A la mayoría nos hicieron el siguiente experimento en el laboratorio del insti, a manos del típico profesor de ciencias con pinta de sacarse un sobresueldo sintetizando metanfetamina. Para visualizar las líneas de fuerza de un campo magnético se espolvorean limaduras de hierro sobre un papel bajo el cual se coloca un imán, y pronto veremos como las virutas se reorganizan dibujando líneas en dirección a sus polos de atracción. Pues bien, algo similar pudo haber observado ayer (hoy volverá a repetirse) algún tipo de ser superior gigante que jugase a colocar un gran imán de herradura (marca Acme) sobre el mapa de la ciudad de Barcelona (más concretamente, el escenario de la sala Paral·lel 62), sustituyendo las virutas de hierro por la selecta legión de fans que a lo largo de su dilatada carrera han conseguido forjar los Magnetic Fields. Cualquier seguidor de esta banda que, en horas vespertinas, cogiera algún tipo de transporte público, anduviera bajo la lluvia o pululase por los bares que rodean la sala de conciertos municipal, podía reconocer a sus congéneres llegados de todos los rincones del mundo (desde ingleses hartándose a paella y jarras de cerveza en el Rincón del Artista minutos antes de que empezase el evento a albaceteños con camiseta de la banda o la flor y nata del mundillo editorial, musical y farandulero aborigen). Y es que la capital catalana es una de las nueve afortunadas ciudades que han sido elegidas (en su paso entre Londres y Viena) para acoger la celebración del lanzamiento del 69 Love Songs, el triple disco que hace 25 años instaló a Stephen Merritt y los suyos en el Olimpo del buen pop.

Concert The Magnetic Fields / Foto: Carlos Baglietto
Stephen Merritt, autor de 69 canciones buenas no, el siguiente / Foto: Carlos Baglietto

Si de una sola cosa estaba destinado a adolecer —por decirlo de alguna manera— este concierto, era de una absoluta falta de sorpresas

Promesas de eternidad

Una vez imantado el público hasta la sala (casi llena, hasta las dos gradas de arriba), la fiesta empezó con puntualidad bostoniana. De hecho, si de una sola cosa estaba destinado a adolecer —por decirlo de alguna manera— este concierto, era de una absoluta falta de sorpresas: como si de un programa operístico se tratase, el grupo tocaría las 69 canciones de amor que conforman este álbum conceptual, una a una, a pies juntillas el orden del disco, repartidas mitad y mitad (o casi) entre las dos fechas programadas (ayer día 4 y hoy 5), empezando por Absolutely Cuckoo hasta Parades Go By; y luego, pausa de veinte minutos y otra vez al escenario para seguir con Boa Constrictor y terminar el show por todo lo alto con Promises of Eternity. Y esta tarde, siguiendo la misma estructura, tocarán las 34 canciones restantes. Para un cronista de conciertos, acostumbrado a tener que reconocer y cazar al vuelo el setlist e ir apuntando todas las canciones en las notas del móvil para después redactar el artículo, el concierto no presentaba ningún reto. El fan que asistiese de civil, no viviría el concierto con la congoja de si tocarán esa o aquella otra canción que le dispara a uno el lacrimal, ni podría reclamar ningún bis. El guion estaba escrito. La partida, amañada. En otra época quizás me habría parecido conservador, pero ayer, que quieren que los diga, se me antojó la hostia de reconfortante.

Concert The Magnetic Fields / Foto: Carlos Baglietto
Campos magnéticos ayer en la sala Paral·lel 62 / Foto: Carlos Baglietto

Con una pose y una actitud un poco a lo Eugenio, Merritt empezó haciendo chistes con su voz de barítono que todos reímos a carcajadas, los pilláramos o no

El cada vez más grande (en todos los sentidos) Stephen Merritt tomó posiciones a un lado del escenario ataviado con una gorra y una camiseta de los Residents, con una taza de té o café en la mano que dudo que contuviera té o café. Con una pose y una actitud un poco a lo Eugenio, empezó haciendo chistes con su voz de barítono que todos reímos a carcajadas, los pilláramos o no. Y acto seguido, el genio que a lo largo de más de tres décadas se ha escondido detrás de nombres como Future Bible Heroes, The 6ths, The Gothic Archies o The Magnetic Fields, su proyecto principal, acompañado por sus no menos talentosos compañeros de banda (Claudia Gonson se echa de menos, Sam Davol brilló con luz propia y Anthony Kaczynski, el guitarrista que sustituye a John Woo, llegó incluso a robarle, con permiso, el protagonismo a Merrit interpretando en solitario dos o tres temas, entre ellos Promises of Eternity, la guinda de la noche) comenzaron a desgranar las perfectas piezas de pop atemporal, aderezadas con textos ácidos e inteligentes que hablan de amor con y sin sentimentalismos exacerbados, que los encumbraron hace ya hace (qué viejos somos) un cuarto de siglo. ¿Qué canciones destacaría este cronista? I Don’t Believe in the Sun, All My Little Words, I Don’t Want to Get Over You, Come Back From San Francisco, The Luckiest Guy on the Lower East Side, Let’s Pretend We’re Bunny Rabbits, If You Don’y Cry… pero esto no tiene mérito por mi parte, porque estas ya son las que más me gustan del disco. Un disco con 69 canciones buenas no, lo siguiente de los siguiente. Y eso sí que tiene mérito. O Merritt.