La gran diferencia entre la primera y la segunda temporada de The Bear es que la serie acabó gustándose mucho, demasiado, a ella misma. Lo que en la primera era frescura, dinamismo y verdad, en la segunda se volvía un pelo calculado, mecánico y, al final, dilatado. Pero seguía siendo muy buena, y se agradecía que experimentara con la narrativa y las decisiones de los personajes: al fin y al cabo, la vida ya es un poco eso, caos, griterío y equivocaciones.

Onanismo narrativo

La tercera temporada, que llega este próximo miércoles día 14Disney Plus, no empieza particularmente bien, porque se empeña en hacer una especie de recapitulación de los acontecimientos y conflictos que hacen de motor de la serie. Sin entrar en muchos detalles, solo señalar que hay un momento en que se afirma que "se tiene que cambiar de menú cada día". Pues bien, los guiones no predican con este ejemplo y, de nuevo, hay un punto de onanismo narrativo, de recrearse en los mismos hitos y de redundar en cosas que, de tan familiares, resultan incluso empalagosas. Nos da la sensación que ya lo hemos visto y que los personajes no dejan de dar vueltas sobre los mismos temas. Ojo, que sigue estando muy bien interpretada y tiene grandes momentos, pero los síntomas de desgaste son más que evidentes. Justamente porque acabas adorando a estos personajes, verlos en bucle es igual de agotador que aquellas comidas familiares en que se libran las mismas batallas una vez y otra.

Hay un momento en que se afirma que "se tiene que cambiar de menú cada día". Los guiones no predican con este ejemplo y, de nuevo, hay un punto de onanismo narrativo

A la tercera temporada le cuesta entrar en ebullición, pero The Bear acaba volviendo a ser The Bear

The Bear acaba volviendo a ser The Bear

Pero a pesar de la repetición de esquemas, a pesar de unos primeros pasos dubitativos, The Bear acaba volviendo a ser The Bear. A partir del momento que supera esta desarmante necesidad de recrearse en lo que ya sabemos, la serie sabe volver a reengancharte gracias a sus reflexiones sobre la crudeza de los caminos que llevan a la perfección (imposible no pensar en Whiplash en algunas escenas) y esta habilidad tan suya de situarte en catarsis dramáticas que puedes sentir como propias. Incluso más que las anteriores temporadas, la tercera va de la búsqueda de una emoción genuina en un mundo fagocitando, de reconciliarse con uno mismo y de aprender a vehicular la rabia. Lo vuelve a hacer con una cámara caprichosa que tan pronto muestra la creación gastronómica con una precisión quirúrgica como se adentra en la incontrolable agitación de las relaciones personales.

A partir del momento que supera esta desarmante necesidad de recrearse en lo que ya sabemos, la serie sabe volver a reengancharte gracias a sus reflexiones sobre la crudeza de los caminos que llevan a la perfección

Es cierto, como apuntan los primeros episodios de esta temporada, que se explican menos cosas de los personajes de lo que quizás sería aconsejable (cosas de saber que ya te han renovado para una cuarta entrega), pero el extraordinario trabajo de todo el reparto, con los grandes Jeremy Allen White y Ayo Edebiri, ya justifica el viaje. De hecho, el poder de The Bear se resume en los dos últimos episodios de la tercera temporada: por dudas que te hayan creado durante el trayecto, por más que a ratos sientas que este plato ya lo habías probado, acabas lamentando que se acabe. Sobre todo porque no hay tantas series modernas que consigan llegar a su tercer año con esta calidad.