siempre. La culpa no es suya. En un sistema religiosamente machista como este es de cajón saber que no es tan importante lo que hace una mujer, sino los motivos y causas que la llevan a hacerlo. A Chanel nadie le ha regalado nada: ha actuado en musicales, ha bailado en videoclips, se ha espabilado para hacerse un hueco en un sector hiper precario siendo mujer y racializada. Ha vivido en sus carnes el desprecio del macho ajeno sumado a los golpes aberrantes del racismo: doblemente juzgada toda su vida por mujer y por cubana en un país de blancos. Quien sabe si la posibilidad del premio merecido le ha pesado más que una simple canción que, encima, no es ni suya. Así de fácil. Una canción más que probablemente acabará absorbida por las miles de letras casposas que tarareamos todos los días y que para ella solo es un buen pistoletazo de salida profesional en un país donde solo el 17% de los artistas son mujeres.
Pero se ha dado por supuesto que la cantante no tiene conciencia ni voz propia. Que se ha sumado al carro de lo que vende, que ha ido por el camino fácil, que se ha ultra sexualizado y que es menos decente por ello. Hemos jugado a ser las más feministas y hemos sido las más rancias. Porque Chanel es de nuestro equipo. De las que sangran todos los meses de su vida, de las que han llorado porque desgraciadamente sí hai fronteiras, de las que conocen la brecha salarial y han apretado con fuerza las llaves contra su mano antes de llegar a casa. Creo que por un día podemos cambiar el caldo en la nevera por el jugo de mango y sentirnos igual de identificadas.