The Curse, estrenada en la plataforma SkyShowtime, es el resultado de una curiosa suma de talentos. Detrás y delante de la cámara está Nathan Fielder, creador de Los ensayos y partidario del humor absurdo con lecturas sociológicas, y Ben Safdie, coautor de Diamantes en bruto y una de las voces más prometedoras del cine independiente actual. De coprotagonista, ni más ni menos que la inmensa Emma Stone, que gracias a esta serie y a la magnífica Poor Things ganó dos Globo de Oro en una misma gala.

Una radiografía de la imbecilidad

Sabíamos que The Curse no podía ser una serie convencional y así ha sido: es uno de los productos más extraños e inclasificables que hemos visto últimamente. Y la mejor manera de resumirlo es con las sensaciones contradictorias que va dejando a medida que avanza. Como sátira social, como mirada transgresora a la mala conciencia de los hipsters y diagnóstico feroz de una era basada en la frivolidad y las apariencias, es funcional. Ahora bien, mientras construye su relato también se torna una experiencia desigual, a veces profundamente irritante y pretenciosa, acercándose a la tomadura de pelo que pretende denunciar. Por descontado que es preferible enfadarse con una obra audiovisual que no que esta genere apatía o indiferencia, pero el viaje no es para todos los paladares. Lo mejor que se puede hacer, pues, es tomársela como una radiografía de la imbecilidad y una buena oportunidad para ver sufrir a un grupo de personajes detestables.

Una radiografía de la imbecilidad y una buena oportunidad para ver sufrir a un grupo de personajes detestable

The Curse, una serie que te cabrea (para bien y para mal)

The Curse es la historia de Whitney i Asher, un matrimonio relativamente reciente que quiere sacar adelante su negocio de vivienda sostenible en Nuevo México. Para convencer a sus clientes potenciales, aceptan la propuesta de un productor de reality shows de protagonizar su propio programa televisivo mostrando las bondades de su trabajo. El problema es que, aparte de la discutible moralidad de su proyecto, son gente con serios problemas relacionales, tanto en relación con los otros como con ellos mismos. Un buen día Asher quiere obtener un momento de calidad televisiva dando dinero a una trotamundos, pero como se niega a entregarle un billete de 100 dólares (una escena impagable, por cierto), la niña le lanza una maldición. Es así como Asher y su marido se convencen de que, efectivamente, una losa sobrenatural provoca que todos les vaya mal.

Fielder y Safdie abordan un material tan singular apelando al estilo cinematográfico de los años 70 y las formas narrativas de la comedia negra de cineastas como Robert Altman o Hal Ashby. No les llegan a la suela del zapato, pero lo intentan

Fielder y Safdie abordan un material tan singular apelando al estilo cinematográfico de los años 70 y las formas narrativas de la comedia negra de cineastas como Robert Altman o Hal Ashby. No les llegan a la suela del zapato, pero lo intentan. Ahora bien, con todas sus disfunciones, The Curse se muestra afortunada a la hora de generar incomodidad a través de unos personajes que buscan desesperadamente, sin fortuna, comportarse como seres humanos. Cuando se deja de discursos un poco obvios, se vuelve un elocuente retrato de la mezquindad, del oportunismo y de los simulacros de felicidad. Lo demuestra, por ejemplo, en la mayoría de las secuencias íntimas de la pareja protagonista, que consiguen aquello tan difícil, y al mismo tiempo de tan agradecido, que no quieras mirar, pero no puedas dejar de hacerlo. Y tiene, por descontado, la gran Stone, que justifica por sí sola la existencia de la serie.