Cada vez son más las series que analizan el auge de la ultraderecha y convierten el thriller tradicional en el pretexto para entrar a fondo en las causas y efectos de esta inquietante evidencia. Pero siempre acaba apareciendo una serie que consigue convertirse en el título de referencia de un tema, hasta el punto que sabes mientras la miras que es la que pondrás de ejemplo para hacer entender una realidad y sus matices. The Walk-In es esta serie.
Para empezar, porque obra el milagro de recrear unos hechos reales y diagnosticar su contexto político y social sin tener que recurrir a subrayados dramáticos ni tener que jugar con nuestras emociones. La miniserie es durísima, justamente, por su realismo, porque elude toda tentativa de forzar un discurso. El terror que retrata emana de los hechos recreados, de las acciones documentadas y de sus consecuencias, y sus responsables no necesitan llevarnos a pensar de una manera o de otra porque la narración es elocuente por sí misma. Solo hay que ver, sin entrar muy en detalle, el efecto que provoca la declaración judicial de uno de los personajes explicando por qué odia a los judíos. El gesto del actor que interpreta al abogado puede más que cualquier proclama guionizada.
La miniserie es durísima, justamente, por su realismo, porque elude toda tentativa forzar un discurso
La peligrosa mirada del fascismo
The Walk-In es una adaptación del libro escrito por su personaje protagonista, Matthew Collins, a quien Stephen Graham interpreta con su solvencia habitual. Collins fue, cuando era muy joven, uno de estos portadores de odio y violencia, pero después de vivir un episodio muy traumático (uno de los momentos más impactantes de la serie, por cierto) decidió cambiar de vida. Ha dedicado las décadas posteriores al periodismo de denuncia y el activismo comprometido, destapando las organizaciones de ultraderecha que operan en Gran Bretaña y explicando sus métodos.
No se limita a mostrar los peligros de una ideología desde un cliché, sino que entra en las casas, en las habitaciones, en las familias, y nos hace mirar de cara las causas y efectos de un problema que forma parte de nuestra cotidianidad
La serie explora su pasado con flashbacks muy bien dosificados, pero sobre todo centra la trama en el asesinato de la política británica Jo Cox en manos de un neonazi y los intentos por torpedear los planes para otro atentado similar. De estructura tan hábil como nítida, The Walk-In introduce imágenes reales en una narrativa que bascula entre la intriga periodística y el retrato de proximidad de todos sus protagonistas. No se limita a mostrar los peligros de una ideología desde un cliché, sino que entra en las casas, en las habitaciones, en las familias, y nos hace mirar de cara las causas y efectos de un problema que forma parte de nuestra cotidianidad.
Un buen ejemplo de eso son las espléndidas escenas sobre el choque entre el trabajo de Collins y su vida doméstica, perfectamente representadas en las miradas de la actriz que interpreta a su mujer, Leanne Best. De hecho, lo que acaba haciendo gran The Walk-In, además de su magnífica reconstrucción de unos hechos que explican nuestro presente, es la mirada al impacto del fascismo a nuestra intimidad. Es un monstruo que lo resquebraja todo, las personalidades, la convivencia, las percepciones. Y esta sensación recurre como una latencia in crescendo durante sus cinco episodios, convirtiendo la serie en uno de los grandes títulos de este 2023.